Escuchamos el disco debut de Ok Pirámides, especie de supergrupo formado por varios músicos provenientes de reconocidas agrupaciones, y que juntos logran una placa brillante que supera cualquier expectativa.

Por Claudio Kobelt

Un beat marcado, un espíritu desértico y un groove espeso atacan desde el primer tema llamado “El Ataúd del Rock and Roll”, el cual avanza en firme marcha hipnótica con una fuerza constante e inalterable. Así abre, golpea e impacta el disco debut de Ok Pirámides, el nuevo proyecto conjunto de Julián Della Paolera (ex miembro de Victoria Mil y La Nueva Flor), Gonzalo Campos (ex Los Látigos), Fernando Caloia y Nicolás Ottavianelli (ambos ex Turf y actuales Rispico).

La oscuridad es el ámbito, el elemento y uno de los protagonistas principales en la placa debut de los Ok Pirámides que, con claros ingredientes del new wave y el post punk – y la ineludible referencia a Victoria Mil-, ofrece quince canciones con un gran trabajo melódico, sonoro y climático, haciendo de este un disco hermosamente incorrecto y desafiante que en cada esquina parece tomar el camino más riesgoso, solo para salir triunfante de cada desafío autoimpuesto. Un álbum con una musicalidad enorme, gigante, inabarcable.

Lleno de beats electrónicos, sonoridades digitales y texturas sintetizadas, este no deja de ser un disco profundamente rockero, pues en su bella incorrección y fuerte actitud sonora es donde radica el secreto y su poder, pero también se entiende como un claro ejemplo del pop bien entendido y de gran calidad por su claridad, ritmo y energía. Si bien podemos encontrar elementos que las acerquen a un estilo musical más que a otro, las canciones de Ok Pirámides surfean entre los géneros con total desparpajo, como por ejemplo en  “Cierta frialdad”, “Un año nuevo” y “Era una flecha”, que son absolutas delicias de pop luminoso y que conviven en armonía junto a la oscuridad experimental de “Nuestra propia velocidad”, “Ne ne ne” y “Muchas faltas”, y sin dejar de lado aquellas a mitad de camino entre ambas búsquedas como “Uy! Que patada” o “Empecemos”. La voz de Della Paolera no deja de mutar tema a tema, manteniendo una esencia pero siempre convirtiéndose en otra, algunas veces más suave, otras más dura, y otras más salvaje, pero siempre al frente, liderando la avanzada sónica de manera irrepetible y distintiva.

Es recomendable escuchar este disco con auriculares para así apreciar los múltiples detalles sonoros, los diversos sonidos que se disparan en las capas de cada canción así dejar que su oscuridad entre en nosotros mientras bailamos caminando, levitando, dejando que el ritmo nos eleve hasta el suelo, nos arrastre por el cielo, nos transporte a una dimensión mejor, a una pista de baile caliente y melancólico donde las únicas estrellas son estas melodías resplandecientes y doradas de sombría simpatía.//z