Alta Cumbia llega para darle a la cumbia el lugar que merece en la historia musical argentina, de la mano de un relato prescindible que busca conectar los testimonios. Pablo Lescano; Hernán Coronel, de Mala fama; y Ariel “El Traidor” Salinas,  de Pibes Chorros, entre otros, narran en primera persona sus experiencias como protagonistas de la gestación de un nuevo género musical.

Por Sofía Speca

Teniendo en cuenta trabajos como La guerra por otros medios (2010) podría decirse que el cineasta, Cristian Jure, tiene un interés particular por las formas de expresión populares y subalternas. En esta ocasión, se adentra en el universo del género musical que le dio voz propia a los principales excluidos de la cultura, la cumbia villera. Con un ritmo narrativo irregular y mucha psicodelia, Alta cumbia es una celebración de la cumbia, un homenaje a sus referentes y una reivindicación de la música popular como espacio de lucha social.

La película reúne elementos de la ficción y del documental. Comienza narrando la experiencia de Fanta, un vendedor de CD’s truchos que se mudó a una villa luego de perder su trabajo durante la crisis del 2001. Es contactado por Carlos, productor y su antiguo jefe, para realizar un programa de TV sobre el origen de la cumbia. La historia de Fanta intenta funcionar como hilo conductor para recorrer los diferentes escenarios de la cumbia y entrevistar a los pioneros del género. El guión representa la clásica rivalidad entre “cumbieros” y “chetos” a través de las discusiones que Fanta tiene con los productores del programa. Son estos últimos los que expresan los prejuicios que las clases altas del país tienen sobre ese tipo de música y sobre sus intérpretes.

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El film transita por las dos facetas del inicio de la cumbia. La primera de ellas fue la discriminación hacia los músicos y a los habitantes de las villas, la censura del gobierno y las adicciones que perjudicaron la vida de algunos cantantes. Pablo Lescano, líder del grupo Damas Gratis, y El Pepo, ex líder del grupo Los Gedes, cuentan cómo el consumo de drogas los llevó a alejarse de la música durante el inicio de sus carreras. La segunda faceta es la que Fanta denomina “la revolución de la cumbia”. Letras que testimoniaban la realidad y las costumbres de las clases populares, una melodía que invitaba a bailar a un sector de la sociedad que estaba siendo azotado por una fuerte crisis económica, y que se fue colando en todas las fiestas argentinas, y un mensaje contestatario hacia las autoridades.

Con un estilo similar al del director César González, Jure recorre la villa con la cámara y muestra pequeñas escenas de la vida cotidiana, mientras suenan las cumbias más conocidas de Damas Gratis, Supermerka2 y Mala Fama, entre otras bandas. Aborda el tema de la estigmatización a los cumbieros con sencillez y sin caer en el golpe bajo.  Recurre a primeros planos de los vecinos que miran fijo a la cámara y a la canción “Alma Blanca” de Meta Guacha que sentencia: “no me digas negro, soy igual que tú”. El uso de colores saturados para resaltar elementos de la escena, destellos y otros efectos especiales generan la sensación de estar mirando un videoclip, sensación que se ve reforzada por imágenes de los recitales.

Las actuaciones de Fanta y del resto de los protagonistas no convencen y la historia interrumpe el dinamismo creado por las entrevistas y los poderosos testimonios de los músicos. Lo que lleva a preguntarse por los motivos que llevaron al director a optar por introducir la ficción en un documental que probablemente hubiera funcionado mejor de haber mantenido las purezas del género.//∆z