La escritora brasileña habla sobre su último libro, Entierre a sus muertos, su interés por la masculinidad y la violencia y la periferia como terreno fértil para sus historias.

Por Alejo Vivacqua

Fotos por Pablo De las Mercedes

Hace unos años, durante la promoción de su película Django Unchained, Quentin Tarantino increpó al periodista inglés de Channel 4 que lo entrevistaba porque había querido indagar, de forma insistente, en su predilección por la violencia a lo largo de su filmografía, y en cómo ella se relacionaba con la vida real.

Como era previsible, la reacción del director se volvió viral. Pero lo que ese enojo dejaba en evidencia no era tanto el hartazgo por la pregunta —repetitiva a lo largo de los años, pero genuina al pensar en un país con semejante nivel de enajenación como Estados Unidos— sino la falta de autoconciencia que un autor, en este caso uno de renombre, puede tener de su propia obra. Al fin y al cabo no era la primera vez que se podía pensar en Tarantino como en alguien aficionado a la violencia gratuita, un rasgo que, dejando de lado su calidad como cineasta, exalta más su costado fetichista que el de narrador de historias.

Y junto a esa inquietud por la violencia y por cómo esta se inserta de forma justificada en una trama puede pensarse también el proyecto literario de la brasileña Ana Paula Maia (1977). Siete novelas publicadas —O habitante das falhas subterrâneas (2003) como punto de partida—, relatos desperdigados en distintas antologías y una obra bífida que se divide con el trabajo audiovisual le dan continuidad a una estética y a un universo particular en el que los personajes —masculinos, casi en su totalidad— son empleados en mataderos, recolectan cadáveres de animales o creman a los muertos. Los pocos espacios de ocio por fuera de la rutina se reparten entre el cigarillo, la cerveza y las apuestas. Una vida práctica, en apariencia mecánica, realzada por una escritura libre de florituras.

En Entierre a sus muertos (Eterna Cadencia, 2019), su último libro, la brasileña retoma de novelas anteriores a uno de sus personajes principales, una maniobra de entrecruzamiento que se repite en casi todas sus historias: de aturdidor de ganado en De ganados y hombres (2015) Edgar Wilson pasa, en este nuevo relato, a trabajar en la remoción de animales muertos que quedan tirados sobre la ruta. Junto a Tomás, un cura católico excomulgado que ofrece la extremaunción a hombres que agonizan por accidentes viales, Edgar recorre la zona en su camioneta, mientras mira, con cierta incomodidad, el avance del evangelismo a su alrededor. Un día rompe las normas y recoge el cuerpo de un ser humano, algo que, en principio, tiene prohibido como el resto de los empleados.

En la pasividad y el desapego con que Edgar y Tomás intervienen en un espacio deshumanizado parece estar la búsqueda de Ana Paula Maia, que una mañana de principios de mayo, en un paso fugaz por Buenos Aires para presentar la novela, se sentó a charlar con ArteZeta.

AZ: ¿De dónde nace tu gusto por este tipo de ficción, de mundos hostiles, violentos, viriles? 

Ana Paula Maia: Todo lo que escribo surge de las cosas que vi en cine, de las cosas que leí. Me gusta mucho el western norteamericano, y también Sergio Leone es un referente para mí, así como  muchas cosas del cine de la década del 80 que vi en mi infancia. Todo eso fue muy importante porque no salía mucho a la calle. Estaba lejos de la playa, lejos de todo, y me gustaba quedarme en mi casa viendo la televisión con mi hermano, que es siete años mayor. A él le gustaban mucho los westerns. Y en la región de Brasil que yo vivía estas cosas estaban muy presentes en la televisión, en los cines. Yo escribo también guiones para televisión, pero esto que hago en mis novelas es una construcción de todas las películas que vi, de todos los libros que leí. Los escritores rusos fueron muy importantes también, así como algunos filósofos. Tengo una formación muy clásica por el lado literario y muy pop y contemporáneo por el lado del cine.

AZ: En ese universo que reflejaban muchas de las películas que te gustaban, ¿ves alguna similitud con la realidad del interior de Brasil?

APM: Para mí toda zona rural, distante y alejada, es parecida una a la otra. En Brasil, Argentina o Estados Unidos. Todos tenemos una atmósfera muy particular y muy parecida también. Están los ganaderos, los representantes de la policía, de la iglesia. Son cosas que ya vienen como programadas.

AZ: La famosa BBB (Biblia, Bala y Buey).

APM: Exacto. Quizás en Estados Unidos es una característica más de Texas, y tienen otras cosas parecidas. Aunque tenemos cosas distintas también. En Brasil no tenemos liberación de las armas.

