Hablamos con el guitarrista sobre toda su carrera, su próximo disco solista: Empezó la cacería y cómo es tocar con Patán Vidal, Ricardo Mollo, Luis Alberto Spinetta, Andrés Calamaro, Daniel Melingo, Indio Solari y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. 

Por Matías Roveta
Fotos de Edgardo Kevorkian

Un camino fácil sugiere pensar en Baltasar Comotto como uno de los grandes guitar heroes del rock argentino: un guitarrista capaz de incendiar el escenario o el estudio de grabación con su arsenal de solos memorables. El Indio Solari, quien cuenta con Baltasar en su banda Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado desde 2004, lo definió alguna vez como un “guitarrista pornográfico”; Luis Alberto Spinetta, que convocó al violero para los shows en vivo de Para los árboles (2003) y para la grabación de Un Mañana (2008), prefería presentarlo como un “guitarrista atómico”. Pero Comotto no es solo eso. O mejor dicho: es eso y mucho más. Basta con escuchar sus excelentes tres discos solistas para apreciar una búsqueda musical que se concentra en ampliar todo el tiempo la paleta de sonidos y generar cosas nuevas: es cierto que Blindado (2011) tiene una impronta rocker y el característico sonido distorsionado de su guitarra, con riffs metálicos e influencias que se acercan al rock pesado y hasta al heavy metal, pero Rojo (2008) es un disco atravesado por la música negra (destella reminiscencias de r&b, funk, soul y hasta hip hop) y Elite (2017) abarca muchas otras sonoridades, que van del grunge, el punk y el blues a las baladas, las guitarras acústicas o incluso el spaghetti western.

Su cuarto disco será Empezó la cacería, que tendrá un pulso de rock y música electrónica. Algunos indicios están presentes en “Kiev”, el primer corte adelanto del álbum y que respira a partir de la guitarra climática de Baltasar en sintonía con los sintetizadores y las cajas de ritmos a cargo de Alejo Ferreres. A la distancia y a través de un Live de Instagram, Baltasar Comotto dialogó con ArteZeta sobre la grabación de su nuevo disco y repasó además detalles y anécdotas de sus tres álbumes anteriores. Y por supuesto también habló de sus experiencias como guitarrista elegido por el Indio Solari, el Flaco Spinetta y Andrés Calamaro o de su trabajo junto a músicos de la talla de Ricardo Mollo, Patán Vidal o Daniel Melingo.

AZ: En tiempos de cuarentena y ante la imposibilidad de tocar en vivo, ¿cómo estás llevando el día a día?

Baltasar Comotto: Lo estoy llevando como todo el mundo, en casa. Grabando y buscando sonidos, también componiendo y haciendo colaboraciones con otros artistas. Como se puede y buscándole la vuelta a este momento difícil que estamos viviendo todos.

AZ: Hace poco publicaste el videoclip de “Kiev”. ¿Es una canción que formará parte de tu próximo disco?

BC: Sí, sacamos “Kiev”, que es el primer corte de mi cuarto disco solista, que vamos a ver si lo podemos sacar antes de fin de año, pero no creo por lo complejo de la situación actual. Estamos trabajando la mezcla final y estoy muy contento por cómo está sonando. Hicimos ese video, que se armó en el marco de un festival de Billboard, con un gran amigo como Alejo Ferreres. Surgió una versión distinta a la original y estoy feliz por la repercusión y por cómo la gente recibió la canción. Ahora estamos abocados al segundo corte, que se llama “Empezó la cacería” y le da título al disco. Va a salir en breve con un video animado que va hacer mi hermano Agustín Comotto, que vive en Barcelona y es ilustrador. Estoy muy satisfecho con el resultado y porque va a ser diferente a todo lo que pasó anteriormente.

AZ: “Kiev” tiene una sonoridad atravesada por el rock y la electrónica, en parte gracias al uso de la Roland 808, una caja de ritmos que usaban Charly García y Luis Alberto Spinetta en los ’80. ¿Cómo surgió esa búsqueda?

BC: Surgió por Alejo Ferreres, que tiene esa batería Roland 808. A partir de ahí, se dio una versión distinta a la original, que habíamos grabado con batería acústica el año pasado en un estudio de Villa Urquiza. Esta versión nueva es más electrónica, gracias a esa batería Roland y a los sintetizadores que tocó Alejo, que le dieron al tema un toque más pop o techno.

AZ: ¿Y cómo va a ser el sonido de Empezó la cacería?

