Hilario, el último disco de Mariana Päraway, revela el entramado secreto del mundo y sus elementos.

Por Gabriela Clara Pignataro 

Hay que respirar más veloz que el viento, hay que cantar más fuerte que todos los sonidos del mundo(…) Cuando canta lo suficientemente alto su canción solapa todo lo demás. Y todo lo que no escucha deja de existir, todo lo que es peligroso para ella.(…) Y así corre y canta, cruza corriendo el camino…
La portadora del cielo
, Riikka Pelo. Fiordo,2014.

Dónde hubo aguas, hay tierra; dónde hay tierra habrá aguas. El hilo es surco que une los mundos reversibles del entramado curvo del tiempo.

Mariana Päraway, situada en un bosque bajo el agua dónde contra toda física se puede respirar, toma el hilo plateado de la canción y comienza a bordar. Esta joven cantautora mendocina, traspone sobre una postal rocosa de sonidos andinos un relato de aire y agua, que se nos susurra, se nos cuenta en una misma voz que se viste en varios idiomas.

Si Ariadna se valió de su hilo para no perderse en lo laberíntico, aquí el hilo es estrella guía para atravesar un disco de un paisaje interior, de postales reveladas para sí donde somos turistas llevados en un carruaje a paso suave y delicado.

Lejos de trazar el disco desde lugares comunes de construcción tanto de la temática como el concepto; Hilario se levanta como un bordado heterogéneo, ecléctico tanto en su materialidad sonora como en sus matices del lenguaje que se ofrece de canoa para el contenido.

Castellano, inglés y francés tiñen la canción en la lengua de Mariana con distintos espesores, densidades y musicalidades. Esta versatilidad idiomática cobra su peso mas allá de ofrecer un panteón de movimientos poliglotas, revela en su reverso que todo lenguaje narra en toda la extensión de su forma disociado o asociado a la comprensión de los signos.

Tal vez no comprenda lo que se me dice desde la descripción de sus versos, pero lo sensible es receptivo a un terreno que se modifica, donde algo ha cambiado, en la señal luminosa de la voz que se ha adulcerado o vuelto guerrera para contarnos algo desde una cumbre más alta, despoblada y cerca de las nubes.

Mariana compone así un universo dentro del universo que habitamos: una bola de nieve en nuestras manos, esas pequeñas esferas de cristal con partículas de sueño flotando en el liquido amniótico del recuerdo; un lugar con sus propios ríos y montañas, con sus pájaros y animales salvajes, con sus desamores, desapegos y renacimientos que desde allí se narran.

Antes  de oír el disco, este espacio-tiempo no existía, se desprende del mundo como fábula para volver a él.

El sendero musical de este recorrido es un festín instrumental, un bacanal naive al servicio de la magia. Guitarra, charango, arpa, acordeón, bombo legüero, violín, flautas, cornos y una infinidad de arreglos musicales de un espíritu preciosista y delicado. Y logra así una atmósfera envolvente, donde sus frecuencias graves recorren el paso lento de la tierra que pisamos; y lo delicado vuela alto como el cóndor que pasa.

Mariana Päraway es un highlight en nuestra escena local y femenina. Con un brillo distinto y una versatilidad asombrosa, puede destellar y enceguecer en luz, mecernos lento en una canción como Sirena como oscurecerse y sacar púas y espinas en “The Pact”, donde la naturaleza se hace cenizas en una puerta que se abre hacia un recinto de ventanas cerradas y cortinas corridas.

¿Nuestra Carla Bruni hibridada con una Beth Gibbons sudamericana? No, Mariana es mucho más que una convergencia de estilos. Es una identidad nueva en la escena, un embalse donde confluyen los ríos claros y los oscuros; una mujer segura de su voz lejos de la grasa de las capitales y de la histeria cliché del relato de los vasos vacíos abandonados en la ultima hora de una disco.

Siempre hay otras historias que abren mundo dentro del mundo. Hilario es un pase magnético a una tierra ancestral en nuestros cuerpos postmodernos.//z