Alan Moore y su cuaderno de humo sagrado
Por Gabriel Reymann

Análisis de un compendio de ensayos del creador de historietas emblemáticas. Sería injusto reducirlo sólo a su labor como guionista. Aquí hay ideas sobre el comic pero, también, sobre la pornografía. Una puerta de entrada a una de las mentes más revulsivas de su generación.


A veces más que la obra propiamente dicha, más constitutivo aun de la figura de un artista es su imagen pública. Alan Moore (Promethea, Watchmen, Swamp Thing) ha cultivado a lo largo de su trayectoria como guionista de historietas un perfil alto y de polemista. En lo que atañe a su producción artística, ha demostrado una erudición y una cultura -sin distinción entre alta y baja- sumamente amplia; de alguna manera, en los ensayos compilados en Cuadernos de humo sagrado, editados en Argentina a través de la editorial Barrett, se reúnen esos dos perfiles para dar rienda suelta a inquietudes varias de Moore.

Viñeta de Jack Davis para EC Comics

El puntapié inicial lo da “Buster Brown en las barricadas”, mitad de ensayo diacrónico sobre el comic angloparlante (desde su prehistoria y la de la humanidad), mitad exhortación de sus posibilidades formales -y contraculturales-, y el encuentro de estos dos caminos. A lo largo de las casi 100 páginas de este escrito, Moore pondera el carácter “bajo” del noveno arte -vinculándolo a expresiones populares como el grafiti- y ensalzando justamente lo que los detractores del medio atacan: su “accesibilidad” por tratarse de un lenguaje literario y visual, que permite una mayor llegada a sectores bajos con menor cantidad de recursos de toda índole.

El hilo histórico grafica todos los vaivenes de la historieta estadounidense y británica a lo largo del siglo XX: la sátira al poder y la cercanía a la realidad social de su público por parte de las tiras de prensa, la disrupción de la aparición de los superhéroes (y su posterior domesticación editorial al tener real dimensión de su repercusión como aparato cultural) o la aun mayor disrupción de las historietas de terror y humor de la EC en los 50’s -y su posterior cierre producto de la caza de brujas macarthista-.

El resurgir del espíritu de la EC en el comic under estadounidense de los 60’s, da cuenta de otra idea central del ensayo, que son los constantes flujos y reflujos del devenir histórico. Marxista asumido -preparen sus tweets, ejército de trolls-, el guionista inglés atiende a las condiciones de posibilidad de los diversas corrientes y eventos que marcaron la historieta angloparlante a lo largo del siglo: la reconversión de contrabandistas en editores de pulps y comic books, casi como crimen y hecho fundacional de DC Comics -esto es una óptica muy personal de Moore-, el “extractivismo cultural” – la gloria filipina en Marvel y DC de los 70’s, pero también el desembarco de guionistas británicos en la siguiente década que incluyó al propio autor del libro-, o la burbuja especulativo-financiera que rodeó a la explosión de la editorial Image en los 90’s. Esa profundidad social es, sin dudas, lo que despega al ensayo de cualquier otro racconto histórico detallado del medio.

Frankenstein según la adaptación de Berni Wrightson

Sigue “El Cadillac de Frankenstein” (un buen repaso a todo el género de la ciencia ficción, según la tapa). Nuevamente, Moore hace un recorrido histórico desde el origen –Frankenstein de Mary Shelley, claro- hasta el Neuromante de William Gibson y más allá, pasando por todas las experiencias en el medio: H.G. Wells, Julio Verne, Bradbury, Phillip K. Dick, la New Wave inglesa de los 60’s, Ballard e inclusive Star Wars. Una vez más, el foco de interés aparece en la lectura material(ista) del devenir histórico, y puede que, de los tres ensayos, sea el que mayor provecho le saque a ese acercamiento.

Alan Moore opone el enfoque de los pioneros europeos como Shelley, Wells y Verne y el tono “pesimista” de sus relatos -más bien admonitorios del avance sin freno de la ciencia y su rol instrumental en el dominio social- al positivismo estadounidense, más ligado a la aventura por sí misma y la exploración espacial; el escritor se hace la pregunta “y si en lugar de historia, ¿EE UU no tendrá sci-fi?” basándose en la “juventud” de la potencia en comparación a los siglos de tradición cultural -y política- del continente europeo. La ciencia ficción en Estados Unidos sería para Moore una suerte de estadio del espejo lacaniano en términos culturales, un momento fundacional en el cual el país pudo darse un ser cultural desde el cual poder empezar a construir sus propios mitos y, en consecuencia, otras edificaciones, incluidos los avances territoriales.

Aubrey Beardsley

El viaje concluye con “La Venus del cenagal contra los anillos de pene nazis” (sic), un texto sobre pornografía, nada menos. El ensayo tiene como idea central -opinable, pero no por eso desatendible- de la oposición entre las culturas poco reprimidas en el plano sexual -y como eso trae consigo un abanico de avances culturales, científicos y civilizatorios en general- y las culturas reprimidas, y el oscurantismo que ellas acarrean; he ahí el porqué de la literalidad del título, una exaltación de la pornografía en un sentido más dionisíaco de voluptuosidad, sin barrer bajo la alfombra el mero placer cachondo del onanismo. Sin ser una síntesis de los dos ensayos previos, sí reúne tópicos y nombres ya visitados en el libro, como William Blake y Aubrey Beardsley (hay sin dudas un carácter nacionalista en la prosa de Moore, de reclamo de una gran tradición artística británica) o las Biblias de Tijuana (historietas-parodias porno que incluso ya eran mencionadas en ¡Watchmen!).

La barroca prosa del autor -una madeja tejida con orfebre precisión- nunca deja de atender la vinculación del entramado social del tópico propiamente dicho con el poder en cualquier época, se trate del sentimiento de culpa tras masturbarse -y su relación con la mentalidad cristiana- o se refiera al signo “Britney Spears en atuendo de colegiala” como símbolo de la sexualidad enajenada.

Sobrevuela muy claramente en este ensayo el espíritu de Herbert Marcuse -sublimaciones, represiones excedentes-, quizá siendo, de los tres, el ensayo menos estrictamente “estético”, pero no por eso carente de conceptos de interés. El grueso del potencial público de Cuadernos… se acercará, lógicamente, atraído por el nombre propio de uno de los pesos más pesados de toda la historia del noveno arte: la buena noticia es que hay allí mucho más para deglutir y metabolizar. //∆z