BC: Va a ser un disco diferente a los anteriores, es un álbum de rock o electro rock con toques de sonidos saturados o podridos y súper poderoso. En general va a ser agresivo, pero también con algunas canciones más acústicas y estamos muy contentos con el desarrollo. Lo grabamos el año pasado en el estudio Ave Sexua de Emmanuel Horvilleur y Lucas Martí, que queda en Villa Urquiza. Registramos once tracks con Juan Pablo Alfieri, el baterista de Todo aparenta normal, una banda muy buena que este año va a sacar un discazo que va a dar que hablar. Él me dio una mano con las bases y yo grabé los bajos de todas las canciones.

AZ: El camino más fácil es relacionarte con el perfil de guitar hero, alguien capaz de aportarle con su guitarra un sonido rockero y explosivo a las canciones. Sin embargo, tu carrera es muy variada y Rojo (2008), tu debut solista, está influenciado por la música negra: funk, soul y hasta hip hop. ¿Cómo recordás ese disco?

BC: Rojo es un disco de r&b, no un disco de jazz ni nada por el estilo. Está muy influenciado por el r&b de D’Angelo y puntualmente por su disco Voodoo (2000). Es un álbum distinto a los que vinieron después, que son Blindado (2011) y Elite (2017). Siempre busco el cambio, que los discos suenen diferentes y haya cosas nuevas que contar.

AZ: Entre fines de los ’90 y principios de 2000 armaste una sociedad musical con el tecladista Patán Vidal. ¿Ése fue un primer antecedente para relacionarte con los géneros de raíz negra?

BC: Patán Vidal fue una influencia máxima en mi vida musical gracias a que compartí con él muchos conciertos y festivales vinculados con la música negra: el jazz, el funk o el soul. Con Patán grabamos un disco que se llama Insomnia In The Loop (2019), que es muy bueno y se los recomiendo a todos. Se grabó acá en Argentina en los estudios ION con unos músicos increíbles y se terminó en Chicago [Estados Unidos] con sesionistas norteamericanos. Patán y Luz González [quien canta en ese disco] son para mí una referencia de la música argentina. Aprendí mucho de ellos, de los músicos con los que se vinculan y de toda esa música con groove e interacción black, que es algo que llevo adentro. Patán es como un gurú, un Dios que me influenció mucho en mi vida. Además, es un pianista excepcional y exquisito de Sudamérica.

AZ: Después de Rojo siguió Blindado, en donde recorriste el camino inverso: artistas como el Indio Solari o Spinetta te habían convocado antes para grabar en sus discos y ahora eras vos él que los invitaba a poner su voz en tus canciones. ¿Qué significó en tu carrera ese momento?

BC: Es un disco muy representativo en mi carrera. Blindado son como los cimientos de lo que venía haciendo hacía mucho tiempo y que se consolidaron en ese período. Es un disco que desarrollamos con Eduardo Herrera (ingeniero de sonido de discos de Los Redondos y del Indio), alguien que para mí es un maestro, un referente de la música argentina y del rock nacional. Él me dio la posibilidad de convencerme a mí mismo para convocar a artistas de esa magnitud: me dio la fuerza para poder decirle a Luis Alberto Spinetta, al Indio Solari o a Ricardo Mollo que quería que participaran en alguna de mis canciones. Se dio la posibilidad, gustaron las canciones y lo recuerdo como un pilar de mi carrera: una cosa mágica que no tiene precio.

AZ: Resulta muy interesante cómo esos invitados se animaron a trabajar en terrenos novedosos: por ejemplo, el Indio canta en “A lo mejor”, una canción cercana al heavy metal. ¿Cómo surgió esa búsqueda?

BC: Ése es el tema más podrido del disco. Fue una decisión que tomamos con Eduardo: elegimos ese tema y se lo mostramos al Indio para ver si le gustaba. Él lo aceptó, le gustó y surgió la chance de ir grabar a Luzbola en una situación muy íntima que dio excelentes resultados. El Indio quedó muy conforme con cómo quedó la canción y nosotros muy felices con su participación.

AZ: Varias veces contaste que Eduardo Herrera fue quien te recomendó para que entraras a Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado [la banda del Indio] y que Spinetta te convocó para la presentación en vivo de Para los árboles (2003) con un mensaje que te dejó en el contestador automático del teléfono de tu casa. ¿Cómo se dio la invitación para que Ricardo Mollo cantara en Blindado?

