El multiinstrumentista de los Arcade Fire, Will Butler, presenta su primer trabajo solista, y lejos de ser un disco inefable, construye un confesionario autobiográfico en formato canción.

Por Joaquín Cruzalegui

“Las personas tienen distintos niveles emocionales. Especialmente cuando uno es joven.” Declaró Bob Dylan enfundado de negro cuando charlaba sobre su música y su reciente práctica de lo que luego se transformaría en el nuevo rock. Sus gafas negras sonreían pero su expresión era desafiante, la iridiscencia de la Stratocaster negra se transformó en el símbolo de la reinvención.

El Arcade Fire Will Butler presenta su primer álbum solista, Policy (Merge Records, 2015.) Diez años pasaron para que el enérgico instrumentista saque su primogénito a la luz. Este disco es la consecuencia de un sonido compuesto, estrictamente norteamericano que se encuentra lejos de la violencia lúdica de los primeros años de Arcade Fire (Funeral de 2004 se puede tomar como referencia con “Power out” o “Rebellion”, ojeras y transpiración). La aventura musical que propone Will lo pone como un héroe nostálgico del rock que tiene como objetivo rescatar ciertos matices suburbanos del punk, pequeñas ideas del new wave filoso y lo maleable del rock ‘n roll. ¿Lo logra? Sobrevive.

Ocho temas en casi cuarenta minutos resumen una idea centralizadora con varias anotaciones al margen de la hoja: la canción como doble forma de expresión, la más antigua y la más moderna en la música popular. Will conserva la chispa que lo caracteriza y la producción se remonta a los discos de los Violent Femmes o The Libertines. Hay compases rítmicos llevaderos, poca experimentación con brochazos del Lennon viajero, y estribillos livianos. Se destaca la arremetida de “Something’s coming” con una corriente eléctrica de guitarras velocistas. Aunque no se tomen riesgos en esta producción, hay una versatilidad inestable que es tan atractiva como la presencia de sacrificio físico del menor de los hermanos Butler sobre los escenarios.

La curiosidad de este disco: fue grabado en una semana en el cuarto de Jimi Hendrix, hablamos de la habitación que el zurdo mágico tenía arriba de Electric Lady Studios, en el Greenwich Village de Nueva York. Jeremy Gara colaboró con las baterías y Butler grabó casi todos los demás instrumentos.

En la balada, o dosis mínima de balada, “Finish what I started”, tercer tema del álbum, acompañado de un piano meloso –que va de la mano con una voz quejosa y que en este preciso momento reflota una confesión lo más parecida a un sincericidio posible– se condensa la fuerza que termina transmitiendo el disco como obra conceptual: “Hice lo mejor que pude/ pero lo mejor terminó siendo tibio.//z

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