El escritor colombiano participa en el Festival Internacional de Literatura 2024 (FILBA) del 26 al 29 de septiembre, donde estará en charlas. ArteZeta habló con él sobre su libro de cuentos Parásitos perfectos, editado por Caja Negra.
Conversamos con el escritor Luis Carlos Barragán a propósito de la edición argentina de su libro de cuentos Parásitos perfectos (2024), a cargo de Caja Negra. Esta publicación forma parte de la colección Efectos colaterales, serie que reúne autores de distintas partes del mundo que piensan la realidad desde narrativas híbridas y extrañas.
En estos relatos, Barragán no duda en explorar las derivas posibles de mutaciones y contagios entre agentes orgánicos e inorgánicos. “Eso sucede en Cronenberg pero yo quería ir un poco más allá, plantear que los dos seres se transforman y evolucionan. También entré en contacto con teorías de la simbiogénesis, con aquella posibilidad de evolucionar a través de la fusión con otros organismos.”
En los cuentos de Parásitos perfectos hay una mezcla de escenarios urbanos y naturales, donde los límites se difuminan. Los cuerpos se lanzan a ensamblajes extraños y alienígenas: cuerpos modificados por la tecnología y códigos larvarios, metamorfosis micóticas. Todo abre paso a lo weird que en estos relatos se expresa como síntoma de la ficción imposible de un yo unificado. “A pesar de que no está muy definido porque cada escritor escribe cosas diferentes, siento que hay un aire poshumanista en este New Weird, una mirada biológica que he visto en muchos escritores, elementos relacionado con lo psicodélico, con las drogas y medicinas tradicionales indígenas o las religiones antiguas”.
Horror corporal, drogas, conexiones e implantes, sexualidades y afectos, son solo algunos de los elementos del laboratorio que Barragán combina para contar extraños futuros posibles. Sean bienvenidos.
ArteZeta: ¿Cómo ves reflejado el eje de la identidad en tus obras? Desde El gusano a Parásitos Perfectos puede pensarse un hilo conductor que reflexiona respecto de la identidad tanto del cuerpo, en relación al género, así como también en su plano sensible.
Luis Carlos Barragán: Sí, es uno de mis intereses principales. La reflexión sobre la importancia que tiene la identidad tanto en su forma espiritual, así como también en su plano reflexivo. Incluso como un tema casi religioso sobre qué es ser una persona o qué es ser parte de algo más grande, qué es estar solo, qué es estar acompañado y qué tan inamovible es esto de la identidad. La pienso como una especie de ilusión que nos encarcela y que liberándonos de ella podemos ser felices. Ese ha sido un tema importante para mí. Trabajé con unos chicos trans hace unos años y con las reflexiones que ellos hacían sobre si uno podía dinamitar el género, también así la identidad. Creo que fue una extensión de eso.
AZ: En tus cuentos se elabora profundamente la relación con el cuerpo y sus transformaciones. Ese trabajo remite a la figura de Cronenberg y su horror corporal ¿Es una influencia para vos? ¿Cómo lo plasmas en tu escritura?
LCB: Total. Cronenberg es una gran referencia. Además porque yo no había encontrado ciencia ficción escrita que hablara de tecnología viviente como lo hacía Cronenberg, de cómo sería un computador si estuviera hecho de células. Cronenberg fue la semilla pero yo sentía que había algo más. Era esa relación entre las máquinas y nosotros, y cómo nos transformamos y nos mezclamos. Eso sucede en Cronenberg pero yo quería ir un poco más allá, plantear que los dos seres se transforman y evolucionan. También entré en contacto con teorías de la simbiogénesis, con aquella posibilidad de evolucionar a través de la fusión con otros organismos. Ese tipo de ideas me parecieron fascinantes. Sin duda Cronenberg es un gran referente.
