Charlamos de todo con Tito Fargo, miembro de Gran Martell y Ararat. Pasado, presente y futuro de uno de los mejores guitarristas del rock argentino.
Por Matías Roveta
Foto de Flor Videgain
Tito Fargo tiene un extenso y prolífico recorrido en el rock. A principios de los ’80, cuando el reggae era un sonido desconocido en Argentina, fundó junto a Luca Prodan la Hurlingham Reggae Band, banda pionera y fundamental en el desarrollo del género en el país. Ocasionalmente y de forma paralela se convirtió en miembro de Sumo, agrupación en la que contribuyó a crear varios clásicos más allá de no figurar en los créditos de los discos. La Negra Poly y Skay quedaron deslumbrados una tarde de 1982 cuando vieron a Tito tocar junto a Luca en la Hurlinghan Reggae Band, y decidieron convocarlo para formar parte de Los Redondos. Con los entonces ascendentes Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota grabó en el disco debut Gulp! (1985) y en el masterpiece de rock nacional Oktubre (1986), además de escribir algunas perlas inéditas junto al Indio como “Rodando” o “El Regreso de Mao”. A partir de ahí, emigró a España para “cambiar la cabeza” y se quedó más de 15 años: allá grabó, produjo y sesionó con una infinidad de artistas como Rita Marley o los Héroes del Silencio. Volvió apadrinado por Divididos a comienzos de 2000 y hoy es miembro fundamental de dos bandas que renovaron gratamente la escena del rock local: Gran Martell y Ararat. Sentado en el estudio donde ensaya con Gran Martell, en charla con AZ y al recordar su trayectoria, sonríe y dice: “La música me fue llevando por distintos caminos”.
AZ: Cuando Gran Martell surgió se la catalogó como “la gran banda de los ex”: un ex Sumo y Los Redondos, un ex Divididos y un ex Porco. Sin embargo, rápidamente supieron esquivar esa etiqueta a prueba de un sonido personal y distintivo.
– Sí, yo creo que sí. Gran Martell se caracteriza por ser una banda que constantemente busca darle una vuelta de rosca a todo. Cuando armamos una lista para un show, por ejemplo, miramos qué canciones sacar, cuáles agregar o cómo potenciar las que ya venimos tocando. A veces no nos respetamos ni a nosotros mismos, porque la idea es básicamente esa: cambiarle todo el tiempo los colores a las cosas. Yo, por ejemplo, incorporé algunos elementos nuevos en la banda, estoy tocando con sintetizadores y teclados, además de la guitarra. Algunas veces las dos cosas al mismo tiempo.
AZ: Un poco difícil….
-Sí, en realidad es difícil si estás todo el tiempo esperando tu momento en la canción. Yo, en realidad, trato de encontrar lo que mejor funciona dentro de la mecánica de la banda. Son cosas que se incorporaron bien y que nos van a permitir el año que viene mucha mayor experimentación en lo compositivo. De hecho Jorge [Araujo] cambió la configuración de la batería: modificó todo el set entero y ahora la banda suena de otra manera. Lo que tratamos de hacer es sacarnos el jugo a nosotros mismos, desde el sonido y desde la elección de los instrumentos.
AZ: Este año Gran Martell editó el lado B de Un Volcán. ¿Cómo surgió la idea de que fueras el productor?
-Surgió en función de ver cómo terminábamos el trabajo de Un Volcán. Cuando grabamos lo que fue el lado A, que era la parte electroacústica del proyecto [editada en 2010], ya teníamos compuestos todos los temas para todo el laburo; cuando nos pusimos a hacer el lado B, más eléctrico y enérgico, yo ahí justo había empezado a trabajar con sintes y programaciones, y entonces decidimos frenar la grabación de los temas para que yo pudiera entender un poco más qué estaba pasando con esos instrumentos nuevos para poder incorporarlos al sonido de la banda. Los probamos en vivo, funcionaron y entonces dijimos “bueno, ahora vamos a grabar”.
AZ: ¿Y cómo fue separar los dos funciones: integrante de la banda y además productor de tus compañeros?
– Lo más importante fue que Jorge y Gustavo [Jamardo] respetaron la idea de que yo pudiera producir: cuando hacés un disco, no es tan complicada la producción sino que los demás acepten delegarla en otro. Eso fue lo fundamental. A partir de ahí armé el ruteo de los estudios y tuve una libertad enorme para trabajar, porque ellos delegaron totalmente en mí la dirección del proyecto. Por suerte todo funcionó bien y quedamos muy contentos con el resultado del audio, que lo laburé con el técnico Walter Chacón, con quien logramos una hermandad sonora bastante interesante.
