Un acercamiento en primera persona sobre Canciones para Aliens, el último disco de Fito Páez.
Por Victor Najmias
Me llamo Victor. A pesar de ser porteño de nacimiento, vivo y soy de ese lugar en el Gran Buenos Aires que el mundillo del rock conoce como “El Oeste”. Soy músico, productor, periodista, y algunas cosas más. En esa lista de algunas cosas más, una de las primeras es ser fiel escucha, seguidor, amante de la obra de Fito Páez. Tal vez salvando mi nombre, todo lo demás, todo lo que puse (y muchas otras que no puse, pero que no escapan a la insoportable levedad de mi ser) en esa seriación de palabras que me definen esté fuertemente influenciado por mi marcada admiración por la música del rosarino.
Por eso hoy me encuentro viendo la hoja en blanco y no sé por dónde empezar. Porque cuando me pidieron que escriba sabía que venía una parada difícil. De todos modos se ha vuelto una experiencia más que enriquecedora también, por eso esta vez quizá me corra del rol de periodista y escriba desde un vértice más relacionado con el melómano, el aficionado, ¿el fan?
Un lado desprejuiciado y más cercano al corazón que a la razón, sin olvidar que hay amores que matan, sensaciones enfrentadas, reflexión a corazón abierto sobre el Opus número 22 en la carrera de Fito Paéz.
Lo primero que hay que aclarar –sí, por más reiterativo que suene– es que evidentemente estas líneas van escritas desde un costado especial: una participación de un músico hablando sobre otro. No hay una búsqueda del tipo “crítico”, ni “primicia” y lejos de aquél axioma Ricardomollesco: “… siento las biromes sobre mi del periodista que se muere por tocar,… ”. Por empezar, que nos hayamos tomado el plazo de casi un mes desde la edición del álbum hasta la publicación del texto también tiene que ver con eso.
Casi a modo de ensayo, una defoliación, una deconstrucción de la obra y el juego, el feeling y el feedback entre autor y escucha tratando de eliminar todo tipo de “ruido” en el canal del mensaje y entregar una devolución siempre sincera.
Comencemos obviamente por el principio, partiendo del título Canciones Para Aliens. Se explica el concepto madre y leitmotiv del disco: hacer un álbum con canciones de autores de distintas épocas y latitudes, pensando en la remota posibilidad de alguna vez ponerlo dentro de una capsula que fuera enviada al espacio. O en futuro incierto (y un tanto tremendista) con un planeta devastado y siendo ya los humanos el recuerdo de una raza que se extinguió, recibir la visita de seres desde otros sistemas o apenas de planetas cercanos que al encontrar y escuchar el disco puedan ellos tener un pantallazo de lo que ha sido la expresión humana, cómo éramos, cómo vivimos, qué pensamos, quienes somos. Un concepto, por lo menos, pretencioso.
La primer pregunta: ¿Es Fito Paéz el indicado para esa tarea? Si hay algo en lo que Rodolfo se destaca es en la composición. Entonces… ¿Por qué hacer un disco lleno de canciones de otros?
En lo personal pocas veces me había tentado tan poco la edición de un disco de Fito. Sólo recuerdo un caso de indiferencia similar: fue frente a la aparición de No sé si es Baires o Madrid (2008), CD/ DVD en vivo grabado en España cuyo corte de difusión era un tema de Sabina. Sí, una de esas salidas un tanto inexplicables, otro tanto indefendibles y a las que ya nos está empezando a acostumbrar el Páez siglo XXI.
A diferencia de aquella vez, en este caso tomé coraje, enfrenté el poco agraciado adelanto de difusión y el no menos ahuyentador arte de tapa que muestra una versión Conehead del músico argentino que ostenta el mayor record de ventas de un álbum de rock (700.000 copias – El Amor Después Del Amor – 1992) en la historia de nuestro país. Sí, el mismísimo Fito. Apreté Play y esto fue lo que me encontré:
BAILAN POR AHÍ: versión traducida al español (de igual modo que el resto de las canciones no castellanas del disco) de “Dancing in the street”, clásico de Motown que popularizaran juntos Bowie y Jagger en los ochenta. Típico rockito paezeano, nada de que asustarse, ni nada del otro mundo. Una lista de ciudades donde la humanidad se divierte bailando y la invitación a los alienígenas a la fiesta: “… no nos importa si tenés tres ojos o las manos en los pies…”; cita a los Beatles y como villano de turno, Juanse. Y sí, ¿Quién iba a hacer del viejo Mick sino?
UN BESO Y UNA FLOR: y ahora sí llegó el momento de asustarse, o al menos de preocuparse… ¿Nino Bravo? Según Fito la idea era rescatar esas canciones que estaban en la casa de todos, que estaba porque estaba, y que sonaba, pero que uno no había elegido, la música de los padres, etc. Evidentemente, la diferencia generacional y la brecha de conocimiento respecto a determinados conceptos culturales hace de difícil comprensión la selección del segundo track, y mucho menos pensar que ese sería el corte de difusión del álbum, sin mencionar lo “peculiar” de la interpretación vocal del tercer rosarino más famoso. Más allá de eso, y a pesar de lo que los fans de vieja guardia puedan pensar y sentir, el tema tiene destino de hit. Radios como “Los 40 principales”, “Vale” y demás engendros del éter se cansarán de pasarla, sin duda alguna.