AZ: Pensando tu obra en el territorio colombiano y el hecho de cómo narrar las violencias que allí suceden constantemente, ¿cómo narrar esa violencia cuando es constante y no hay un punto de quiebre, como el Nunca más argentino, que permite hablar de un terror postdictadura, por ejemplo?
LCB: Siempre tuve la sensación de que en los noventas y la primera década de los dos mil en Colombia, nuestra literatura pasó de lo que se estaba haciendo en el realismo mágico, Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez y todo ese grupo, a una especie de narco realismo o realismo tipo crónica sobre la guerra, los desplazados, los paramilitares. Pero siempre desde el realismo, la noticia o la crónica intentaban saber qué es lo que estaba pasando porque nadie lo sabía muy bien en realidad. Siento que es hasta la firma del Tratado de Paz que se pueden comenzar a destapar todas las cosas que estaban pasando en Colombia, que antes eran un rumor, como por ejemplo los falsos positivos. Todavía no han condenado a nadie. Aún hoy a mucha gente le parece que Álvaro Uribe hizo las cosas bien porque estaba matando a la guerrilla y luego nos dimos cuenta que todo era una fachada. Si bien no hemos cambiado la página totalmente, y la violencia y la corrupción siguen, sí hubo un cambio respecto de mirar lo que estaba sucediendo. Al menos en Colombia estoy comenzando a ver muchas más versiones de narrar estas historias de una forma diferente porque ya tenemos un panorama un poco más amplio sobre qué es lo que pasó con las víctimas, dónde desaparecieron a la gente, quiénes eran los paramilitares, de quiénes eran los guerrilleros, de cómo estuvo relacionado esto con la política. Eso nos permite hacer estas historias que no son realistas sino de especulación, que intentan repensar esas mismas historias y además condensar ese elemento raro, esa mirada extraña respecto de que no hay un bueno y no hay un malo. Todos son malos, todos son buenos y no hay una certeza. Creo que eso se mezcla mucho con lo raro y con el weird. Hay terror pero está poblado de belleza, de la fauna de Colombia por ejemplo, de la muerte relacionada con las flores y con la belleza al mismo tiempo, de la relación con la religión y la idiosincrasia colombiana como algo que durante mucho tiempo se vio muy subdesarrollado. Siento que durante mucho tiempo en Colombia pensamos que era un lugar que no merecía ser narrado en otra forma sino como un lugar alejado y pobre. Nuestro contacto con nuevas tecnologías, con nuevas ideas, nos hizo repensar y poder ver de otra manera este elemento rural, esta forma de hablar que tenemos, para poder elevarlo y llevarlo a otros lugares. Todo eso obviamente está conectado con la guerra, con la violencia, con los desplazamientos, con todo. Creo que en ese punto la firma del Tratado de Paz, aunque fue un momento muy extraño porque al final como que no pasó nada o bueno se desmovilizaron pero no, fue como un momento interesante. La JEP por ejemplo para mí fue un momento importante y nos permite hacer eso, repensar, mirar con un panorama más grande.
AZ: Previamente mencionaste el concepto de lo weird ¿Pondrías a tu obra en este marco? ¿Qué te representa esta categoría?
