El viernes nos fuimos de viaje al Centro Cultural Matienzo para presenciar el show de Nieva Adentro, Mateo de la Luna y Tobogán Andaluz. Nos hicimos muchas preguntas, acá están las respuestas.
Por Claudio Kobelt
Fotos de Matt Knoblauch
¿Te has perdido en una canción?
me pierdo en los recitales
en el pogo
en la inmediatez de una canción
que este mundo nos duela menos
En ese poema de Inés Purpura pensaba cuando iba y también cuando me retiraba del show del viernes. ¿Cuánto dura una canción? ¿El tiempo que transcurre desde que comienza a ser ejecutada/reproducida hasta que se detiene? ¿Lo que dura la melodía vibrando en el aire? ¿ O recién cuando las letras son comprendidas en nuestra sensibilidad? ¿O acaso dura para siempre en un rincón de nuestra memoria? Esa era una buena noche para averiguarlo.
Una vez más, el Matienzo, que a esta altura con Zaguán Sur, Plasma, La Playita y el incipiente Alimentación Gral., se están convirtiendo en lugares bases para la nueva movida cancionera. Llegué pasada la hora y Nieva Adentro ya había comenzado. No quiero dejar de contar que nunca había visto en vivo a ninguna de las tres bandas que tocarían esa noche (Nieva Adentro, Mateo de la Luna y Tobogán Andaluz) solo las había escuchado en sus bandcamp y canales de YouTube, así que estaba allí para sorprenderme. Y fue mucho.
Nieva despliega un pop luminoso, radiante, que convertirá al menos un pie del oyente en una maquina rítmica, y a la sonrisa y el movimiento de cabeza en algo inevitable. El grupo suena tan bien en vivo, con otra fuerza y energía que seria imposible adivinarla en sus grabaciones, que si bien suenan muy bien, es en vivo donde brillan, y nunca mejor dicho. Bailables de principio a fin, con letras de melancolía, pérdida y búsqueda, y melodías que remiten a un día de sol brillante, Nieva Adentro pone la primera sonrisa en la cara de la noche.
No mucho después, llega Mateo de la Luna, agrupación que me había intrigado con sus vídeos en YouTube y sus canciones tan dulces y pegadizas. Otra vez el pop bien entendido, ese que hace las delicias de los corazones sensibles. Melodías fuertes, lírica certera y un clima festivo inundaba el lugar. Un vendaval de papel picado arreciaba sobre los concurrentes. La resistencia era inútil: kilos y kilos de confeti pintaron de blanco las cabezas del público, y varios músicos durante todo el show. Una fiesta, claro. Mateo hace bailar, saltar, enternece y enamora con sus canciones únicas para cantar de principio a fin. Un folk pop emocional y salvaje, con un arreglo de voces que sorprende y se agradece. Con los bolsillos llenos de papel picado y una canción en el corazón, ya nada podía salir mal. “Es el poder del amor”, dijo su cantante. Y solo pudimos estar de acuerdo.
La noche cerró con el poderoso show de Tobogán Andaluz. Poder pop, claro, pero con mucho folk-punk, canción hardcore lo-fi y un montón de corazón. Entonces arrancó el pogo, para nada tibio. Los pibes en marea se chocaban entre sí con una sonrisa, y el mosh ocurría cada cinco segundos. Incluso veíamos a la cantante de Mateo de la luna lanzarse desde el escenario una y otra vez, y nadar en ese océano de manos, segura de que las olas de la canción la llevarían a un lugar mejor. Tobogán es bailar y saltar hasta cansarse, hasta que el cuerpo no puede más y el alma dice gracias. Con canciones enormes como “Canción de navidad”, ”Coney Island”, “5to b”, “María juega a ser un avión” y tantísimas otras tonadas que alegran, y que los pibes agradecen a los gritos, o subiéndose a besar a Facu Tobogán, agradecidos de tanto amor. Los cantantes de Mateo de la luna, y miembros de Nieva Adentro y de Mi Amigo Invencible se sumaron a cantar ese nuevo himno catártico que es “Lo que más quiero” , mientras la muchachada gritaba y bailaba como si fuera la última vez, un momento épico de la noche.
Allí estaba, viendo tres bandas que nunca había visto y de las que me estaba enamorando a primera vista. Me hubiera dado yo mismo un abrazo. “Gracias por tener ese espíritu de búsqueda, pibe, nunca cambies”, me hubiera dicho dándome una palmada, feliz de este nuevo encuentro de música linda, esa que te llevás, y te lleva, bien dentro.
“Nunca fui bueno para despedirme de lo que más quiero”, dice una canción de Tobogán que iba murmurando bajo la lluvia en mi regreso a casa. En eso pensaba, en el poema de Inés Purpura, en el disfrute de perderse en los recitales, en sus canciones, en cuanto dura una canción. Ahora sé que las de esa noche durarán para siempre, y ahora sí, el mundo dolerá menos.