AZ: Por ahora…

APM: Bueno, sí, ahora desde hace cinco o seis meses se está queriendo hacer eso. Y también en estas zonas existe la clandestinidad. Es una característica de Brasil y de las zonas que no están en el centro. Por eso mis historias nunca están en el centro, prefiero que estén en la periferia, porque es más permisivo para hacer las cosas.

AZ: ¿Lo urbano te interesa menos?

APM: Solamente está en mi primer libro, que para mí no cuenta mucho porque es muy distinto a todos los otros. Me gusta pero yo creo que empecé mi obra ficcional a partir del tercer libro. Mi proyecto literario empieza un poco en el segundo pero aún no se ve del todo lo que yo quería. A partir del tercero pienso que las cosas toman fuerza y todo ocurre en el mismo universo. Los personajes dialogan entre sí.

AZ: Te preguntan mucho por la ausencia de personajes mujeres. Quizás convenga, entonces, ir por la inversa y preguntarte si te molesta que te hagan notar esa “falta”.

APM: Sí, porque es una característica de mis novelas, y hay muchos hombres que escriben sobre hombres y mujeres. Yo soy la única mujer en mis historias. En Entierre a sus muertos está Nete, pero aparece muy poco, y por radio comunicador. Era interesante tener a ese personaje, a esa voz femenina que se comunica a través de una radio y que no es tan femenina. Es solo una voz en una radio y que nunca vemos. Solo al final del libro, porque está buscando a su prima, Berta. Pienso que en los universos de mis novelas no hay espacio para las mujeres. Las mujeres están haciendo otras cosas. No están faenando los cerdos o el ganado. Me gusta estar con los hombres en esos espacios, es más interesante para mí, son compañeros en este espacio de la literatura. Y pienso que va a seguir siendo así. Escribo sobre mujeres pero en otro formato, en los guiones audiovisuales. En la literatura no.

AZ: Además de la lectura sobre la violencia en tus novelas, aparece el mundo laboral y cómo ese ambiente moldea a los personajes. ¿Por qué te interesa ese ámbito?

APM: A mí no me gustan mucho los personajes en crisis, reflexivos, que piensan mucho, que van al terapeuta. Eso pasa en las grandes ciudades. A mí me interesa el hombre más simple, que trabaja, que hace las cosas más prácticas.

AZ: Aunque en esta novela el personaje de Edgar tiene sus momentos…

APM: Sí, cuando para de trabajar y se pone a fumar un poco, o a hacer otra cosa. Pero tiene un pensamiento muy particular, que es interesante, que es algo que se proyecta, que no es reflexivo. No hay tiempo para eso. Toma café, fuma, toma cerveza, paga las cuentas. Para esos personajes la vida es muy práctica, a mí me gusta eso de ellos. Aunque sí hay conflictos y hay una manera de hacer las cosas. Matando, por ejemplo. Pero eso es una cosa que ocurre, que es natural.

AZ: ¿Te sentís cómoda con la extensión de la novela corta?

APM: Me gusta, sí. Tengo un aliento corto para escribir, y me gustan esas historias. Puedo leer novelas largas, no hay problema, pero para escribir prefiero historias más cortas, se adaptan mejor a mi objetivo.

AZ: A pesar de que en tus libros hay una visión oscura se podría decir también que los personajes tienen cierta humanidad, cierta inocencia que choca (o se complementa) con ese clima hostil. ¿Te interesa el contraste?

APM: Hay algo de eso, sí. Es un universo tan particular que tiene sus leyes propias. Como en el far west. Nunca tenemos al hombre que es totalmente bueno, pero sí que es justo en su accionar. Aún cuando está haciendo algo que es malo, en ese momento está siendo justo. Los personajes tienen un poco esa característica. Hay algo de justicia cuando están dentro de una determinada situación. Es la ley del far west pero con una profundidad que, creo, va para el lado de los escritores que me influenciaron mucho, que son los rusos. Es una mezcla.

AZ: Para seguir con el western, a John Ford le decían que su visión del Oeste se fue oscureciendo con el paso de los años. Teniendo en cuenta algunas escenas de Entierre a sus muertos, como la de la secta que hace un ritual junto a una fogata, ¿pensás que tu universo también se fue volviendo más sombrío?

APM: No sé si tanto por ese lado, pero sí fue cambiando la manera de escribir. Uno va evolucionando, va escribiendo cada vez mejor, y a mí me gusta mucho el resultado de Entierre a sus muertos porque no estaba planeada para ser escrita. Había terminado Así en la tierra como debajo de la tierra, y esta última fue un encargo. Así que estuve un año, necesité pensar, necesité crear y estaba muy cansada del libro anterior, pero fue una experiencia muy interesante porque yo quería escribir sobre las carreteras. Y en principio Edgar, el personaje principal, no tenía lugar. Pero lo tuve que traer de libros anteriores.

