Con la entrada del otoño a calle Corrientes llegó también la 24° edición del BAFICI. Ya no existe el café La Paz ni sus intelectuales y, sin embargo, aún hoy se mantiene cierta mística a lo largo de toda la avenida.
¿Serán sus cines y su poderosa máquina de ficción lo que mantiene vigente cierto espíritu setentista? Al menos eso parece. Aquellas salas como el Lorca y la Lugones son de los pocos vestigios que quedan de lo que puede leerse como un escenario esplendoroso lleno de agitación cultural y libros bajo el brazo. Se han ido las cafeterías, inclusive alguna que otra librería, pero todavía resisten los cines.
Este es el segundo año que el festival se realiza en calle Corrientes y es algo para subrayar más allá de ciertas cuestiones. Primero que nada esta decisión le pone mayor centralidad a un punto esencial de la ciudad de Buenos Aires: los alrededores del Obelisco. Ya no son Belgrano ni Recoleta los beneficiarios del festival sino el centro porteño: un entramado en cuadrícula que, como supo analizar el ensayista Ezequiel Martínez Estrada, funciona como la cabeza de Goliat de este monstruo que hemos dado en llamar Argentina.
También revitaliza cierto espíritu cultural que supo existir en esa zona geográfica. El hecho de que un festival de cine de este tenor se realice a lo largo y ancho de Corrientes habilita la circulación de ideas y conceptos. Una sociabilidad por fuera de las redes y dentro de los cafés. La clásica salida de ver una película y luego discutirla con pasión y verborragia como summum de la porteñidad.
Por eso, inclusive con sus aciertos y errores, la posibilidad de haber vuelto a revivir un caudal de circulación y canalizarlo por medio de estas sedes icónicas del centro, es una buena noticia. Gracias al BAFICI volvimos a ver a los estudiantes de filosofía y a los trabajadores de la industria del cine trenzarse en discusiones estéticas de larga data. Festejemos esta vuelta.
En cuanto a las películas premiadas, las principales triunfadoras fueron, en Competencia Internacional, The New Greatness Case de la realizadora rusa Anna Shishova (Gran Premio del Jurado); And, Towards Happy Alleys, de la india Sreemoyee Singh (Mejor Largometraje); en Competencia Argentina, Gran Premio del Jurado para Terminal Young, de Lucía Seles; Mejor Largo fue para Clorindo Testa, de Mariano Llinás; respecto a Vanguardia y Género, How to Save a Dead Friend, de Marusya Syroechkovskaya (Suecia) fue premiada por el Jurado mientras Mudos testigos, de Luis Ospina y Jerónimo Atehortúa (Colombia) se llevó el galardón a Mejor Largometraje.
A continuación, las elegidas de AZ.
Roberta, de Antonino D’Ambrosio
Otro plato fuerte que tuvo esta edición del festival fue el documental sobre la cantante Roberta Flack. El film, dirigido por el autor de otro notable documental musical (Let Fury Have The Hour, 2012), recorre toda la vida de la cantautora y nos lleva no solo a su faceta artística sino, también, por su infancia, su entrada al mundo de la música, su militancia política, sus amistades y colaboraciones.
Con entrevistas y una fuerte presencia de voces en off mientras se desarrollan imágenes de archivo, el documental recorre cronológicamente la vida de la autora. Si bien se detiene largo rato en los momentos más importantes —como sus comienzos en la industria con el boom que generó la canción “The First Time Ever I Saw Your Face” luego de ser elegida por Clint Eastwood para el filme Play Misty for Me (1971) o su amistad y colaboración con Donny Hathaway— también desarrolla su compromiso con los derechos de la comunidad afroamericana, sus viajes y su legado en las generaciones más jóvenes, incluido su éxito total con “Killing Me Softly”. Un verdadero homenaje a una de las artistas más grandes del soul norteamericano. Gonzalo Penas.
Llamen a Joe, de Hernán Siseles
Hay un denominador común que une el famoso episodio de Andrés Calamaro invitando a su público en un show en La Plata a “fumar un porrito” con el mítico recital organizado en el penal de Olmos, la detención de Gustavo Bazterrica que sentó jurisprudencia respecto a la tenencia de marihuana por consumo personal (el famoso “Caso Bazterrica”), el atroz asesinato de las abuelas de Fito Páez en 1986 y los problemas de papeles que tuvo Luca Prodan para cobrar sus ganancias en SADAIC. El eslabón que une todos estos casos es la pata legal de estos asuntos. Vestido de saco y corbata, con pelo y barba larga, parece un miembro de ZZ Top vestido para un casamiento. Joe Stefanolo será, para siempre, el abogado del rock.
En este documental, ópera prima del periodista Hernán Siseles, se narran los casos más rutilantes de la trayectoria del letrado que se divide en dos principales arterias: una lucha en pos de resolver conflictos legales de toda índole referida a rockeros y el acompañamiento en casos referidos a drogas que suelen caer en situaciones de estigmatización. Si bien cobra el tenor de biografía autorizada (no se cuenta, por ejemplo, su rol como abogado defensor de Raúl Villareal en el caso Cromañón, quizás su zona más incómoda) y en algunos aspectos técnicos su factura es algo limitada, el documental forja con creces el retrato de un personaje carismático y magnético. Pablo Díaz Marenghi.
