Satan Dealers presentó en el Roxy Canciones para Desertar, su eufórico nuevo disco de estudio.

Por  Seba Rodríguez Mora

Fotos de Florencia Videgain

La pantalla de led al fondo del escenario del Roxy se enciende, se ve el cursor del mouse tímidamente recorriendo la pantalla que sólo tiene un ícono para darle play. Arrancan los colores del ambiente pintarrajeado donde se filmó el video de “Detrás del sol”, claro y machacante corte disfusión con que arranca este nuevo disco que hoy presenta los Satan Dealers. Da para ponerse anteojos oscuros: el brillo tecnológico abrasa la vista desacostumbrada por la previa en las penumbras del Roxy. Son ellos cinco en vivo, a secas, con planos que alternan en abrirse o cerrarse sobre detalles de los músicos y en particular del rostro trabajado de Adrián Outeda, cruzado de sus melenas que se enredan apenas con el micrófono. Aplauso, medalla y beso, ahora a los bifes. Por la siguiente hora y media, el grupo recorrerá Canciones para Desertar, editado en 2012 pero recién debutando en vivo el sábado pasado para los fieles de este culto de la guitarra.

Bien full monty, construyendo esas paredes graníticas de violas –por momentos hasta tres, turnándose entre Franco Morresi y Vito Rey para solear-, va a ir avanzando un show compacto. Otra vez este cronista se recuerda que para el próximo evento de similares características auditivas debería imperiosamente pasar por un Farmacity y adquirir tapones para los oídos, a menos que quiera ser hipoacúsico antes de los treinta. Es que la apuesta del quinteto (que se completa con Alejandro Canucci en bajo y Cristian Salvucci en batería) está en que ese muro translúcido y mortal vaya avanzando con pasos de Genghis Khan desde el precipicio del escenario llevándose todo puesto: vibración, distorsión al frente rastrillando fanáticos, escalera, baños, barra, patovicas, todo. Sin embargo esta nueva entrega, la quinta grabada en estudio, muestra sus matices, como la activa participación de Hernán Mamutt con sus teclados, acolchonando o adornando de guirnaldas delicadas un contexto de furia –capítulo aparte para sus pasos de Elvis bigotudo, copadísimo y estético. Esos matices que canciones como “El Rey”, balada épica y con gusto a cabalgata, para la que incluyeron un enorme citar indio, más los coros al estilo sioux completando la escena casi fílmica.

Si de estética hablamos, la gran performance de Outeda al micrófono y acompañado de un pandero medio desintegrado quedó demostrada en la manera en que interpreta sus letras, bastante más complejas y literarias de lo que su voz gastada pareciera cantar. Canciones para Desertar es un disco para huir. No por nada está lleno de referencias al mar, esa paz constante y azul. Síndrome de ciudad, patología de Buenos Aires: las estrofas de estas canciones, por encima de la virulencia o la tranquilidad en la distorsión, son también en vivo un espacio para evadirse de los lugares comunes que nos impone el día a día. Satan Dealers pacifica muchos de sus demonios en una especie de rito rockero en el que cuatro micrófonos arman armonías sólidas de voces, voces de hombres evadiéndose por propia voluntad.

Superada la cuasi implosión del pedal del bombo que los hizo parar en boxes por unos cinco minutos y algún mínimo desajuste rítmico –que con el pasar de las próximas presentaciones se saldará sin duda-, el disco fue desgranándose por completo, con puntos altos en “El Antifaz”, “Marea Alta” (cover en castellano de Comsat Angels, de las bandas favoritas de Outeda cuando era un pequeño hardcore), “Paz de enfermo” y llegando a la cierre, justamente, los extensos ocho minutos de “Sólo quiero ese final”. Una noche completa en el Roxy, una banda orgullosa de la energía que es su marca registrada y un puñado de fanáticos con cedés a estrenar en las manos, rumbo al bondi que los lleve al siguiente destino de ese sábado lentamente concluyendo.