Con una visión y energía que cambiaron la manera de hacer cine, Quentin Tarantino demuestra en Bastardos Sin Gloria que está en la cima de su carrera.
Por Mauricio Pérez Gascué
Mucho se ha escrito sobre Tarantino y cada una de sus películas. Lo que pocas veces se ha dicho es que Inglorious Basterds sea probablemente la más importante. Y no lo digo yo, lo dice él en la voz de Aldo Raine (encarnado por Brad Pitt) en la última línea de la película: “Creo que esta puede ser mi obra maestra”.
A simple vista, Quentin aborda una vez más el tema de la venganza, haciendo uso de un tipo de estilización de la violencia extrema, con la que mal acostumbró a todos sus fanáticos. También incluyó extensos diálogos que dosifican tensión y humor, con la misma maestría con la que un chef condimenta sus platos. Diálogos perfectamente ejecutados por un reparto de lujo (un all-star Americano-Europeo en el que se destacan: el norteamericano Brad Pitt, el austríaco Christoph Waltz, la francesa Mélanie Laurent y la alemana Diane Kruger), hacen de esta una película taquillera. Sorprendentemente, excluyó a todos sus actores fetiche, tales como Michael Madsen, Uma Thurman, Samuel Jackson, etc.
Con lo enumerado, bien podría haber sido una película más de QT. Pero, al verla entre líneas, nos encontramos con un filme muy discursivo. En primer lugar, cabe destacar el manejo de la tensión logrado, mostrando una madurez cinematográfica envidiable. Aquí Tarantino se sirve de una premisa hitchcockiana para retratar un momento de tensión, recurriendo a lo que el espectador sabe, pero el protagonista no. Si acudimos al ejemplo de la bomba debajo de la mesa, donde dos personas hablan sin notar su presencia, el film se convierte en una clase magistral, ya que no acude más que a un par de personajes y a la complicidad del espectador (que sabe acerca de las bombas que el guión plantea) para lograr que se contenga la respiración hasta la asfixia.
En segundo lugar, no es ningún secreto que Quentin es un cinéfilo de pura cepa. De hecho, siempre se repite la anécdota de él como trabajador de un videoclub, y en todas sus películas podemos ver y oír incontables homenajes a sus directores y películas favoritas. Pero en esta va más allá y subraya la relevancia del cine, no sólo para él, sino para la historia de la humanidad.
La venganza es, una vez más, el hilo conductor de la historia, y QT acude a ella como excusa para poder bajar línea sobre lo que realmente le interesa. Comentarios como “Porque en Francia respetamos a los directores” se van metiendo en una película bélica, como quien no quiere la cosa. Tampoco es gratuita la cita constante a Leni Riefenstahl, en diálogos entre soldados, ya que los documentales de la directora alemana fueron pilares en la campaña propagandística del régimen Nazi de pre- guerra.
Nota: Les recomiendo leer este artículo (o releerlo) una vez que hayan visto la película. No es casual que en Bastardos Sin Gloria se haya “cambiado la historia”, y menos casual es que esto haya sucedido en una pantalla. Como para que no quede ninguna duda acerca de la función del cine como vehículo de ideas, tan poderoso como para poder cambiar la historia, este es el mejor homenaje que el realizador pudo haber hecho, lo que hace tan glorioso al grupo de bastardos que lo acompañan.