AZ: Esto quizás no es tan perceptible para vos como autora, pero en algunos pasajes de Entierre a sus muertos al narrador se lo nota con cierto enojo, con un tono de desprecio. Como cuando habla del evangelismo, por ejemplo (“Dios está vivo y quiere matar, quiere venganza”). Hay un estilo vehemente que no estaba en libros anteriores. ¿Lo notás?

APM: Pienso que sí, porque hay una atmósfera mucho más densa. Eso que citaste es real, es una cosa que se dice en algunas iglesias evangélicas, es un pensamiento de un Dios vengativo, del Viejo Testamento. El del Nuevo es compasivo, pero el del Viejo no. Y esto no fue pensado, pero mientras pensaba en esas carreteras siempre estaba presente un río. En casi todos mis libros hay un río cerca, que atraviesa todo mi universo ficcional, y en esa escena en la que hay un bautismo encontré la manera de hablar de algo que no se entiende bien qué es lo que está ocurriendo y que es un aspecto que, en principio, parecería bueno, pero que es muy oscuro.

AZ: Te suelen asociar con la literatura de Rubem Fonseca, pero más allá de la violencia no parece haber tantas similitudes. ¿Cómo lo ves?

APM: Me gusta Fonseca, pero es otra perspectiva muy distinta, es más urbano, más del género policial. Pero como hay violencia dicen “ah, se parece…”, porque siempre es necesario tener alguna referencia. Ahora, con siete libros publicados, ya me comparan un poco menos (risas).

AZ: Hay una  continuidad en tus libros, de temática, de estilo, en los personajes. ¿Te preocupa la repetición?

APM: No, a mí me sigue interesando escribir sobre este universo. En De ganados y hombres, por ejemplo, hay un personaje llamado Bronco Gil, que es el capataz de un matadero, y que aparece también en Así en la tierra como debajo de la tierra. Pero esa novela ocurre antes, es un tiempo anterior, y la continuación es De ganados y hombres. Y en Entierre a sus muertos hay un diálogo en el que Edgar Wilson habla con Tomás y mencionan a Bronco Gil. Entonces es una conexión de este mismo universo, pero cada historia es un tema aparte. En otro libro yo quiero tener a Bronco Gil, a Tomás y a Edgar, los tres juntos. Son cosas que voy descubriendo también mientras voy escribiendo. Como decía, en la literatura escribo este universo y en los guiones hago otras cosas que me gustan más, cercanas a lo sobrenatural y a la ciencia ficción. Pero eso es otro proyecto distinto. Es otra faceta que me interesa mucho pero que no utilizo en la literatura.

AZ: ¿ Hubo adaptaciones al cine de tus novelas?

APM: Hay una adaptación de mi segunda novela que saldrá pronto, pero yo no escribí el guion. Y Entierre a sus muertos es un libro que nació, como decía, como encargo para el cine. O para televisión. Un productor tiene los derechos. Yo no podría escribir ningún guion de mis novelas. Pienso que me va a gustar ver mi novela adaptada al cine, así que estoy esperando.

AZ: ¿Estás en contacto con colegas escritores/as de Brasil? ¿Qué autores/as te gustan?

APM: Ahora un poco menos. Estoy leyendo menos, porque no tengo mucho tiempo. Lo último que leí fue La Uruguaya, de Pedro Mairal. No salgo mucho, pero en alguna feria o evento específico sí, tengo contacto, conozco a muchos escritores. Me gusta Carol Bensimon, de Porto Alegre. Es muy buena, es interesante. Pero no estoy leyendo muchas cosas, salgo poco y tengo poco tiempo.

AZ: Algo debe tener Curitiba, donde vivís, porque ahí reside también Dalton Trevisan, que es famoso por ser ermitaño. 

APM: (risas) No hay muchas cosas para hacer en la calle. O estás comiendo o bebiendo. El clima es un poco más frío, entonces para mí es bueno para estar en mi casa trabajando. Produzco mucho más así. Pero nunca fui una persona de salir mucho. Curitiba es una ciudad de muchos escritores. Hay un ritmo tranquilo, más contemplativo. Me gusta mucho el estado de Paraná, y no está en mis libros pero sí en mis guiones. Para el público no es una parte muy conocida de Brasil. Se conocen Rio, San Pablo, Bahía, el nordeste, cosas así. Paraná no. Está muy lejos. Y es muy interesante para hacer cosas, para pensar historias. Por eso mi primera serie para televisión transcurre en Paraná.

AZ: Por último, no te pregunté por Bolsonaro porque está implícito en muchas de las cosas que hablamos: el evangelismo, la violencia, la justicia por mano propia…

APM: Sí, Entierre a sus muertos lo escribí en 2017, Bolsonaro casi “no existía”. Pero cada vez que escribo algo, algo ocurre (risas). //∆z