Tercer álbum de Lumbre: once canciones, ¿un cuento para niños? El trío Calvo-Antonaccio-Sánchez, locura, invitados, muchos instrumentos, nuevos sonidos y formas. Bienvenidos a los confines de la canción-experimental, material inflamable.

Por Gabriel Feldman

Este disco debería tener inscripta la leyenda: “Lo imprevisible como posible”. Tal vez no muy grande para que no arruine el arte de tapa: “Lumbre / Lo que Juan puede hacer y no se anima” y más abajo como si fuera la letra chica de un contrato: “Lo imprevisible como posible”. O estaría bueno ponerle una etiqueta: así como hay discos con letras explícitas o que incluyen tal o cual hit, que haya un sticker que te avise de antemano que lo imprevisible, en Lumbre, es una posibilidad latente o incluso la única realidad.

Si bien en las diferentes ramas del arte se habla de la libertad para crear y otros blablablás, lo cierto es que no siempre el artista se anima (o lo dejan) correr riesgos. Hay que maniatar a lo imprevisible, le dicen. Para qué arriesgarse… Si estamos tan cómodos como estamos…

Pero esto que felizmente te vas a descargar es lo que Lumbre puede hacer y se anima, un disco donde cada canción es una aventura. Y sí, lo imprevisible es posible. O es lo único que hay. Los resultados finales los muestran atravesando diferentes territorios: pueden ser un trío de guitarra-bajo-batería más convencional, una orquesta industrial endemoniada o fantasmas deformes en loop permanente. O algo más… y tocar vidalas convulsionadas entre loops, guitarras y balalaikas… Imprevisibilidad.

Elvio Antonaccio puede estar en el bajo, cantando armoniosamente, y Hernán Calvo en su papel de guitarrista-productor. O no. Y entonces se juntan en el verano de 2011 a grabar después de estar dos meses sin tocar para sacar un par de temas de éste, su tercer disco. ¿Y si Carlos “Melena” Sanchéz no conoce los temas de Elvio y Hernán? Mejor. Porque, como aseguran, él en la batería tiene ese don de no conocer los temas y tocarlos a la perfección. ¿Y si Hernán prefiere largar la guitarra para concentrarse en sus distintos órganos? También es posible. ¿Y si prefiere meter una percusión confeccionada con una batería electrónica y cacharros en un loop percutivo mala onda? Acaso no es así como suena la desilusión. ¿Y si están grabando en vivo y Elvio empieza a gritar frases como si fuera Travis Bickle frente al espejo en “Taxi Driver”o Susana Giménez indignada, poseída por andá-a-saber-que-demonio (¡¿Me estás hablando a mí?! ¡Hay que matarlos a todos!), pierde la razón y acaba hilvanando frases en un idioma inexistente -lo más cercano a gritar en un alemán de mierda– y se terminan sumando el “dúo corneta” de Omar Grandoso (trombón) y Agustín Martiré (saxofón)? ¡Viva! Qué mejor que esos caños y un idioma desconocido – ¿o será alemán de mierda?– para darle ese aura diabólica al tema. ¿Y si Elvio no da más y se caga enfermando en el proceso de grabación? Mejor, no se puede desaprovechar esa oportunidad de tener tomas de su voz en esas condiciones óptimas. ¿Y si esto…? ¿Y si lo otro…? Lumbre, rock raro.

Lo que Juan puede hacer y no se anima es un álbum entrañablemente personal que habla de miedos, desilusiones y sueños. Bien podría ser un libro infantil con un personaje, un niño, que se inicia en un viaje de descubrimientos y auto-realización. Quién mejor que un niño para descubrir y para ser corrompido: aquél que todo lo ve por primera vez con ojo virgen y sin prejuicio. Un recorrido que tiene un principio en el útero de “Inocencia” pero se trastoca por default (“Fin de la inocencia”: es tan fácil asustar a un niño / ¿por qué no dejan crecer a los niños desde adentro?) y empiezan las distintas desilusiones que surgen con el entorno y con uno: uno mismo, el presente, el futuro y el entorno: con uno mismo, la soberbia, con los errores, las sensaciones, los otros: con uno, con los reclamos de los otros, con el presente que vivimos, y con un futuro que traiciona: en un loop huracanado que parece que arrastra todo a su paso. Personas en loop: desilusiones que surgen con el entorno y con uno(Pausa). Ya no quiero ilusionarme y caer: hay otra forma de hacer las cosas. Recuperar la inocencia, reencontrarnos.

En medio de su peculiar arquitectura sonora Los Lumbre nos relatan su cuentito y nos dan algunas pistas. El final escuchalo vos. (No esperes nada de nadie). Ahora siento la necesidad de hundirme en mi cama como si fuera un Mark Renton colgado de heroína y sólo flotar en ese limbo amniótico llamado “Inocencia”. ¿Y si pudiera volver a ser un niño de ocho años que sabe el nombre de los huesos y arma dinosaurios de cartón…?

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