El 9 de marzo vuelve Bates Motel, la precuela contemporánea de Psicosis que nos revela la retorcida adolescencia de Norman Bates.

Por Martín Escribano

Ver Bates Motel es volver a un lugar que uno ya conoce. La ruta, la casa y el propio motel son postales inolvidables para cualquiera que haya visto esa cinta obligatoria que es Psicosis. Pero más importante que el regreso al lugar es el retorno a un personaje: Norman Bates. Solo que en vez de encontrarnos con un Anthony Perkins ya adulto nos toparemos con su versión adolescente en la piel de Freddie Highmore, que vaya si ha pegado el estirón desde que lo vimos junto a Johnny Depp y Kate Winslet en Finding Neverland, allá por el 2004.

En ese sentido, la serie va hacia atrás y hacia delante. Iremos a la secundaria con Norman, lo veremos hacer los deberes y lidiar con las chicas pero también enviando mensajes de texto y conectándose a Internet. Es que Bates Motel es una precuela contemporánea, lo que ocurre sucede antes pero ocurre hoy, no a fines de los cuarenta sino en la era de las redes sociales.

Ese antes incluye anécdotas como los comienzos de Norman en la taxidermia (en Psicosis se menciona su gusto por embalsamar pájaros debido a “su pasividad”) y una presencia inmensamente perturbadora, la de su madre Norma, interpretada por una excepcional Vera Farmiga que no podría actuar mal ni aunque quisiera.

Sí, Norma & Norman. El detalle de los nombres no es menor, por supuesto, y es apenas la punta del iceberg de una relación que chorrea incesto por todas partes. La extraña pareja recién llegada al hotel que dará nombre a la serie procurará integrarse a la comunidad que los recibe aunque los altos niveles de endogamia de mamá Norma serán un obstáculo tanto para ella como para su hijo. No transcurrirá demasiado tiempo hasta que los Bates descubran que el lugar al que se mudaron tiene tanto de pueblo chico como de infierno grande. Y cuando hablamos de los Bates deberíamos mencionar también a Dylan Masset  (Max Thieriot), el hasta ahora desconocido mediohermano de Norman que buscará reclamar a Norma para sí.

En tiempos de Mad Men, Breaking Bad y The Knick los estándares televisivos se han elevado. Sería inútil pedirle a Bates Motel que esté a la altura de las mencionadas pero las interpretaciones de Vera Farmiga y Freddie Highmore son demasiado jugosas como para dejarlas pasar. Luego de sus protagónicos en Orphan (2009) y The Conjuring (2013), ella sabe cómo moverse dentro del género de misterio y él ha sabido enriquecer con maestría los gestos del Norman de Perkins apoyándose en su larguirucha complexión.

Si la primera temporada escrita por Carlton Cuse (ex Lost), Kerry Ehrin y Anthony Cipriano se apoyaba más en la psicología de Norman apostando por el terror; la segunda optó por seguir al rebelde Dylan para sumar acción. Y si bien se mantuvo la alta tasa de homicidios por capítulo y hubo espacio para algún que otro sorprendente numerito musical, lo cierto es que el nivel bajó.

Para la tercera se preparan las vueltas de la pechocha Bradley (Nicola Peltz) y del adusto Caleb (Kenny Johnson), puerta de entrada al inexplorado pasado de mamá Norma. Serán bienvenidos siempre y cuando la serie vuelva a poner el foco en esos dos que buscan ser uno. Antes de que Marion Crane llegara al motel huyendo de su jefe y de la policía con casi U$S 40.000 en un bolso, antes de escuchar de la boca de Norman que “el mejor amigo de un niño es su madre” y meterse en la ducha para no volver a salir, hubo una Norma Bates. “No me podés guardar secretos, todas las madres viven adentro de sus hijos”, decía mamá… y el hijo aprendió bien. Sabemos que la última parada es la celotipia desmedida, el matricidio y la locura. Solo pedimos que el camino siga siendo interesante.//z

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