Franco Salvador, batero de Pez, presenta La Cruda Realidad, su segundo disco solista. Un abecé de la ruptura sentimental que se sumerge en el rock más estruendoso y la calidez de la canción acústica.
Por Gabriel Feldman
Franco Salvador es mejor conocido por ser el baterista de Pez. A lo largo de los años su labor fue cobrando mayor notoriedad y, además de haber compuesto canciones en casi la totalidad de los discos, el hecho de que Ariel Minimal empezara a ceder su rol en las voces en El sol detrás del sol (2002), nos dio la oportunidad de conocer la de Salvador. Con “Después de todo somos eso que ya no se puede ver”, primero y “Tiembla” después – Hoy (2006)-, escuchamos la calidez su voz y lo bien que se complementaba con la de Minimal.
No pasó mucho tiempo hasta que salió Hago lo que quiero y quiero lo que hago (2008), su primer disco en paralelo. Cambió la batería por la guitarra y, acompañado por Los Duros primero, y Los Crudos después, terminó conformando un potente trio influenciado mayormente por Pappo’s Blues; incluso la versión de “Sandwiches de miga” se colaba en sus esporádicas presentaciones.
Siguiendo por esta ruta, labrada por Pappo y el Pescado Rabioso más duro, Franco Salvador y Los Crudos (Gonzalo Gimenez en bajo y Miguel Pagliarulo en batería) ahora entregan una nueva dosis de rock. Grabado íntegramente en la sala de Pez en Flores, son 37 minutos para atender, como lo hace el ojo esquizoide de la portada, cuya pupila no descubre otra cosa que lo que vamos a hallar: tres tipos dispuestos a dejar todo por esta única causa.
Al sumergirse en La Cruda Realidad encontramos el relato del fin de una relación y se reviven las situaciones y pensamientos que se suceden al enfrentare a una ruptura: discusiones medio absurdas que terminan escupiendo cosas que no se saben de dónde salieron, dudas y más dudas, o la necesidad terminar las cosas para bien o para mal (si es que realmente se pueden trazar esos dos polos). Lo cierto es que cada una de las once canciones profundiza más el distanciamiento.
Después de una trifecta inicial asesina (“Todo lo esencial”, “La Luz” y la soberbia “Nada”), riff pesados y bases a tono, encontramos con el otro costado de este trío. Porque, además del palo y palo, tienen ese lado folk que completa su esencia rockera. Piel y huesos. Al fin y al cabo son canciones que Franco compuso con una acústica en el living de su casa. Así, la parsimonia de la guitarra acústica en “Nos Fuimos” marca la irremediable separación: “Yo ya sé de mí sin vos, y vos sabes de vos sin mí. Será que nos fuimos desgastando al revés, comenzamos arriba y ahora queda descender”.
Descender es avanzar, y la historia sigue su curso: “Yo no quiero lastimarnos más, pero algo quiere cambiar. Cada historia vuelca su verdad, lo importante es verla pasar” repite en “De borde a borde” – una joyita que si la cantarán los Foo Fighters sería el último hit radial – para luego afirmar que “la cruda realidad es todo lo que hay” (“La cruda realidad”). No hay vuelta atrás y “Lejos de vos” marca el final premonitorio. En contraste con el inicio violento, la tormenta ya pasó, y el final es una pieza intimista que se desvanece en la atmosfera cosmogónica creada por el slide en la guitarra y las teclas de Juan Ravioli. Como todo en la vida, para bien o para mal, las cosas se terminan. Quizás el tiempo se acomode y todo encuentre su lugar. La base aletarga se detiene y la voz de Franco se pierde al fin entre los sonidos envolventes.//∆z
AZ recomienda: “Todo lo esencial”, “La cruda realidad” y “De Borde a Borde”.