Acompañado por una banda de grandes músicos, un Dylan lleno de energía dio cátedra al repasar el folcklore norteamericano.

Por Matías Roveta 

¿Qué es eso de la Never Ending Tour? Durante años los críticos se han esforzado por precisar con exactitud el comienzo de esta gira interminable de Bob Dylan, con la que el músico recorre el mundo entero y ofrece un promedio de 100 shows anuales casi sin respiro y desde hace varias décadas. Pero, ¿cuándo comenzó realmente? Más allá de fechas, datos o recitales, lo correcto sería decir que Dylan prácticamente está de gira desde que en 1959 un joven Robert Allen Zimmerman abandonó para siempre su Duluth natal y se embarcó en una búsqueda personal vinculada a la música, la poesía y la escritura. Cambió su nombre para borrar su pasado y se autodefinió como “expedicionario musical”: alguien que recorre su país y estudia a fondo las particularidades musicales y culturales de cada región que visita.

Y a lo largo de ese viaje, el mítico trovador logró dar con la escencia de la música norteamericana de raíz. Es casi imposible definir la música de Bob dentro de un solo estilo o género, como también es muy difícil reconocer en vivo cada canción en particular, a partir de las infinitas mutaciones a las que son sometidas. “Son verdaderas canciones del espíritu americano”, dijo el director de cine Olivier Dahan. En efecto, los temas que Dylan tocó en esta cuarta visita a Argentina variaron entre versiones de blues, folk, rock and roll, jazz y country, y es justamente esa mezcla la que define su sonido. Ver en vivo a Dylan y su banda hoy significa, más allá del clásico puntual que estén tocando, disfrutar de una música excelsa y tocada con maestría. Un momento mágico donde se festejará y reivindicará el folcklore de los Estados Unidos: desde Robert Johnson y Woody Guthrie, hasta Chuck Berry, Johnny Cash y Muddy Watters, la música de Bob Dylan engloba todo eso y más.

Dylan sobre el escenario se entrega por completo a su causa. Emociona verlo a los 70 años encarando cada show con el mismo compromiso que cuando tenía 20, como si en eso se estuviera jugando la vida. Con un impecable traje negro, camisa y sombrero blanco, Bob repartió sus funciones entre su órgano y su armónica, a esta altura una prolongación natural de su propio cuerpo. Solo se colgó la guitarra en “Beyond Here Lies Nothin”, para intercalar solos con Charlie Sexton. Su incofundible voz, entre nasal y gastada, tornó irreconocibles las melodías de clásicos como “Tungled Up in Blue”,  “Leopard-skin Pill-box Hat” o “A Hard Rains’s A-Gonna Fall”, pero sonó con una presencia descomunal, con la confizanza que le imprime un tipo que a través de ella dio testimonio del desarrollo completo de la cultura rock, desde sus inicios hasta nuestros días. “Su voz es un instrumento de la música popular de los Estados Unidos”, sentenció hace años el crítico Greil Marcus, y las 3.500 personas que colmaron el Gran Rex fueron testigo.

El éxito de Dylan en vivo le debe mucho a su banda de apoyo, ese grupo de músicos notables que acompañan a la leyenda desde hace varios años. El mencionado Charlie Sexton se lució con su strato y mostró ductilidad para pasar de punteos bluseros a riffs hard rockeros, como en la incendiaria versión de “Thunder on the Mountain”. La otra guitarra está a cargo del veterano Stu Kimball, quien sostuvo la melodía de las canciones con intervenciones precisas y hasta se atrevió a un dueto con el órgano de Bob en “Highway 61 Revisited”. La base rítmica corre a cargo del experimentado batero George Receli y de Tony Garnier, un eterno ladero de Dylan que repartió sus tareas entre un bajo eléctrico, otro acústico y un imponente contrabajo. El sexto miembro es el multinstrumentista Donnie Herron, que mostró versatilidad con varios intrumentos de cuerda: violín, mandolina y pedal steel guitar.

El set no dio respiro y repasó himnos de casi todas las épocas, pero encontró en los extremos de la carrera de Dylan –Highway 61Revisited (1965) y Blonde on Blonde (1966) por un lado, Modern Times (2006) y Together Through Life (2009) por el otro- los focos de donde nutrirse. La tríada final dejó a todos con el corazón contento, desbordando de alegría: “Ballad of a Thin Man”, “Like a Rolling Stone” y “All Allong The Watchtower” le dieron a la noche un cierre memorable. La banda se retiró a las órdenes de Dylan, pero volvió rápidamente para una excelente versión de “Blowin’ in the Wind”. Afuera del Gran Rex, la gente se encontró de nuevo con la calle, con el frío y con el viento, ese en el que, como reza la canción, vuelan las respuestas. Tal vez ahí entonces decidan buscar los fanáticos las explicaciones a la inmortalidad del legado de su héroe, a la razones de este amor incondicional y a cómo un show puede ser tan bueno.