BC: A Ricardo lo llamé porque tenía su contacto gracias a Dylan Martí, de quien soy muy amigo. Él es un fotógrafo y artista que trabajó en muchos videos con Divididos, con Luis o con Soda Stereo. Accedí a Ricardo de esa manera y le mostré la canción, a él le encantó la propuesta y vino al estudio. Se dio todo de una manera muy familiar: cayó con un equipo de guitarra, con un budín para merendar y contribuyó con su voz increíble y con sus guitarras con efecto de e-bow en “Las Penas”. Se dio todo de una forma muy humana, natural y de contribución a la música. Obviamente yo estaba un poco nervioso por saber a quien tenía en frente, porque Ricardo es un referente para todos los músicos argentinos. Fue muy fuerte para mí el hecho de mostrarle una canción mía.

AZ: Y el Flaco Spinetta participó en “Hipnotic”.

BC: Sí, esa canción la grabamos en su estudio, La Diosa Salvaje. Tuvimos la oportunidad de que Luis nos prestara su estudio durante catorce días: Blindado lo mezclamos todo ahí. “Hipnotic” la mezcló Mariano López, un ingeniero de sonido bestial, referente de todo el rock argentino. Recuerdo haber tenido a Luis al lado mío, cantando una letra que yo había escrito y era como una anomalía, una situación muy rara (risas). Pero resultó todo muy bien y le dio una impronta muy especial a esa canción.

AZ: Con Luis ya habías tenido la oportunidad de grabar antes: metiste unas guitarras pasadas al revés y solos oceánicos al estilo David Gilmour o Jeff Beck en “Vacío Sideral” y “Despierta en la brisa”, dos canciones de su disco Un Mañana (2008). ¿Cómo fue esa grabación?

BC: Él me llamó para que grabara algunas guitarras y yo flasheé porque para mí Luis Alberto es un violero descomunal: por el buen gusto, por el sonido y la forma de componer, es uno de los mejores guitarristas que escuché en mi vida. Fue una sorpresa y no hubo mucho tiempo para aprender la canción: fui directamente al estudio y me amoldé a la situación. La anécdota que tengo es que grabé muchas guitarras y, cuando terminó la sesión, él me agradeció y yo le pedí perdón por haber grabado tantas cosas. Y él me dijo: “Mejor que haya y no que falte”. Siempre sentí esa hermandad familiar con Luis, fue alguien que me dio acceso a su mundo y la libertad para expresarme de la forma en que yo sintiera sus canciones. Fue un momento increíble, que no me lo voy a olvidar más y que me lo llevo para siempre.

AZ: El disco solista que siguió a Blindado es Elite, que acentúa la búsqueda de ampliar la paleta de sonidos de tu carrera: hay punk, grunge y blues, pero también guitarras acústicas y baladas. Una canción particular es “Sabrás Escapar”, que tiene una influencia spaghetti western y cuenta con la voz de Daniel Melingo.

BC: Es una canción que se grabó en España con Sergio Verdinelli (baterista de la última formación de Spinetta) y mi cuñado Fernando Lupano (bajista de Charly García durante más de diez años). Con ellos dos armé la base de ese tema en un estudio en Madrid durante la gira de Bohemio (2013) que hice con Andrés Calamaro: estábamos de gira allá y me hice un momento para grabar la canción. Después, en Buenos Aires se terminó la cuestión de las voces y la edición. Ahí Daniel Melingo metió su voz increíble, que le dio a la canción una personalidad particular y distinta a lo que era la maqueta. Fue un recuerdo muy lindo porque es el único tema de ese disco que fue grabado en Europa.

AZ: Con Calamaro hiciste esa gira y también grabaste algunas guitarras en Bohemio. La música de Andrés es distinta a la del Indio y a la de Spinetta, ¿cómo fue sumarte a su universo?

BC: Fue una situación diferente a todas las otras, con una banda nueva que se había armado: con algunos de los músicos ya había tocado, como por ejemplo Sergio Verdinelli, y con otros no. A Mariano Domínguez lo conocía por el lado de Illya Kuryaki y por haber tocado en alguna ocasión acá en Buenos Aires. A Germán Wiedemer no lo conocía y a Julián Kanevsky, tampoco. Fue una superbanda que se armó en ese momento para ese disco y pudimos tocar por lugares de Sudamérica, México e incluso Europa. Fue una experiencia increíble y completamente distinta a las anteriores, y siempre voy a estar muy agradecido con Andrés y con lo que nos dio.

AZ: En Elite hay otra gran canción que es “Sky (Un Tren)”, que tiene un videoclip grabado en la terraza del edificio Otto Wulff. ¿En ese lugar tu papá tenía una oficina y por eso lo elegiste?