AZ: Un Volcán es el disco en el que por primera vez hacen un cover y, además, es la primera vez que vos te hacés cargo de las voces.
–Sí, cuando estábamos haciendo las pruebas en vivo con los sintetizadores hicimos con Richard Coleman una versión de “Vete de mí, cuervo negro” [de Almendra] en las Much Sessions. Nos gustó tanto que decidimos meterla en el disco. “Seca Dimensión”, el tema que canto, es una canción que armé en casa tocando unos teclados y cantando. Ahí intenté armar una idea, una estructura básica, y cuando se la mostré a los chicos les pareció bien que fuera grabada con ese mismo formato. Es el último tema del disco y está tocado, ejecutado y cantado por mí. Yo cantaba cuando era más joven, en las primeras bandas que tuve a los 16 y 17 años. A los 21 dejé y ahora estoy retomando de a poco, pero estoy como un poco falto de práctica. Tengo que empezar a creérmela un poco más con esa situación que es bastante complicada para un guitarrista, pero de a poco lo estoy intentando. De hecho ya tengo un montón de cosas compuestas.
AZ: ¿Para Gran Martell?
-Yo trabajo y compongo todo el tiempo. De todo eso, después veo que sirve y que no.
En Ararat, tu otra banda, también aportas desde la composición.
–Sí, hay cosas que firmamos los tres: Sergio [Chotsourian], Alfredo [Felitte] y yo. En general, el proyecto lo lidera más Sergio porque ya viene con cosas en la cabeza desde hace mucho tiempo, pero para el próximo disco [Ararat III] estoy incorporándome en alguna composición y, fundamentalmente, en la producción. Es otra experiencia muy buena porque es otro concepto, otro audio y otro formato, más vinculado a un rock mucho más pesado. En lo personal, me parece muy interesante poder abarcar todo eso. Ararat es un gran proyecto.
AZ: En Gran Martell la composición también es comunitaria: todos aportan en la creación.
-Sí, hemos compuesto mucho desde la sala todos juntos. Después, derivamos las melodías entre Jorge más algunas cosas mías y otras de Gustavo. Las letras, por ejemplo, quizás son más encaradas por Jorge y yo. Con el nuevo formato, de sintetizadores y teclados, por ahí la cosa es más de laboratorio: preparamos las cosas antes y después vamos a un estudio a plasmarlas, a hacerlas sonar. Dimos vuelta un poco, si se quiere, el concepto, pero básicamente siempre giramos en torno a la misma idea: Gran Martell siempre se trata de un encuentro de personas, un encuentro para tocar.
AZ: Ustedes se definen como una banda inquieta artísticamente y decidida a correr riesgos. ¿Cómo trabajan eso de disco a disco?
–No hay un plan explícito de antemano antes de iniciar el proceso de un nuevo disco. Sí, la idea de no repetirnos. Componemos mucho y se va acumulando material, pero es la propia naturaleza de Gran Martell, el propio biorritmo de la banda, lo que nos va llevando a los distintos cambios. En mi caso, por ejemplo, sucede que estoy investigando todo el tiempo con cosas nuevas; eso me lleva a descubrir instrumentos con sonidos diferentes que puedo llevar a un ensayo y a partir del cual se genera una artística novedosa. Cuando hicimos nuestro primer disco, por ejemplo, fue una música nueva, hecha por una banda nueva y por voces nuevas. Una cosa nueva para digerir. Creo que hasta el día de hoy a la gente le sigue costando digerir la música de Gran Martell [risas]. Y eso sin dudas tiene que ver con que nosotros estamos todo el tiempo reinventándonos: el público tiene poco tiempo de asimilación. El oído del que escucha siempre necesita atarse a un referente, y para nosotros, justamente, se trata de romper con esos referentes sonoros inmediatos que todos tienen. Es correr el riesgo de arrancar siempre de la nada. Yo siempre funcioné así con el arte: trato de estar reinventándome todo el tiempo porque si no me aburro.
AZ: Y ese reinventarte siempre, ¿de dónde surgió? Vos formaste parte de Los Redondos, una banda que hizo escuela de eso.
-Sí, yo creo que estuve en Los Redondos mientras la banda tuvo esa intención. También, estuve mucho tiempo tocando afuera del país y, previo a Los Redondos, toqué con Luca [Prodan] varios años en la Hurlingham Reggae Band y en Sumo. Luca era un tipo muy inquieto artísticamente y creo que esa fue mi escuela. Ahí aprendí eso de estar buscando todo el tiempo cosas nuevas y, fundamentalmente, a hacerlas con lo que tenés a mano. Estar pensando en tener el mejor equipo de guitarra, la mejor viola, son cosas que no tienen nada que ver con la música; lo bueno es hacerlo con lo que tenés ahí, en cada momento. Se trata de no idealizar, sino de hacer las cosas, ir a la acción.
