Luego de la exitosa Medianoche en Paris el director neoyorkino, continúa plasmando en el cine su fascinación por las grandes ciudades. A Roma con Amor,  su último film, abarca una buena dosis de humor, aventuras y enredos, mostrando la bella metrópoli cómo solo Allen sabe  hacerlo.

Por Nayla Madia

Fiel a la premisa de estrenar una película por año, Woody Allen está de regreso. Esta vez, la ciudad que encandiló al genial cineasta es Roma: con su cultura, su gente y su encantadora arquitectura.

Se trata del film número cuarenta y dos del cineasta estadounidense. Del mismo modo que en ciudades como  su Nueva York natal,  Londres,  Barcelona y Paris, Woody presenta un homenaje a la urbe italiana. Sin embargo, a diferencia del surrealismo predominante en Medianoche en Paris (2011), en este nuevo film se percibe un cambio, a partir de un guión centrado en la comedia. La mayoría de los diálogos que establecen los actores son en el idioma autóctono. Esto permite acceder a una película que por momentos recuerda lo mejor de la época de oro del cine clásico italiano, con maestros como Mario Monicelli (La Gran Guerra, 1959) y Federico Fellini (La Dolce Vita, 1960).

La cinta comienza con un fantástico travelling que introduce al espectador por las calles de Roma y sus históricos lugares logrando excelentes planos, verdaderas postales de la metrópoli: Piazza Venezia, Piazza del Popolo, el barrio Trastevere , la Fontana de Trevi, la Capilla Sixtina  y por supuesto el Coliseo. “Cuando llego a un lugar a hacer una película, les presento mi propia impresión del mismo, las cosas que me sorprenden, ya sean dramáticas o cómicas, que sería divertido ver”, detalló Woody.

Allen despliega cuatro historias de amor, pasión e infidelidad a partir de encuentros inesperados y situaciones disparatadas que suceden simultáneamente. Para desarrollar este relato fílmico se inspiró en El Decamerón de Giovanni Boccaccio, considerada una obra maestra de la literatura italiana, que recoge cien cuentos y novelas cortas ingeniosas y alegres donde los relatos giran en torno a la fortuna, la inteligencia humana y el amor. “La ciudad en sí es una obra de arte. Sentí que Roma se prestaba a una serie de cuentos variados. Estaba cargada de posibilidades”, añade el cineasta.

La primer historia comienza mostrando a Hayley (Alison Pill), una joven turista que conoce a Michelangelo (Flavio Parenti), un abogado italiano, que se ofrece a guiarla por la ciudad. Entre ambos pronto nacerá un intenso romance, que  generará que los padres de Hayley (Woody Allen y Judy Davis) deban viajar a Roma para conocer a la familia de su yerno. En ese sentido, esta nueva cinta marca el regreso de Woody a la actuación (desde que interpretó a un mago llamado Sídney Waterman en la película Scoop el cineasta no había vuelto a mostrar su faceta de actor). En este caso, Woody se luce al encarnar a un productor musical, amante de la opera, que descubre que su futuro suegro (el tenor Fabio Armiliato) tiene una fantástica voz, mediante situaciones que provocan grandes carcajadas, intentará convertirlo en una estrella.

Posteriormente, el espectador conocerá a Antonio (Alessandro Tiberi) y Milly (Alessandra Mastronardi), una pareja de recién casados que llega a la ciudad por un viaje de negocios. Ninguno de los dos sospecha que la estadía en Roma cambiará sus vidas para siempre. Milly se pierde cuando busca un peluquero que la haga lucir bien en la reunión de su marido. Deambulando por las calles de Roma se encuentra en el set de filmación de una película, donde conocerá al popular actor italiano Luca Satta (Antonio Albanese). Por su parte, en un confuso episodio, Antonio conocerá a Anna (Penélope Cruz), una mujer de la alta sociedad italiana que deberá hacerse pasar por su esposa frente a sus colegas.

En tercer lugar Woody nos presenta a Jack (Jesse Eisenberg), el actor que interpretó a Mark  Zuckerberg en Red Social) y su novia (Greta Gerwig), quienes recibirán la visita de Mónica (Ellen Page, conocida por sus papeles en  La Joven vida de Juno y El Origen), una extrovertida aspirante a actriz que decide viajar a Roma tras terminar la relación con su novio.

Finalmente, la última historia se centra en la vida de Leopoldo Pisanello, interpretado por el magnífico Roberto Benigni, quien  en  1997  dirigió y protagonizo la multipremiada película La vida es bella. A partir de este particular personaje, Allen parece retomar la profecía de Andy Warhol al afirmar que “a todo el mundo le debería tocar quince minutos de fama en la vida”. De esta manera, el cineasta estadounidense expone los extravagantes episodios en los que se ve involucrado un oficinista que de la noche a la mañana se convierte en una celebridad acechada por los papparazzi. Si bien la fama, el poder y la ambición han sido expuestos por Allen en Celebrity (1998), en esta cinta son tratados con humor e ironía, reflejando con sarcasmo el mundo del show business y el rol de los medios de comunicación.

Alejado cinematográficamente de la Gran Manzana, marcando tendencia al filmar en Barcelona, Paris y Londres,  Woody parece haber hecho hincapié en el viejo refrán que afirma que “todos los caminos conducen a Roma”. En este caso, siendo profundamente innovador, ofrece (gracias a un  gran reparto) una cinta diferente, ingeniosa y entretenida, que toma como eje el encanto visual de cada rincón de la hermosa Roma. Sin lugar a dudas, la encantadora capital italiana capturada por la cámara de Allen será por siempre eterna.

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