Es difícil pensar en otra cosa después de ver en vivo a este quinteto instrumental de Ituzaingó. Mientras ultiman los detalles de su nuevo álbum, aquí su segundo disco de estudio: melodía, rítmica, pausas, adrenalina y suspenso, interpretaciones con tensión cinematográfica, y un homenaje a King Crimson.

Por Gabriel Feldman 

Oh rey, santificado sea tu nombre, tus acordes, tus innovaciones y tu unión-musical-civil con Adrian Belew. ¿Por qué no se casan, adoptan e instruyen a un hermoso chinito? O africanito, da igual.

Te perdonamos tus más polémicas camisas, como comprendemos tu sobriedad de señor Inglés, y esa necesidad de crear clones en tu escuelita, señor extraño. Cumpliste tu cometido: se puede hacer rock (y no ver disminuidas las capacidades intelectuales).

Sólo nos queda decir, de noche y frente a un espejo:
¡Fripp, Fripp, Fripp!
y de un sillazo encontrar la muerte

Pero antes de que nos desnuques con las bondades de tu asiento, te agradecemos, oh rey carmesí, que hayas sido una de las tantas influencias de un grupo de pibes de Ituzaingó que no tuvieron mejor idea que juntarse en el 2004 para conformar una banda instrumental: hacer dos discos increíbles y estar preparando uno que seguro va a dar que hablar. Ya hay algunos registros de lo que se viene, están los videos colgados en vimeo y youtube, señor; documentos audiovisuales que formarán parte de Do It Together (DIT), un documental dirigido por Alek Riquelme que pretende retratar el compromiso de las bandas independientes a escala global, explorando las nuevas formas de creación e intercambio de sonidos en esta era donde la autogestión se fusiona con la tecnología, las redes sociales, el financiamientos colectivos, el compartimento de datos online, el ‘pone tu precio’ y las descargas gratuitas.

-Pero entras, ¿no? ¿Ya está tocando Defórmica? (17:57)
-Sí, estoy adentro. Están tocando y por suerte hay olor a porro. (17:59)
-Estoy en la esquina. (18:02)

 

 

Usted los tendría que haber escuchado en la sala E del Konex durante el Festipez. Ese salón era un hervidero y esas columnas de mierda, con sus respectivos focos de colores, complotaban con el calor. ¡Malditas sean! Pero había que estar ahí, transpirando. En trance. Como iban tejiendo sus intrincadas melodías dejando que los más desinhibidos desplegaran sus psico-bailes –  mucho movimiento de brazos, cabezas y pelo – y que los otros, los que se los encontraron ahí sobre el escenario como en una cita a ciegas, terminaran obnubilados prestando toda su atención ante tamañas interpretaciones. ¡La aplanadora del prog-rock!, le decía entre risas un pibito a su amigo. Y ni tendría quince años el mocoso, pero cuánta razón.

Páramo es el segundo disco de Defórmica: Alejandro Carrau (piano Rhodes, órgano Hammond, sintetizadores y barba), Leo Ghernetti (guitarra), Nicolás Pedrero (guitarra), Chino Vega (bajo y postura ramonera) y Martín Benito (batería). Y aunque sea tan rico en el aspecto rítmico y melódico, en vegetación sonora al fin y al cabo, con composiciones vertiginosas y dramáticas, le pusieron Páramo. ¿Humor inglés? ¿Ya es de noche? ¿Dónde está el espejo?

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