El duo español Hidrogenesse hizo estallar Niceto Club en una fiesta salvaje e inolvidable que tuvo a 107 Faunos y a Santiago Motorizado como invitados especiales.

Por Claudio Kobelt
Fotos de Candela Gallo

Una canción de Pavement suena de fondo y una pareja se besa mientras Santiago Motorizado comienza a enchufar y hacer sonar su guitarra. Sus canciones son baladas de amor simples y descarnadas. No se pierden en cavilaciones ni pensamientos abstractos y poseen un diálogo directo con el objeto de su afecto, esa eterna “nena” cruel. Cada letra es una confesión, un discurso amoroso hacia una escucha paciente y decisiva. Conversaciones murmuradas en la oscuridad de la habitación, o un mensaje privado enviado de madrugada empujado por las olas de birra y dolor. Y Santiago es el portavoz justo para esa alocución: a él se le cree, se lo visualiza como un sentido interlocutor y en esa transmisión pura y emotiva se lo abraza con los ojos y el aplauso, como él abraza a los oyentes, suave pero para siempre, con su poesía y con su voz. Luego de hacer sonar “El Gomoso”, se despide y el telón se cierra, pero el grito y ovación del público logran que vuelva para la despedida con una suave y celebrada versión de “Alguien como yo”, de Embajada Boliviana.

Hidrogenesse en Niceto. Foto Candela GalloLuego es el turno de 107 Faunos, quienes inician su avalancha sónica y romántica con “Días Dorados” y “El pueblo”. Existe una bravura descarada en cada show Fauno, y ésta no es la excepción. Sus canciones son poseedoras de una luminiscencia desordenada que impacta y se multiplica, una catársis tierna, desbordada y bienvenida. Alternando temas de todos sus discos a la fecha, dejan claro que, más allá de la descarga sonora y un ritmo nervioso, son dueños de una narrativa sensible, redactores ansiosos de una bitácora de observación del realismo mágico titilante en el corazón del barrio.

Hidrogenesse en Niceto. Foto Candela GalloBienvenidos al futuro” saluda Carlos Ballesteros, para a continuación arrancar con “Siglo XIX” y así dar inicio formal al primer show de Hidrogenesse en Argentina. Carlos está vestido con una bermuda con motivos de ladrillos, una camisa de mangas largas y una gorra pequeña, mientras que Genís Segarra está enfundado en una ajustada malla color piel que le cubre desde los hombros hasta las rodillas, y calzado con unos zapatos de charol de taco alto, certificando entre ambos el particular cuidado estético acorde a su peculiar sonido. Hacen sonar “Dos tontos muy tontos”, “Elizabeth Taylor” y “El hombre de barro”, todas cantadas y bailadas por un público exultante que a esta altura de la noche colma Niceto de principio a fin. La danza se desata ferviente, cientos de cuerpos agitándose en jubilo bajo el dominio de ese tecnopop ácido y esquizoide. Un pulso nervioso y mutante que fractura las estructuras de la canción, pervirtiéndola más y más en cada beat.

Hidrogenesse en Niceto. Foto Candela Gallo“Caballos y ponys”, “No hay nada más triste” y “Christopher” despiertan grandes ovaciones, enérgicos gritos de alegría celebrando cada ocurrencia dicha y cada tema disparado por el dúo español. “Eres Pc, Eres Mac” y “That international rumor” detonan la pista y mientras los asistentes bailan, los Hidrogenesse demuestran un dominio innegable de la escena, como si ese escenario siempre hubiese sido suyo, con un estilo irreverente y cercano a lo absurdo y lo teatral (“Esto es teatro malo” habían dicho al presentar “Christopher”, para luego realizar una divertida interpretación). Mientras Ballesteros se pasea con movimientos espásticos, se conecta con el público y cumple a la perfección su rol de cantante líder, Genís manipula los teclados con austera simpatía y firme decisión, como el comandante de una nave caótica pero infalible, explosiva pero controlada, de una inesperada excelencia y sorprendente poder. Con precisión mecánica y un profundo amor por el caos, Carlos Ballesteros y Genís Segarra son como dos robots hackeados, mezclando el rigor electrónico y la pasión por el error.

Hidrogenesse en Niceto. Foto Candela GalloVamos a tocar la canción que seguramente ha hecho posible que hoy estemos lejos de casa” anuncia Segarra, para en seguida arrancar con “Disfraz de tigre”. Inmediatamente el público explota en un pogo masivo y un canto sin límite y a los gritos, resultado directo de la ejecución del mayor hit de los Hidrogenesse, el punto más alto de la noche. Cada disparo del bombo pega en el blanco, despertando una marcha fervorosa, una celebración tribal para esa gesta electro imposible e incasillable, y es en esa libertad animal, en ese sonido deforme, en esas canciones sin tiempo ni lugar, que los Hidrogenesse encontraron cómo diferenciarse del resto de los grupos del tecnopop español. Carlos y Genís comienzan a despedirse, pero nadie quiere irse a casa. Esta es la fiesta perfecta, la que rompió el molde, la que sorprendió y dio mucho más de lo que se esperaba, la que quedará grabada a fuego en la memoria de los presentes como uno de los shows del año, una velada con canciones que nos iremos cantando hasta el próximo verano. Una noche más que lograda de pop sacrílego, incómodo y raro, una atmosfera candente y sucia, y un clima inesperadamente cercano a la perfección.//z

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