Argüello retoma el deseo de desaparecer y cambiar de vida, tan presente en la literatura, a través del típico personaje del periodista y mediante un thriller que roza la novela negra.

Por Agustín Argento

El nuevo libro de Javier Argüello, editado por Sudamericana a fines de 2014, comienza con un epígrafe de El difunto Matías Pascal, el clásico de Luigi Pirandello, en el que el personaje principal simula su propia muerte para desaparecer de su antigua vida, con el deseo de que una nueva le traiga satisfacciones. A pesar de los intentos de Pascal por olvidarse a sí mismo, su sino regresa constantemente, llevándolo a aceptarse tal y como había nacido.

Argüello retoma esta temática instalada en la literatura universal (Shakespeare, Tolstoi, Dostievsky, Stendhal, entre otros, lo han tratado) a travez de la persona de Ernesto Aguiar, un periodista argentino que vive Barcelona y que es enviado a Nápoles para investigar la desaparición del físico Ettore Majorana.

Obviamente, esta desaparición termina resultando ficticia, pero al contrario de Pascal, Majorana sí logra desaparecer, dejando la duda sobre si murió o no al tirarse de un ferry que lo llevaba de Nápoles a Palermo.

Por medio de una prosa ágil, Argüello intenta desnudar las contradicciones que a Aguiar, frustrado reportero al borde del altar, encuentra en la sureña ciudad italiana. La elección de Nápoles para esta ficción, se intuye, no es al azar. Aguiar se había ido de Buenos Aires casi a las corridas y el ambiente napolitano, que describe, es de lo más similar al que abandonó en Suramérica, como si fuera un regreso renovado.

El ritmo que usa para describir la investigación de su personaje recuerda al utilizado por Ricardo Piglia y, en la intriga, a Dashiel Hammett. En ningún momento el lector pierde el hilo de la trama. Ni siquiera cuando intenta reflexiones filosóficas, interpretadas, en su mayoría, por el simpático personaje del Gringo Ross, el amigo del colegio secundario, que lleva en su velero a Aguiar desde Barcelona a Nápoles.

El Gringo Ross, a su vez, es la pieza central para que Aguiar piense profundamente sobre su porvenir y gracias al cual, al final, comprende que los cambios deben ser, principalmente, interiores.

Sin embargo, la repetición de estructuras narrativas (la fórmula “lo cierto es que” se usa hasta el hartazgo), vuelve un poco monótono el texto. Además, la imagen del periodista frustrado que encuentra un amor en tierras lejanas también parece un cliché.

A propósito de Majorana es una obra llevadera que en todo momento atrapa al lector. Se nota, en la escritura de Argüello, la fuerte presencia de escritores contemporáneos nacionales, como a su vez la pretensión fantástica de Bioy Casares. Es, en definitiva, una buena obra que no exige una poderosa concentración para meterse de lleno en la historia.//z