Empieza hoy el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, que este año celebra su edición número 20. En la primera entrega de nuestra cobertura, tres películas de directores consagrados.
Por Martín Escribano
Happy End (Premiere Argentina / Michael Haneke, 2017)
Michael Haneke ya no sorprende y empieza a cansar. En Happy End también se dedica a mostrar la podredumbre moral de la clase burguesa, cosa que ha hecho y muy lúcidamente durante gran parte de su filmografía, pero esta vez lo hace de manera perezosa , como si fuera un pastiche que sobrevolara los temas de sus films anteriores (miedo racial, eutanasia, suicidio, perversión infantil) sin ahondar en ninguno. Incluso Isabelle Huppert, en la que es su cuarta colaboración con el director, aparece desaprovechada: su papel lo podría haber hecho cualquier actriz. Lo mismo puede decirse de Jean-Louis Trintignant o Toby Jones. Acaso sirva para quien nunca haya visto una película de Haneke pero para quienes hemos seguido su carrera, Happy End se parece más a una sesión de tortura que a una película y lleva consigo el olor de la decadencia. Demás está decir que de final feliz no tiene nada, lo cual tampoco sorprende.
Cry Baby (Sección Focos: John Waters / 1990)
¿La Romeo & Julieta de John Waters? Puede ser, si aceptamos una versión de Romeo que se autodefine como “Cry-Baby, el delincuente juvenil más feliz de Baltimore” en la piel de Johnny Depp y líder de los “traperos” (los chicos malos), y a una Julieta (Amy Locane) algo más clásica, una de las “conservadoras” de doble apellido llamada Allison.
Allison y Cry Baby se tienen ganas, los dos cantan y son huérfanos, pero tendrán que luchar contra sus respectivas familias y amistades para poder estar juntos. Claro que esta será una historia de amor de bajo presupuesto y bastante insólita, ya que en la dirección se encuentra el “Papa del Trash”. Es verdad que Cry Baby no funciona del todo, pero eso pasa con la mayoría de las películas del invitado estrella de esta edición del festival. Aun así, tiene un elenco por lo menos pintoresco, que incluye a Patty Hearst (sí, la Patty Hearst que fuera secuestrada en los 70 por el Ejército Simbiótico de Liberación) haciendo de policía de tránsito, a Iggy Pop, que aparece como dios lo trajo al mundo sumergido en una bañera galvanizada y a Willem Defoe como carcelero, entre otras criaturas. Todo eso, además, sazonado con números musicales cincuentosos y un Johnny Depp a-la-Elvis con dosis ideales de desparpajo y liviandad.
Serial Mom (Sección Focos: John Waters / 1994)
Si bien es cierto que Serial Mom es una de las películas menos underground de Waters, hay en ella varios de los elementos que hacen de él un autor. Esta vez la crítica a instituciones intocables (iglesia, familia, prensa, justicia) se enmarcan en una comedia negra en la que se destaca Kathleen Turner como Beverly Sutphin, madre y ama de casa ordenada, prolija, amante de los pájaros y el reciclado, que vive en una hermosa casa con un jardín, dos hijos y un marido pero que tiene tendencias homicidas difíciles de reprimir. Mejor dicho, no solo no las reprime sino que en pocos días se convierte en la primera asesina serial de Baltimore, lo cual le propina una fama similar a la que adquieren cada tanto algunos asesinos devenidos en celebrities. En el que fue el debut cinematográfico de Matthew Lillard se repiten varias constantes del cine de Waters: la glorificación de la violencia, las perversiones sexuales, el gore y la cultura trash. //∆z