Juan Román Diosque se renueva con Constante, una placa profundamente electrónica e inesperada.

Por Claudio Kobelt

Con una cadencia tropical, como la mixtura entre un reggae futurista y un rap cansino en playas quemadas, Diosque abre su nuevo disco – editado por el más que interesante sello chileno Quemasucabeza– con los temas “Fuego” y “Una Naranja”.  A diferencia de su anterior disco, Bote, este nuevo trabajo esta íntegramente construido con cuerpo, alma y pies de sintetizador, con un sonido primordialmente synthpop y una mirada electro que remite por momentos a los ochenta pero que va bastante más allá de ese lugar común. Sonoridades, tiempos y elementos en los que ya ha buceado en sus anteriores registros, demostrando siempre – y este disco no es la excepción- investigación, curiosidad y destreza, pero esta vez  con ese particular sonido como el protagonista principal e indiscutido del álbum.

“La Cura” sube el tempo e inicia el baile supremo con una atmosfera cálida de infinitas capas y sonidos en juego. Esta es una canción ideal para atravesar el verano y la arena caliente, caminando al ritmo del beat con anteojos de colores y walkman fluo carnaval. La influencia del folklore del norte y la canción andina se percibe como un aroma oculto en varios tracks del disco, como por ejemplo en “Soy las seis”, cuyo final es una epopeya de syntes irresistible y un ticket directo a otra época y lugar, esa donde la bola de espejos es el sol más sincero y radiante que hay. Otro punto fuerte del disco es “Broncedado”, dueño de un ritmo atrapante y encantador que nos llevará una vez más a la pista de baile con una gracia y luz inexorable como si las baldosas se iluminaran bajo nuestros pies inquietos.

“Arriba” y “Río” son dulces canciones mid tempo que abordan cuestiones profundamente existenciales desde sus letras como simples preguntas sin respuestas, mientras que “Quise minutos (de la eternidad)” y “El Típico secreto” son baladas melancólicas e introspectivas que también funcionan como puentes entre aquellas canciones más bailables, como para bajar el cuerpo del cielo de la euforia en un suave descenso de levitación.

La voz de Juan Román Diosque es hermosa y extraña, rara y encendida, con la presencia necesaria para captar la atención en cada aparición y a la vez funcionar como otro de los sonidos involucrados en la construcción de esas canciones mutantes y frescas, texturas y ritmos indescifrables e inquietantes. Al igual que los últimos trabajos de Violeta Castillo y Coiffeur, Diosque pone su talento de cantautor folk-pop en los nuevos caminos de los medios electrónicos con un resultado más que interesante. Ideal para amantes del género y seguidores de la obra de este talentoso artista tucumano que nunca deja de sorprender.

Diosque no inventa con Constante la canción electrónica, pero se reinventa a sí mismo una y otra vez y deja un legado irrepetible y gigantes ansias del porvenir. Ya lo dice en su canción “Broncedado”: “A veces no importa quién lo dice primero / sino quién lo dice mejor”, y que él es uno de los mejores en decirlo, no quedan dudas.//z

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