Con veinticinco años de trayectoria ininterrumpida, veinte años de su primer cd, y  siendo uno de los pocos grupos aún vigentes de la escena alternativa de los noventa, El Otro Yo continua buscando formas de reinventarse sin perder su esencia. En esta oportunidad se trató de un show acústico en Palermo Club, y allí estuvimos para poder contártelo.

Por Claudio Kobelt
Fotos de Nadia Guzmán

El escenario estaba lleno de flores, había más pies de micrófono que lo habitual, y la música electro elegida para la espera no hacía más que aumentar la expectativa. Cerca de las 21 hs un pequeño ensamble compuesto por una sección de violines, cello, batería, percusión y teclado  ocupó sus posiciones. Algunos minutos después, vestidos con sus viejos mamelucos azules, Ezequiel Araujo, Gabriel Guerrisi, Cristian y María Fernanda Aldana ocuparon sus asientos al frente del escenario. Sentados,  sonrientes, y  con la vista en el público comenzaron con “A volar”, e inmediatamente después “Paraíso”. Los violines, el cello, el piano, la percusión y el resto de la variada instrumentación hicieron la diferencia. Las canciones de esa noche fueron las mismas de siempre pero a su vez fueron otras, con otra piel, otra intención.  La emoción y la atención predominaron en el recinto. Entre el público muchas chicas lloraban, otros se abrazaban, y la mayoría cantaba con absoluto fervor. Estas son, y se nota, las canciones que los han definido en algún punto de su historia, melodías que en algún momento de sus vidas estos cientos de chicos y chicas han tomado como propias. Así se entiende y se siente en esas jóvenes sonrisas que lloran sin dejar de cantar. Los violines raspaban la carne, el recuerdo, el presente, y todo lo que fue o podía ser.

Si alguno imaginó que un set acústico sería algo tranquilo para ver sentado,  se equivocó. “Siempre fui yo” y “Sensación Especial”  fueron los encargados de inaugurar la  velocidad y la potencia en esta nueva sonoridad, generando decenas de cuerpos volando, almas gritando, seres bailando sobre el beat palpitante de un ensamble de cuerdas. El eco de las cuerdas bajo el arco acariciaba a la vez que incomodaba.  ¿Por qué esa noche las canciones impactaban distinto, con otro propósito, como en otro nervio? ¿Las sentimos de otra manera al escucharlas cantadas así? ¿O es solo que ahora podemos entender un poco más lo que nos expresan? ¿Cuándo fue la primera vez que escuchaste “Duraznos” o “Mañana de otoño”? Cuantas sensaciones y recuerdos, todo sumamente movilizador, tanto para los que estuvieron en aquellos comienzos como para los de hoy. Entre el público se mezclaban adolescentes, adultos, niños, varias generaciones juntas y cantando por igual. ¿Cuánta vida, magia, historia  y poder habitan en un puñado de simples canciones pop?

Tanto H.C. Aldana como XMF tuvieron sus momentos en solitario en pleno show, donde solo ellos y sus canciones fueron los únicos protagonistas. Y es ahí donde la idea del show acústico termina de cerrar, donde se entiende que hacia falta este show, uno que no solo recuperó canciones de hace 20 años sino que también puso la lupa en el costado más suave y dulce de un grupo vinculado generalmente a la distorsión y el caos. Esta vez no hay acoples o pedales, esta vez es la canción desnuda, radiante, pura.

“La música”, “No me importa morir”, “Hoy aprendí” y “Filadelfia” fueron de los pogos más salvajes y vibrantes de la noche, donde esa típica violenta ronda de personas corriendo a alta velocidad y empujándose hacia el centro no tardó en iniciar, como el epicentro de un remolino hecho de canciones y pasión. El bajista Diego Rodríguez de Los Gardelitos fue invitado a tocar una grandilocuente versión de “Orión”, a la cual le pegaron “Ella se fue” y “Bajo la guerra”. Los cuerpos volvieron a chocar como electrones cargados en actividad para “Alegría” y “Canción del adiós”, con el coro gigante del público retumbando en cada rincón, como una ola gigante de festejo y emoción.  Con esta canción, justamente, El Otro Yo dijo adiós al escenario y al show, pero claro, tanta audiencia cebada de poder luego de semejante final se quedó pidiendo más y más, hasta que el grupo volvió a escena para una curioso bis donde los elegidos son dos covers, uno de Johny Cash, “You are my sunshine”, y otro de Nirvana , “Come as you are”,  los cuales sonaron con todo el grupo y orquesta a pleno, y con María Fernanda en la voz, quien pidió  disculpas adelantadas por su inglés, y que luego de cada tema se ocupó de leer  la traducción en castellano de cada canción.

Dos horas de show pleno para un grupo que con más de veinte años de trayectoria sigue redefiniendo su sonido y explorando en su esencia de canción y melodías. Más de veinticinco canciones ya escuchadas y popularmente conocidas pero que no dejaron de sonar nuevas, frescas, en una convivencia sagrada entre pasado y presente, nostalgia y  alegría, melancolía y exaltación. El Otro Yo logró con este show algo para destacar, donde la palabra “acústico” no significó ejecutar sus canciones con guitarras criollas a modo de fogón, sino que se ocuparon de reinterpretarlas, de resignificarlas, de descubrir aquella balada olvidada, aquel sonido perdido en el vértigo del tiempo, de vestir con nuevas ropas esas melodías vibradoras, de volver a vivir esa alegría, de nuevo y de una vez.//z

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