El 28 de febrero, el club de música electrónica ubicado en Niceto Vega 5699 cumple su primer año de existencia. El centro neurálgico de los amantes del techno también festejará el segundo año de vida del ciclo Under Club, dirigido por Joel Bestia.

Por Alan Ojeda

La noche porteña tiene una ventaja y una desventaja: hay mucha oferta. Sin embargo, a veces es bastante difícil encontrar variedad. Cuando hablamos de electrónica las discotecas más grandes, dirigidas por los grandes y turbios empresarios argentinos, difícilmente arriesgan su capital para apostar a la novedad. En consecuencia, suelen venir siempre los mismos Djs. Hay varios que de tanto venir parecen tener contrato especial. En este estado de la cuestión emerge Blow: han explosivo como su nombre, llegó, se instaló y no paró: Jeroen Search, Brian Sanhaji, Rebekah, Angy Kore, Joton, Lucy, Marika Rossa, Hans Bouffmyhre, Truncate, Drumcell, Black Asteroid, Lewis Fautzi, Kwarts, y más.Una ola de artistas que jamás parecían haber sonado en el país y que, hasta el momento, nadie tenía pensado traer, comenzaron a brindar su show, ampliando la propuesta local y acaparando la atención de los interesados y conocedores, semana a semana.

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“En la escena nacional muy pocos lugares te abren las puertas y te dan la comodidad como para trabajar tranquilo, muy pocos apuestan a lograr un producto bueno, estable y a futuro. Todos quieren ver el resultado positivo inmediatamente y es muy difícil. Sabía que tarde o temprano tenía que de alguna manera tener mi propio lugar. De esta manera podía brindarle al público un espacio diferente armado con la visión de un clubber, porque es lo que soy. ¿Qué cosas no me gustaban cuando iba a bailar?  ¿Qué cosas me gustaban cuando iba a bailar? Obviamente que es difícil estar en todos los detalles y quedar bien con el 100% del público. Pero al menos trato de lograrlo”, señala Joel Bestia, fundador de Under Club desde sus comienzos en Zona Oeste. Lejos de ser uno de esos empresarios de saco y corbata, más de cincuenta años y que nunca pisó un boliche, Joel tiene a penas treinta. Con esa edad está cumpliendo el sueño del pibe de ser su propio jefe y además estar dirigiendo el club porteño con la propuesta más diversa. Además Joel ha innovado con ideas que tienen como único fin favorecer al público. Una de las medidas que han implementado en el club ha sido la de otorgar entradas gratis a aquellos que vienen del interior del país a visitar la ciudad o a ver un artista. Si alguien llega para ver a un Dj, por ejemplo, desde Mendoza, sólo debe presentar el pasaje en la entrada y pasa de forma gratuita. Joel explica cómo surgió la idea: “La mayoría de los empleados del club son amigos míos con los cuales íbamos a bailar y ver Djs. Y muchas veces vivimos lo que muchos viven que es no poder disfrutar de un artista por no contar con el dinero para pagar una entrada. Imagínate la gente que vive en el interior del país, no solo tiene que pagar el boleto de micro sino también la entrada al club.”

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Varios se preguntarán por qué al hablar de Blow se usa la palabra Club y no boliche o discoteca. Mientras en cualquier discoteca la organización se resume en una estructura vertical en la que cada uno cumple una única función, en la que no está comprometido éticamente sino solo como empleado, un club goza de un espíritu comunal. En Blow, más allá de que haya un dueño, el proyecto depende también de los Djs y amigos. Un club se arma con otros fines, si bien hay que obtener ingresos para poder mantenerlo y poder seguir abriendo las puertas, no está armado para que sea solo un negocio. “Los djs del club ayudan en las barras, entre todos limpiamos el piso al fin de la noche. Clubbers dando una mano…No pasan estas cosas en boliches o discotecas, por eso para mí es un Club”, destaca Joel.

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Durante el 2014 Blow realizó fiestas a beneficio, en las que sólo se pedía un alimento no perecedero como entrada. El 7 de diciembre volvió a innovar y realizó una fiesta a beneficio con un artista internacional: Niereich. Una fiesta que en Europa puede llegar a costar 15 euros, podía disfrutarse por el módico precio de una bolsa de arroz. Juntaron 290 kilos de alimentos.

La historia parece desarrollarse bajo la forma de una lucha entre las generaciones viejas y nuevas. Como todo, la decadencia de algo implica, necesariamente, que otra cosa nueva se encuentra en plena emergencia. En un mercado dominado por empresarios multimillonarios que nada conocen y nada tienen que ver con el negocio de la música electrónica, la aparición de un movimiento de jóvenes emprendedores que crean espacios para la comodidad del público y no sólo para aprovecharse de él –gran tradición en la industria musical argentina- llenan de aire fresco la noche porteña.

Blow vibra con un ritmo joven, tracción a sangre. Los cuerpos que bailan hasta el amanecer se entregan alegres a la fiesta, porque han encontrado un lugar en el que se sienten como en casa. En la puerta negra, unas letras blancas mayúsculas dicen: NO VIP. SOMOS TODOS IGUALES.//z

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