BAFICI 2024: una selección
Por Gonzalo Penas

El Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires celebró su 25° edición en medio de un tembladeral producto de los ajustes económicos perpetrados por el Gobierno Nacional y avalados por el Jefe de Gobierno Porteño. En un clima de tensión, con cineastas, actores y actrices pronunciándose en defensa del cine argentino, ArteZeta reseñó algunas de las películas que más nos llamaron la atención.


En un contexto completamente adverso para el cine local, con el reciente cierre del INCAA y, próximamente, de las salas del cine Gaumont —
uno por supuesta reorganización interna y otro por la supuesta reestructuración de las salas—en el marco de las políticas de ajuste del actual gobierno nacional, el festival se desarrolló del 17 al 28 de abril. El polémico (y ruidoso) silencio de los organizadores frente al momento que pasa la cultura nacional despertó una serie de críticas en los días previos que se incrementó con el comienzo de la venta de entradas y la caída de una página web que no era la anunciada para comprar los tickets. Con el correr de los días, la página mejoró pero algunas funciones ya aparecían agotadas. ¿Exceso de acreditaciones o reservas? ¿Mala suerte a la hora de conseguir entradas para esa función? Nunca lo sabremos. Mención aparte para los trabajadores del festival y los directores presentes en las funciones, quienes sí al comenzar cada proyección hacían alusión a la coyuntura actual o, en el caso de los realizadores, leían un comunicado acordado entre todos donde se repudiaban las medidas del gobierno y se manifestaba la preocupación por la situación.

Con este trasfondo, se realizó el BAFICI 25, festival que siempre ofrece grandes estrenos mundiales y varias películas memorables que dejan momentáneamente (tan solo momentáneamente) atrás los problemas mencionados. La reposición en pantalla grande de una película de culto como es After Hours de Martin Scorsese o la histórica Paris, Texas de Win Wenders fueron algunos de los platos fuertes a la hora del siempre interesante revisionismo a ciertos directores que hace el festival. También lo fueron los ya clásicos rockumentales, o documentales musicales, que luego pasan a ser funciones históricas. Esta edición tuvo todos esos condimentos y ArteZeta se quedó con las siguientes películas.

Un Hombre Que Escribe,  de Liliana Paolinelli

La directora cordobesa Liliana Paolinelli volvió a decir presente en el festival. Luego de El Baldío (BAFICI 21), regresó con este documental sobre las memorias de Abelardo Castillo, escritor argentino fallecido en 2017. Con una cámara fija puesta desde un ángulo similar al que la autora miraba a Castillo en sus talleres literarios, el documental es una serie de entrevistas muy interesantes que recorren la trayectoria del escritor y logra captar la esencia de su inteligencia y su personalidad provocadora e irónica. La primera parte es una entrevista con la escritora María Moreno, que lejos de ser condescendiente —o de realizarle una entrevista en modo fan—mantiene un intercambio de igual a igual sobre sus pasos en la literatura y sobre las revistas que Castillo llevó adelante en la década del 60: El Grillo de Papel, El Escarabajo de Oro y El Ornitorrinco. Siempre se torna de suma importancia escuchar a un autor con tan vasta obra y contar cuestiones de su escritura, sus principales cuentos y novelas. En una segunda parte, que parece la misma que la anterior porque la cámara está en el mismo lugar y porque Castillo está vestido igual, lo que cambia es la entrevistadora. Mayra Leciñana es quien lleva adelante la continuación de la entrevista donde el autor sigue recorriendo sus memorias, conversa sobre sus diarios y sobre sus talleres. La experiencia de escuchar a una personalidad tan distinguida en la literatura argentina se torna hipnótica, en ningún momento se pierde la atención o se genera distracción alguna. El autor reflexiona, recuerda, hace chistes, las entrevistadoras acompañan y el documental logra un homenaje necesario y sumamente atractivo.