AZ: Eso de “hacer música con lo que tenés a mano” resume un poco tu experiencia en España. Los primeros años fueron difíciles….
-Sí, yo venía de Sumo y Los Redondos y llegué allá y no conocía a nadie. Me fui con una guitarra y un bolso a cambiar la cabeza. Al principio tardé un poco en hacer que el motor arrancara, pero terminé haciendo muy buenos amigos y tuve la suerte de agarrar una parte grande de los ’80 en España en la que todavía había mucho movimiento desde lo creativo. Mi experiencia allá no fue tanto desde el vivo, sino desde los estudios, que es donde básicamente estuve metido tocando, produciendo y sesionando con músicos de todo el mundo. Y la verdad es que aprendí a vivir de la música e hice de todo: desde giras grandes con los Héroes del Silencio hasta cosas en lugares más chicos. Pero todo siempre desde la idea de encontrarle la vuelta a las cosas y ponerle mucha onda a lo que se te presenta; no pensando las cosas como una manera de laburar, sino también desde el punto de vista de que te llene y te enriquezca culturalmente.
AZ: Cuando volviste al país, antes de formar Gran Martell, estuviste con Jorge un tiempo musicalizando las muestras plásticas de Semilla Bucciarelli, otro ex Redondos.
-Fue a principios de los 2000. Armé un proyecto multimedia junto a un amigo, el músico y técnico Christian Algarañaz, que incluía música en vivo con video arte y danza. Se llamó O.M.O [Obras Más Organizadas]. Laburamos mucho con eso, presentándolo en varios lugares, y como Semilla también hacía video arte, entonces íbamos a sus muestras y tocábamos un poco. A veces se sumaba Jorge y, otras, Ricardo [Mollo]. Hacíamos como música incidental para imágenes, detrás de escena. El espectro, el abanico musical de mi carrera siempre fue amplio [risas].
AZ: Muy amplio. De traer el reggae a Argentina con Luca a hacer sludge metal en Ararat…
-[Risas]. Sí, y ahora de hecho acabo de producir una orquesta de tango, la Orquesta Típica Fernández Fierro. Trato de abarcar todo aquello que tiene vuelo, me interesa esa parte de la música, esa es mi motivación. Un artista tiene que estar siempre en una búsqueda constante, se trata de estar en varias cosas a la vez sin nunca perder la esencia.
AZ: Después de tantas bandas en las que estuviste y tantos músicos con los que tocaste, ¿cuál es la mejor enseñanza que te llevaste?
–Todo es acumulativo, todas esas experiencias. Las bandas a mi me permiten desarrollar una característica que tengo: la particularidad de amalgamar elementos. Por eso me gusta tanto la producción. En las distintas bandas en las que participé siempre ocupé un lugar de mucha exposición interna: siempre hice como de sostén, de pegamento para unir los elementos sueltos. Tanto en la época en la que trabajaba con Luca, o en los años en Los Redondos, eso fue lo que mejor me salía. Nunca hacer el rol de un violero líder, que también lo puedo hacer pero no es lo que más me seduce; a mí me apasiona más entender cuál es el lugar o el rol que cada uno tiene dentro de la gran asociación musical. Tocar la guitarra se trata de eso: ver qué puede aportar a la canción y no estar esperando a que llegue el momento del solo para lucirte. Me gusta mucho el ida y vuelta que tiene el reggae, por ejemplo, que es una música en la que todos tocan un poquito pero que se hace entre todos. Es el elemento tribal de la música, el feedback entre los integrantes de una banda.
AZ: ¿Creés que se está abriendo paso una escena de músicos y público que buscan algo distinto?
-Hay poco riesgo artístico. Riesgo que tenga que ver con lo que se compone, lo que se dice y con cómo se lo ejecuta. Hay mucho desbalance: gente con buenos textos, pero que quizás no tocan tan bien. A la larga lo único que puede sostenerse en el tiempo es lo que tiene peso artístico. Los formatos comerciales no duran porque las mismas empresas que invierten en ellos en algún momento van a salir a buscar alguna otra cosa más redituable. No es ese el ámbito en el que nosotros nos movemos, venimos de otra escuela. Argentina tiene como desventaja que está lejos de todo, acá es más difícil hacer las cosas. Pero a favor tiene que hay un semillero importante, surgen bandas todo el tiempo. Siempre va a haber buenos herederos.//∆z