Gran Martell editó su nuevo disco en el que conjuga tradición y experimentalidad, en una demostración de que la inquietud es el motor de la creación artística

Por Matías Roveta

En apenas poco más de un minuto con “Metamorfosis”, la canción que abre el flamante 4, Gran Martell traza un puente entre el pasado y el futuro: el rock volcánico conducido por la guitarra con pedal wah-wah de Tito Fargo recupera el sonido de power trío valvular de Dos Huecos (2008), pero al mismo tiempo el título de este track instrumental sugiere la idea de seguir buscando cosas nuevas y apostar al cambio artístico como norte. Una banda inquieta –que completan Jorge Araujo en batería y voz, y Gustavo Jamardo en bajo- que transitó los caminos de la canción estilizada con cuerdas y guitarras acústicas con el excelente combo doble de Un volcán (2010) y Un volcán, lado B (2012), y que ahora con 4 se sumerge en las aguas profundas de un trance musical oscuro. Mucho del disco está construido sobre los cimientos de canciones downtempo con líneas de bajo pesadas, sintetizadores ominosos que reptan sobre las bases y ritmos sugerentes de Araujo que crea mantras musicales a puro golpe paciente. Sobre eso, Fargo –verdadero centro creativo de Gran Martell y además productor de la banda- colorea a gusto a partir de su formación completa en la cultura rock: un tipo que tocó con Luca Prodan en La Hurlingham Reggae Band, secundó en guitarras a Skay en Gulp! (1985) y Oktubre (1986), y tuvo un largo recorrido como músico en España. Así, puede ponerse en la piel de un guitar hero con solos flamígeros (“Redes”), regalar momentos delicados desde un ukelele (“Kontiki”) o crear climas de abstracción noise con un pedal de delay (“Vidala de las preguntas”).

En 4, además, se conjugan dos elementos que definen el ADN musical de Gran Martell: una tensión permanente entre la tradición y lo experimental. Credenciales como para pensar en la idea de un trío de rock clásico con sonido denso y virtuoso no faltan: junto al gran currículum de Fargo se suman Araujo –tal vez el mejor baterista que tuvo Divididos- y Jamardo, ex miembro de la banda de culto Porco. 4 se grabó con ayuda del ingeniero inglés Barry Sage (The Rolling Stones, David Bowie, entre otros) con la banda tocando en vivo adentro de la sala: el recurso old school acá se vio complementado con la búsqueda de registrar todo a cinta abierta y sobre la base de improvisaciones en apenas dos días de trabajo. A veces, esa tensión se traduce desde lo musical. Por supuesto, hay arrebatos rockeros que remiten a los ’70 -el despliegue poderoso de la citada “Metamorfosis” o el riff distorsionado de Fargo en “Encendido”-, pero la fenomenal versión de “Cold Turkey” (con Jamardo y Sage en voces principales) desnuda las bases con las que está hecho Gran Martell: pueden simplemente agarrar un clásico de John Lennon y transformarlo completamente, con unos sintetizadores abrasivos tronando junto a las ráfagas de distorsión suave de Fargo y unas texturas neopsicodélicas creadas con un pedal de chorus de raíz post punk. Otras dos canciones siguen esa misma línea: en “Redes” los teclados con su veta moderna juegan, de nuevo, un rol importante y establecen el marco sonoro de fondo sobre el cual discurre una canción que remite al grunge industrial de Alice in Chains y termina con un solo endiablado de Fargo; y “El paso del reloj” mezcla unas guitarras psicodélicas con efecto backward junto a una poderosa guitarra rítmica con power chords y redobles inspirados de Araujo que lindan el stoner.

Pero las dos canciones sobre las que se apoya todo el álbum son “El despertar” y la mencionada “Vidala de las preguntas”, con sus viajes profundos como de ritual lento y envolvente sustentados en el pulso certero de Araujo que usa todo el ancho de su batería: casi que se los puede imaginar a los tres miembros probando distintos enfoques hasta encontrar el clima ideal. “Algo que va” funciona como epílogo a partir de su atmósfera relajada de folk desértico y bases programadas con loops, junto a una melodía que condensa la mejor letra del disco (“Caí después de tanto caminar / Perdí la piel por no saber pisar / Algún día de esos iré para no volver / Sin buscar encontraré solo algo que va”) y que parece poner el foco en el perfil de búsqueda constante de la banda. Para el futuro de Gran Martell y del rock argentino, habría que agregar que hay algo que va muy bien.//∆z