Cenizas y Diamantes, la película de Don Cornelio y la Zona, de Ricky Piterbarg 

Don Cornelio fue una de las bandas de culto que tuvo los años 80 en Buenos Aires y que luego de dos discos emblemáticos, como el homónimo debut en 1987 y Patria o Muerte al año siguiente, quedó en los corazones de todos los fans del post punk —new romantic— porteño. La importancia de tener en la banda a alguien que sea un obsesivo archivista de todo el material del grupo es lo que hace al documental una pieza histórica de colección. Claudio Fernández, baterista de Don Cornelio, tiene en su casa letras originales, flyers, registro de shows y fotos que van apareciendo en el documental mientras los miembros de la banda y amigos allegados están en el presente recordando viejas anécdotas en un galpón del barrio de La Boca. El recuerdo a Palo Pandolfo, líder del grupo fallecido en 2021, es constante y muy emotivo pero también lo es el recorrido por una escena musical que comenzaba a dar sus pasos en el under con bandas que surgían todo el tiempo durante los primeros años de la primavera alfonsinista y el retorno de la democracia. Las imágenes del encuentro se van alternando con escenas de recitales en Prix D’Ami o grabaciones caseras en camarines, ensayos o juntadas de la banda, que deja en claro la unión de este grupo de amigos que continúa hasta hoy, cuando la banda ya lleva casi 30 años separada. Este proyecto lo había iniciado Roly Rauwolf, fan de la banda, quien falleció en 2020 justo semanas antes de que el documental consiga el subsidio del INCAA, y lo continuó Piterbarg que era quien lo estaba ayudando a terminar la película. Sin dudas, todo el material es una joya para los fans de la banda pero también para todos aquellos que no vivieron esa época y se conectaron con el rock años después, lo que hace al documental una pieza arqueológica ineludible para revisitar la escena under local, con viejos himnos como ‘’Ella vendrá’’ y ‘’Tazas de te chino’’.

Yo filmé a Osvaldo Bayer, de Fabio Zurita

Escuchar a Osvaldo Bayer (historiador, periodista y escritor argentino) en estos tiempos que corren es un empujón que recarga la batería de cara a la coyuntura actual. Zurita lo filmó durante 30 años y el documental es necesario entenderlo como una oda a la amistad de Bayer con el director. El proyecto de la película se truncó en varios momentos, por eso los encuentros están espaciados y no sigue ni la trayectoria ni la bibliografía de Bayer. En cambio, sí vamos a ver tertulias, espacios donde Bayer va a dar charlas o conferencias, momentos que comparten juntos y homenajes que recibe el escritor cuando cumple 90 años, momento en el cual el director decide hacer un corte y lanzarse a producir y terminar el documental. Quienes alguna vez pasaron por ‘’El Tugurio’’, la casa de Osvaldo Bayer, seguro tuvieron que secar alguna lágrima que se les derramó por la emoción durante la proyección.

Los pequeños amores, de Celia Rico Clavellino

Una película con una historia sencilla pero con una trama que crece a medida que las protagonistas atraviesan el verano español. Teresa (María Vazquez) tiene planeado un viaje a EEUU para verse con un amor a distancia pero se queda en la casa de verano con Ani (Adriana Ozores), su madre, quien se accidentó tratando de pintar la casa. La relación entre madre e hija pasa por distintos momentos a lo largo de la película, en la que también tendrán un papel importante los pintores que llegan para terminar el trabajo que comenzó Ani. Recuerdos, introspección, desencuentros y charlas cortas y efectivas que lo dicen todo, componen un verano que no pasa desapercibido para las protagonistas.

La última de febrero, de Tomás D’Antonio y Mercedes D’Antonio

Inspirada en una anécdota que le sucedió al director, está película co-dirigida por los hermanos Tomas y Mercedes D’Antonio es una road movie que homenajea a Mar del Plata a fines de febrero. Lugares muy particulares, el frío de la noche, el agua sobre el asfalto: la presencia de la ciudad es permanente en la historia que se desarrolla a partir del regreso sorpresa de la protagonista, quien rápidamente se da cuenta que la vida en su ciudad natal siguió y ahora le costará subirse nuevamente al tren de los días. Entre su timidez y cierta vanidad, la protagonista se ve enredada en algunos desencuentros familiares, en encuentros pasajeros con amigas que ya tenían planes y una distracción que la llevará a recorrer a pie gran parte de la ciudad durante todo su primer día de regreso a Buenos Aires. 

Adrianne and the castle, de Shannon Walsh 

La directora de este muy bello documental contó luego de la proyección que vive en el pueblo de al lado donde está el castillo de Havencrest, construido por Alan St. George y su difunta esposa, Adrianne, donde prácticamente vivieron un intenso amor en un mundo de fantasía. La película tiene la voz en off de Alan, que va contando cómo conoció a Adrianne, cómo fueron viviendo su amor —tan bello como peculiar—y el dolor que le genera la soledad que tiene desde que murió su esposa. Walsh llegó al castillo por ser del pueblo vecino y logra captar las emociones de Alan y las transmite en el documental que, recorriendo la vida artística de los protagonistas, emocionó a toda la sala. Una película sobre un amor, realizada para que ese amor perdure y no muera nunca. Hermosa. //∆z