Blondi, de Dolores Fonzi
La Velvet Underground es una forma argentina y, probablemente, latinoamericana de mencionar a The Velvet Underground. Es más, a la banda se la suele denominar como La Velvet. Es decir, una mención disminuida del nombre original que de alguna manera suena cool y desinteresada. La Velvet suena al palo a lo largo de todo Blondi. La ópera prima de Dolores Fonzi se destaca dentro del cine actual.
Esta película entrecruza una forma porteña del cine con algo de los filmes de los hermanos Coen, las comedias de Judd Apatow y toques del Nuevo Cine Argentino. Cuenta una historia, a priori, sencilla: una madre, con un empleo promedio que lucha por mantener a un hijo genio. Luego irán surgiendo conflictos a partir de la propia coyuntura a los que se intercalan chistes y momentos tristes por medio de vericuetos cotidianos.
Los eventos se van desarrollando intercalados con caladas de porro. La película de Dolores Fonzi es tierna y, a la vez, cómica. Es una deconstrucción de la figura de la madre y una revalorización de los lazos familiares. Ignacio Barragán.
Verdens ende (Desolación), de Mirko Stopar
Mirko Stopar ya podría ser considerado un cineasta de culto digno de ser descubierto y revalorizado. Este mediometraje llega como corolario de una trilogía de filmes unida por la exploración de rarezas y misterios que involucran cazadores de ballenas nazis (El Arponero, 2022), un filme perdido en el fuego protagonizado por una actriz olvidada (Llamas de Nitrato, 2014) y derivas de una escritora vagando por el océano rodeada de hombres (Sirena a Bordo, 2021). Noruega y Argentina se conectan en cada filme de Stopar y, esta vez, todo se une en una ficción que se disfraza de documental. Aquí el realizador hace las veces de un narrador detectivesco que explora un misterio.
¿Qué tienen en común una isla maldita, una misteriosa peste, un extraño escritor y los nazis? Mediante registros diversos, pseudo material de archivo, grabaciones e imágenes captadas en el magnético y amarronado Delta del Paraná, Stopar vuelve una vez más a narrar el lado oscuro del hielo antártico y sorprende con una cinta más que original. En 41 minutos deja muchos cabos sueltos que atraen e inquietan haciéndole pensar a más de un espectador si lo que acaba de ver se trata de ficción o realidad. Quizás allí, en esa ambigüedad, radique el atractivo de esta historia que ratifica una vez más a Stopar como uno de los narradores cinematográficos más interesantes de esta era. Pablo Díaz Marenghi.
https://vimeo.com/801526603?embedded=true&source=video_title&owner=8288916
Clorindo Testa, de Mariano Llinás
Al contrario de lo que puede parecer, esta nueva película del director de La Flor no se trata del famoso arquitecto que diseñó la Biblioteca Nacional. En teoría se trata sobre un libro escrito por su padre, Julio Llinás, sobre Clorindo Testa. Es eso pero, también, es mucho más. La obra no discurre entre dos biografías para elaborar lazos e intertextualidades estéticas que pueden ser un plomo. A través de su padre, reflexiona sobre el cine, la historia y la herencia familiar.
Probablemente Clorindo Testa sea una de las mejores películas de Llinás. Es una obra lo suficientemente íntima como para causar cierto resquemor al adentrarnos en la vida de este director de cine independiente. No solo la película nos sumerge en las reflexiones y teorías que discurren en la cabeza de este director sino, también, abre las puertas a su familia. En la pantalla desfilan su madre, su hijo, su mujer y amigos. Es decir, sus afectos.
Por suerte, la película engaña al espectador descuidado y no es otro documental sobre Clorindo Testa de los tantos que hay en Canal Encuentro. Mariano Llinás vuelve a utilizar su genio y los resultados son sorprendentes. Una película que funciona como caballo de Troya para, en última instancia, pensar el cine y la idea de legado. Ignacio Barragán.
Sara Facio: Haber Estado Ahí, de Cinthia Rajschmir
Otro de los grandes documentales que tuvo este BAFICI fue el estreno absoluto de Haber Estado Ahí, un recorrido por la vida de la fotógrafa Sara Facio desde su propia obra. A sala llena, en la Leonardo Favio del Gaumont, los negativos de las imágenes más famosas de Facio se fueron sucediendo mientras la autora ubicaba a los espectadores en tiempo y contexto.
El título hace alusión a una autora que es parte de la historia argentina por haber mostrado la ciudad de Buenos Aires en sus rincones más emblemáticos pero, también, por haber inmortalizado en sus retratos a varios escritores y artistas —con su amigo Julio Cortázar y su muy querida Maria Elena Walsh a la cabeza— y por haber estado en algunos momentos claves de la política nacional del pasado siglo: el retorno de Perón al país y su posterior muerte.