BC: Sí, tuvimos la posibilidad de acceder a ese edificio, que es patrimonio histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Tiene una arquitectura hermosa, es un edificio muy viejo y antiguo. El video lo filmó Dylan Martí y a él se le ocurrió grabarlo en esa locación, en donde mi viejo tenía un estudio jurídico. Pudimos acceder a las terrazas con las cúpulas que se pueden ver en la filmación, que genera toda esa cosa medio vertiginosa. Salió todo perfecto y tuvimos la maestría de Dylan que lo sacó adelante, porque hubiera sido muy difícil ese video sin él.

AZ: En el video vos estás tocando con una guitarra Flying V y sobre el final aparece una leyenda sobre el año de fabricación de ese modelo de Gibson. ¿Es un tipo de guitarra especial para vos? 

BC: Eso fue puntualmente también una idea de Dylan: como un homenaje a ese modelo de guitarra. Yo de hecho en ese video toco con cuatro Flying V diferentes: dos de ellas me las prestó Emmanuel Horvilleur y las otras dos me las consiguieron distintas personas. Fue como una cosa de mantra con ese diseño de viola que es increíble.

AZ: En alguna ocasión contaste que a veces un día normal en tu vida era grabar por la tarde en Luzbola con el Indio y a la noche tocar en vivo con Spinetta. En su momento habrá sido algo muy intenso, pero ahora que ya pasó un tiempo, ¿lo podés poner en perspectiva?

BC: Era una situación muy marciana, muy rara (risas). Pero siempre estuve abocado a la profesión y al servicio de la música. Ese hecho puntual se refiere a una grabación que estábamos haciendo para un disco del Indio y después me tuve que ir a tocar con Luis a La Plata, en un concierto que hizo en un teatro muy lindo de esa ciudad. Fue una situación muy rara, pero yo en ese momento era súper consciente y sabía que tenía que fragmentarme y partirme al medio. Son dos músicas muy diferentes y con intenciones distintas. Es algo muy difícil de describir, porque pasás de un universo a otro en dos segundos, pero siempre estuve al servicio de la música y era consciente de ubicarme en el contexto y la situación que me estaba tocando vivir.

AZ: Durante esos años Spinetta también te convocó para tocar en el show de Las Bandas Eternas en Vélez, uno de los momentos históricos del rock argentino. ¿Cómo recordás esa experiencia?

BC: Ese concierto fue inolvidable para todas las personas que estuvimos ahí, porque se resumieron cuarenta años de rock argentino en una noche y en un estadio increíble como es el de Vélez Sarsfield. La convocatoria fue alucinante y los invitados eran estelares, como Gustavo Cerati, Ricardo Mollo, Charly García, David Lebón y todas las bandas legendarias que participaron: Pescado Rabioso, Invisible, Almendra, Jade o Los Socios del Desierto. Algo inolvidable fue poder aprender de todas esas bestias que había alrededor e iban subiendo para tocar y contribuir con la música de Luis, que es parte de la cultura argentina y parte de lo que estamos acostumbrados a escuchar. Para mí fue como estar en la luna.

AZ: Tu relación musical con el Indio empezó durante la grabación de su debut solista El Tesoro de los Inocentes (2004) y los posteriores shows de presentación del disco en el Estadio Único de La Plata a fines de 2005. Hace unas semanas, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado festejaron sus quince años de trayectoria con un show en streaming que contó con apariciones del Indio: para vos que estuviste desde el principio, ¿cómo vivís el crecimiento de un grupo que cuenta con un sonido distintivo y muy ajustado?

BC: Es un laburo de mucho tiempo. Con Los Fundamentalistas nos conocemos hace mucho: hace quince años que tocamos con Gaspar [Benegas] y con los integrantes del grupo, que fueron cambiando en algunos casos y nos fuimos adaptando a eso. Fue una cosa muy natural el concierto de Desde Los Satélites y tampoco hubo demasiado ensayo: hicimos cuatro ensayos y grabamos las treinta y cuatro canciones de corrido, como si fuera el formato de un recital. Se dio de ese modo tan natural y fluido justamente por eso: por el hecho de conocernos desde hace mucho tiempo, por saber cómo es el paño en el ambiente y por querer colaborar con la obra del Indio desde lo más profundo del corazón. De una manera interpretativa, pero también de compromiso con su música, con sus letras y con lo que él quiere hacer. Es algo que es parte de la historia nuestra también, por haber participado durante años de todos esos discos y shows memorables.

 AZ: ¿Cómo fue el armado de la lista de canciones?

BC: Partió de Gaspar Benegas y Pablo Sbaraglia, ellos son los que arman el repertorio. También hay obviamente opiniones nuestras, pero básicamente lo arman ellos y seguramente en conjunto con el Indio, a quien imagino que le llega ese listado y es también aprobado por él.