LCB: Antes no entendía muy bien el término porque sentía que ese estilo de literatura siempre se había estado haciendo. Para mí el New Weird tiene temas similares a la Nueva Ola, donde están Philip Dick y Ballard; allí donde las ciencias sociales se mezclan con la CF. Sentía que lo que llaman New Weird era una continuación de eso. Luego escuché comentarios, por ejemplo de Ramiro Sanchiz, que es un escritor uruguayo muy bueno y él tiene una defensa del New Weird Latinoamericano. Él cree que hay una nueva ola de escritores allí. Rodrigo Bastidas en Colombia también tiene una idea de que la CF latinoamericana no es CF dura, que no tenemos esa intención de pensar en la ingeniería y las matemáticas sino que nos interesa mucho más la espiritualidad y ese tipo de elementos. Después de entender un poco más, creo que mi obra entra en el New Weird Latinoamericano. A pesar de que no está muy definido porque cada escritor escribe cosas diferentes, sí siento que hay un aire poshumanista en este New Weird, una mirada biológica que he visto en muchos escritores, elementos relacionado con lo psicodélico, con las drogas y medicinas tradicionales indígenas o las religiones antiguas. Por ejemplo, Erick Mota habla de los orishas o dioses africanos y cómo se mezclan con la tecnología. Él escribió un libro que se llama El Foso de Mabuya, donde la tecnología se mezcla con los dioses y eso cambia la historia humana y de América. Todo eso es muy interesante. Creo que hay un movimiento, que muchos estamos conectados; cuando leo lo que escriben otros compañeros en México, en Chile, en Argentina, en Uruguay, incluso que lo que hace Mariana Enríquez está mezclado con esto a pesar de que lo han llamado de otras formas. Siento que hay una unión entre la idiosincrasia latinoamericana mezclada con elementos mágicos y del terror que no se explican muy bien, pero que podrían explicarse a través de la ciencia ficción y del pensamiento de la ciencia. Hay toda una idea de que la naturaleza tiene una vida propia de las infecciones. Un pensamiento muy poshumanista en el que el humano no es el centro de atención que controla la naturaleza sino que hace parte de la naturaleza. Además la religión y el misticismo siguen siendo importantes. Sé que no todo el mundo estaría de acuerdo con esto y algunos incluso me dirían que es terrible lo que voy a decir pero a veces siento como una evolución científica, al mezclar el realismo mágico con CF, y allí no hay límites. Creo que la CF está alimentada de escritores como Ballard y Philip Dick, que son muy importantes en latinoamérica pero mezclado también con Borges y un poquito de Gabo. Como si la magia la pudiéramos explicar a partir de una especie de infección, de virus o de entidad alienígena. Esa misma magia ahora tiene una nueva capa de explicaciones que tiene que ver con nuestra relación con las máquinas, con la tecnología pero siendo latinoamericanos conservando la idea de lo religiosos que somos. Todo está mezclado. Siento que no murió del todo el realismo mágico y que de alguna forma se mezcló. Existe esa libertad que está en los libros de Gabo donde cualquier cosa puede suceder pero ahora está relacionado con elementos extraterrestres o del del terror cósmico y van más profundo de lo que habían ido antes. Son más serias. Me parece muy interesante cómo la mente comienza a doblarse en todas estas historias, de modo muy psicodélico.
AZ: ¿Es la nueva ficción extraña queer? ¿qué se puede decir de eso?
LCB: En la idea de lo queer no hay una necesidad de enmarcarse dentro de un género o de una orientación sexual y se puede vivir en ese borde o en ese límite entre las cosas. En este sentido, el New Weird latinoamerico es la idea del cruce entre ficción y fantasía o terror y fantasía con ciencia ficción. Todo está entremezclado y no se entiende muy bien pero eso no importa. Creo que a eso se le agrega que los escritores que estamos haciendo eso en este momento, hemos vivido en una época en la que esa misma revolución sexual o revolución moral que ha sucedido en estas décadas donde ser gay por lo menos está más naturalizado que antes. Esto ha sido mucho más acogido que en otros lugares del mundo; por ejemplo hay matrimonio igualitario en varios países de América Latina, entonces muchos de nosotros, como escritores pertenecemos a alguna categoría o simplemente tenemos una forma de sexualidad diversa que no es la normativa. Incluso los escritores heterosexuales tienen interés por lo queer. Por ejemplo, Ramiro Sanchiz tiene una fascinación loca por David Bowie, y David Bowie en sí mismo era una figura que traspasaba estas fronteras. La escritura de Ramiro podría ser queer en el sentido en que las personas están entrando en contacto con cosas extrañas que los transforman, con sustancias también tóxicas y raras que son inentendibles. Uno podría pensar e hilar esto entre lo queer y lo marciano, lo queer y lo extraterrestre, lo inentendible y el horror cósmico. Además, cuando uno tiene un mundo donde todo está clasificado, donde está lo heterosexual y la norma, y planteas una forma diferente a eso, todo lo que no esta en esos limites se siente como algo terrorífico, como algo inentendible, como David Bowie. David Bowie está al otro lado, es lo raro ¿y qué significa estar al otro lado? Al cruzar ese límite es como si se difuminaran todos los demás, incluyendo el límite del Estado, de la nacionalidad, la religión. Tal vez muchos escritores que están ahora haciendo literatura están fascinados con esa idea. Muchos de nosotros estamos fascinados y queremos romper esos límites como sea. A Cynthia Matayoshi, por ejemplo, la siento todo el tiempo así; su escritura es puro surrealismo y uno no sabe qué está pasando pero lo hace muy bien y se siente muy interesante. Karen Andrea Reyes en Colombia también está hablando de criaturas y de sexualidades extrañas que rompen esos límites. Hank T. Choen está haciendo eso desde el terror más visceral. Es una maravilla.