CONSTRUCCIÓN de Chico Buarque, con seguridad el punto más alto de la placa por varios motivos: el texto, la interpretación de Fito que parece actuar, vivir la canción, compenetrándose como hace tiempo no se lo escuchaba. Excelente trabajo de producción (a cargo de Leo Sujatovich, ex Spinetta Jade), cuerdas y bandoneones dan aires de Astor en ese tango trabado, de orquestación apocalíptica, heavy. Una suerte de “Eleanor Rigby” del Cono Sur.
En EL BREVE ESPACIO EN QUE NO ESTÁS se da el particular caso donde homenajeado (Pablo Milanés) y homenajeante comparten la voz principal.
Poco para decir mucho para pensar. ¿Cuántos temas como este habrán terminado en el cesto de la sala de ensayo de Fito?
CONMIGO trae fuelles y aire folclórico, como de valsecito peruano. Recuerda a “Tu sonrisa inolvidable” (Abre – 1999). Gran composición del uruguayo Fattoruso.
De cortar y pegar música de Ryūichi Sakamoto nace PROMESAS DE AMOR, donde una vez más hay que mencionar a Chico Buarque, que en este caso lleva la voz cantante y logra otro gran momento del disco. Merito o déficit, Paéz parece dejarle el protagonismo al brasileño y transformarse él mismo en un invitado en su propio disco.
La mitad exacta del disco y llega TE RECUERDO AMANDA de Victor Jara… Conclusión: ¡Que alguien le avise a Fito que se inventó el Auto Tune!
Exactamente después llega RATA DE DOS PATAS de ¡¡¡¿¿¿¿ Paquita la del Barrio????!!!
(Como una suerte de mal karma personal; no entiendo porqué siempre me toca reseñar discos que traen esta canción. Cuando la grabaron los Árbol para No Me Etiquetes, el que -ya se puede decir- fue el último álbum de su carrera, no lo podía creer ni entender, aquí la situación no varía demasiado).
Tras un fallido comienzo de marimba y timbales de sinfónica, arranca un riff que recuerda a “Cara de velocidad” de Serú Girán sobre el cuál Paéz se trepa en una suerte de visión personal del punk, con aires mariachi, o algo por el estilo… Olvidable.
NE ME QUITTE PÁS con su letra hermosamente desgarradora y un groove ligeramente abolerado corre con mejor suerte que VA PENSIERO.
Y ahora prepárense…
LAS DOS CARAS DEL AMOR. Ése el titulo que Rodolfo eligió para su versión de “Somebody to love”.
Que difícil,… A ver: Estamos de acuerdo en que Queen es una de las cosas más geniales que le pasaron al rock, ¿no? Si la respuesta fue afirmativa seguramente también estemos de acuerdo en que Freddy Mercury era un privilegiado, un tocado por la varita y que justamente lo demostró en temas como este o en “Rapsodia bohemia”.
Tan solo recordar lo difícil que fue para los invitados por los propios Queen al concierto homenaje a Freddy interpretar sus partes y la sobresaliente actuación de George Michael haciendo justamente esta canción nos genera una sola pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué Fito “Somebody to love”?
“ … Arriba, un día más, hay que echarle caña y seguir…”. Así, en esta suerte de versión Ibérica castiza de un clásico del que todos sabemos la letra, es que empezamos a conocer esas dos caras del amor. Sí, el piano está tocado como los Dioses (otra vez Sujatovich) y las cuerdas son impecables. Lo mismo que los bajos de casi todo el disco a cargo de Juan Pablo Ruffino, hijo de Machi, mítico bajista de Spinetta. Pero por si fuera poco fuerte la españolización del texto, sobre el final se mezclan castellano e inglés generando un cocoliche poco claro y realmente desafortunado, eso sin volver a hacer foco en la cuestión vocal, por el amor y el respeto que merecen Fito y su obra, pero es un tema que cantaba Freddy Mercury, es obvio que no iba a ser fácil.
YO NO QUIERO VOLVERME TAN LOCO con la composición de García de principios de los ochenta, tal vez el pináculo de su creatividad y carrera, se evidencian a primera vista dos grandes detalles. Primero: esta sí es una canción que parece hecha a gusto y medida para ser interpretada por Paéz, uno de los momentos más alegres y mágicos de la producción. Fabi Cantilo haciendo lo que mejor sabe y la inclusión de León Gieco justo como en la versión original del tema son colores que le suman mucho y la canción brilla por sí sola. Segundo: Carlos Alberto García es sin dudas el músico más importante y genial de la historia de nuestro país.
Y al grito de “…yo no quiero esta pena en mi corazón…”, llega FIESTA de Joan Manuel Serrat, y que alguien le avise a Marcelo Tinelli que aquí tiene la canción para abrir su programa en 2012. Con una fuerza y con la garra que Fito (cuando quiere) sabe tener, la versión recuerda a los tiempos de Naturaleza Sangre (2003). Salvo algún detalle en la letra que suena un poco apretada dentro de este Rock uptempo, es otro de los buenos momentos de Canciones para Aliens y así el final formal del disco, con pirotecnia y pura fiesta, luego solo DOBLAN LAS CAMPANAS.
Y así se va un disco más: desparejo, raro, ¿Incomprendido? Reflexiones quedan varias: ¿No había un solo tema de los BEATLES lo suficientemente bueno como para mostrárselo a los Aliens? Pero bueno, de poco sirve conjeturar sobre lo que no fue. Lo que está es Fito y este disco, y las que para él son un puñado de las mejores canciones de la historia y del mundo, lo que el viento nunca se llevó.