AZ: Una de las características del sonido de Los Fundamentalistas tiene que ver con el concepto de twin leads: dos guitarras líderes que se complementan y reparten roles. ¿Cómo trabajan eso en el estudio con Gaspar?

BC: Sí, no hay guitarras main o primera guitarra y segunda viola. Siempre nos vamos distribuyendo las guitarras con Gaspar y nos vamos remplazando: a veces uno hace las bases y el otro hace los leads o viceversa. Con Gaspar nos conocemos hace mucho, desde adolescentes, y de haber tocado juntos en otras bandas antes de Los Fundamentalistas y antes de conocer al Indio. Entonces, ya hay una química que se da muy natural entre nosotros.

 AZ: ¿Con Gaspar eran amigos desde la adolescencia?

BC: Sí, yo tuve la oportunidad de tocar tiempo atrás con la madre de Gaspar, María José Cantilo. A él lo conocí por intermedio de Theo Lafleur, un gran amigo nuestro que nos hizo de contacto. Nos conocemos desde los dieciocho años, él conoce a mi familia y yo a la suya y obviamente tenemos afinidades en los gustos musicales. Tiempo después de todo eso surgió lo que fueron Los Fundamentalistas.

AZ: Y con respecto a tu rol como guitarrista en los discos del Indio, ¿cómo es el proceso dentro del estudio? ¿Él les pide cosas puntuales, tienen libertad de crear lo que quieran o es un poco una suma de ambas situaciones?

BC: Es un trabajo difícil de explicar porque es diferente el marco y la situación de cada disco. Tuvimos la posibilidad de hacer cinco discos con el Indio y cada uno fue diferente, con instancias distintas. Él te da mucha libertad, pero también tenés que estar en la sintonía como para que él te de esa libertad. Tenés que estar muy comprometido con su música, te tiene que gustar lo que hace y tratar de dar lo mejor de vos para que obviamente haya una aprobación de lo que podés hacer. Es algo lógico, que me pasaría por ejemplo con un disco mío y con cualquier cantante que contribuyera en él. Básicamente es eso: meterse mucho en la música de él y estar en función de la música y de lo que él te está pidiendo.

AZ: Y dentro de esa obra que crearon junto al Indio, ¿tenés tus canciones o discos preferidos?

BC: Sí, tengo mis preferencias. Hay discos que, de alguna manera, los sentí más que otros. Por las canciones y por la lírica, El Tesoro de los Inocentes es mi disco preferido del Indio. Después, hay discos que me gustan mucho por la sonoridad: por ejemplo, El Perfume de la Tempestad (2010), que es un álbum que me gusta mucho por cómo suena y por todo lo que significa desde la lírica y desde las letras. Por supuesto que Porco Rex (2008), Pajaritos, bravos muchachitos (2013) y El ruiseñor, el amor y la muerte (2017) son también discazos y me encantan, sobre todo puntualmente éste último. Cada cual tiene su corazoncito en las canciones y siempre es algo muy personal.

AZ: Los shows del Indio siempre tuvieron un porcentaje alto de canciones de Los Redondos. ¿En ese caso tenés también preferencias?

BC: Sí, tengo mis discos y temas preferidos de Los Redondos como todo el mundo (risas). Puntualmente me gustan los primeros: Oktubre (1986) o Un baión para el ojo idiota (1988), por ejemplo, que tienen temazos que son parte de la cultura musical argentina. Pero soy bienvenido a todo el repertorio y todo lo que significa eso para la gente y obviamente para mí también.

AZ: Y antes de vincularte con el Indio, ¿cómo era tu relación con Los Redondos?

BC: Siempre escuché mucha música extranjera y las primeras bandas nacionales que me llamaron la atención fueron Sumo, Los Abuelos de la Nada, Spinetta, Invisible, Pescado Rabioso o Divididos. Los Redondos no me llamaban mucho la atención en ese momento hasta que los vi en vivo en Obras y me rompió la cabeza la actuación y el contacto que tenían con la gente. Eso fue en los ’90 y después, cuando empecé a tocar con el Indio, empecé a revisar un poco toda la obra y es como que terminás entrando en razón de lo que pasó: porque lo agarrás en una época más madura y con una objetividad diferente a cuando sos chico o adolescente. Y empezás a flashear con los temazos que te toca hacer en vivo, como por ejemplo la época de Momo Sampler (2000) o de otros discos más modernos de Los Redondos. Ahí es como que te empieza a caer un poco más la ficha, cuando tenés esa responsabilidad de tener que interpretarlos y tocarlos en vivo. //∆z