AZ: Antes nombraste a la Nueva Ola y al horror cósmico de Lovecraft. ¿Qué influencias te nutrieron y acompañaron durante el proceso de escritura de Parásitos Perfectos?
L.C.B: Obviamente Ballard. Philip Dick es importante, aunque no tanto como Ballard. William Gibson fue muy importante, sobre todo su estilo de escritura a mí me encanta. Algunos de sus cuentos me parecen fascinantes. La Beat Generation también y no solamente por la escritura de los libros de William Burroughs, de Alan Ginsberg o de Kerouac, sino por su actitud de improvisar, de estar experimentado, y de libertad. Esa idea ahora la identifico como algo muy norteamericano que siento que comienza con Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Es increíble porque son muy experimentales. Mark Twain escribió Huckleberry Finn con acentos locales y hablando sobre estos personajes que quieren escaparse y vivir en la naturaleza. Todos esos escritores me han influenciado mucho. Y en Colombia, Opio en la nubes de Chaparro Madiedo, me pareció muy interesante en su uso del lenguaje y en libertad para experimentar. El congreso de futurología y Solaris de Lem, pero también un libro como La historia sin fin de Michael Ende. El libro es como ir a los límites de la imaginación, es sobre un chico que está leyendo un libro, pero luego el libro le dice que si quiere continuar, debe terminar el libro en su imaginación.
AZ: También sos un artista gráfico y acompañas tus cuentos con tus dibujos, ¿cuál fue tu intención a la hora de pensar estos dibujos o estas obras tuyas con los textos, o cómo pensás esa combinación?
LCB: Tengo la idea de que quiero que todos mis libros estén ilustrados, que todos mis libros tengan alguna forma de ilustración, y algunos se convierten en pequeños proyectos de arte. Siempre pienso en qué tipo de ilustraciones debe tener cada libro. Mi primer libro también tiene ilustraciones, pero son muy diferentes. Intento que cada uno tenga un estilo muy diferente para experimentar, para poder crear sin repetirme. Y en este caso, siempre busco un tema común, qué tienen todos los cuentos en común. Pensé que eran máquinas o algún tipo de tecnología, entonces me pareció que tenía sentido hacer como patentes, como estos dibujos de patentes que se hacen cuando se crea una nueva tecnología o algún nuevo mecanismo. Quería que la línea fuera muy pulida, sin demasiadas sombras y cosas así, que fuera casi como un dibujo técnico de todas estas tecnologías. Cuando lo estaba haciendo, también pasó que los sujetos están probando las tecnologías, que se ajustan a ellas, no son como humanos normales, sino que pareciera que vinieron de otro universo, porque tienen unos peinados extraños y todos son algo transexuales. Su cuerpo es muy ambiguo, no son los cuerpos típicos. Y eso salió sin pensarlo mucho, como que no quería que fuera un manual donde todos los personajes se vean normales.