La fotógrafa va recordando mientras revisa su archivo y sus carpetas llenas de negativos en las sucesivas entrevistas y los encuentros que tiene con la directora del documental, Cinthia Rajschmir, quién repregunta y ordena a medida que avanzan las charlas. Mientras tanto, en pantalla se van sucediendo las fotografías más icónicas de Facio. Un gran acierto del documental es su estructura. Dividida en cuatro partes bien marcadas, estas hacen que el espectador no solo no se pierda sino que rápidamente entre en el diálogo de las protagonistas. Gonzalo Penas.
Catálogo para una familia, de Iair Michel Attías
En una fotografía en blanco y negro se ve a un hombre picando una piedra con un cincel y un martillo. Usa anteojos de marco grueso, viste jean y camisa ídem. Su rostro evidencia concentración y, al mismo tiempo, fuerza. Ese hombre es Jorge Michel (1925-1991) y esa piedra es muy probable que luego haya sido convertida en una de sus obras.
Michel, escultor autodidacta, también fue publicista, fue parte de un matrimonio artístico con Josefina Robirosa y un emblema de la bohemia cultural de los años sesenta. Esta película puede parecer, a simple vista, una suerte de documental biográfico sobre este artista. Sin embargo es mucho más que eso. Se trata de la narración de su recuerdo por medio de la investigación y la memoria de su nieto, Iar Michel Attias, quien no lo conoció ya que el artista falleció cuando el director de esta película tenía un año y medio.
Por medio de material de archivo y, también, trabajo de campo, el director, en su opera prima, rastrea la vida y obra de su abuelo a la vez que se hará preguntas existenciales sobre él mismo. Llegará al Museo MALBA y hasta al MET de Nueva York para intentar rescatar obras que se creían perdidas. Con un ritmo narrativo que se vuelve, por momentos, algo monótono, el documental privilegia el tono intimista y se vuelve un retrato interesante sobre la memoria.
Más allá de volverse, también, una interesante reconstrucción sobre el arte argentino en tiempos del Instituto Di Tella, lo más importante radica en la reflexión en torno a la pregunta por la identidad que une a un abuelo y a un nieto decidido a explorar estas derivas. Pablo Díaz Marenghi.
Le Parfum Vert, de Nicolas Pariser
La nueva película del director francés Nicolas Pariser (realizador de la ganadora en Cannes 2019, Alice et le maire) es una atractiva propuesta que cumple con todos los requisitos de un policial clásico pero que luego se desarrolla con tensión y humor hasta el último minuto. Se destaca la actuación de Vincent Lacoste y Sandrine Kiberlain en los roles protagónicos. La trama: un actor es envenenado antes de salir a escena y muere en plena obra de teatro. Mientras que todo es un caos total en la sala, el principal sospechoso termina siendo un amigo del actor, Martin (Lacoste) y rapidamente empieza a ser perseguido por la organización que ordenó el asesinato. Mientras intenta escapar y entender qué sucede, se relaciona de mera casualidad en una librería con una autora de cómics llamada Claire (Kiberlain) y empiezan a escapar de la organización mientras investigan el caso.
El cruce entre policial, cine de espionaje y comedia se mantiene a lo largo del film y de la investigación que realizan los protagonistas. Estos tendrán una única pista e irán tras ella hasta resolver el misterio. Gonzalo Penas.
El caso Padilla, de Pavel Giroud
Heberto Padilla fue un poeta cubano de la década del sesenta. Su nombre trascendió los cenáculos de la literatura por haberse involucrado en un conflicto político con el gobierno cubano. Fuera de juego, su poemario de 1968, fue acusado de contrarrevolucionario. A raíz de esto, el poeta sufrió la cárcel, el exilio y la autocrítica. Este documental de Pavel Giroud está hecho a partir de filmaciones inéditas de aquella extensa jornada de autocrítica. Un desfile kafkiano de escritores culpándose a sí mismos por un crimen que jamás cometieron.
El documental se compone, en gran parte, por el largo alegato de Padilla frente a colegas y cámaras. En el medio, se ven fotos de intelectuales latinoamericanos como Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. Todo gira en torno a la función de la literatura en la revolución, un debate típico de los años sesenta que ya se había dado en la Rusia de los veinte.
En todo caso, en el binomio de artistas de izquierda y gobiernos revolucionarios, siempre pierden los concienzudos artistas. En este caso es Heberto Padilla el que se tiene que humillar como persona para salvar a la obra.
Esta película es muy cruel porque desnuda el componente autoritario de un proceso tan noble como la Revolución Cubana. Grafica de una manera simple los siempre herméticos límites entre arte y poder resolviendo la cuestión levantando el dedo índice y apuntando al gobierno. Más allá de esto y de ciertas torpezas de montaje, es un documento fundamental para entender la década del sesenta cubana. Ignacio Barragán.
El legado, de Rodrigo Demirjian
Utilizando un vocablo artístico, este documental forma un díptico junto con Catálogo para una familia de Michel Attías. Aquí también el eje principal es la memoria, el recuerdo y el relato que es capaz de hilvanar a través de aquella fragilidad que implica el ejercicio retrospectivo de inspeccionar el pasado. Por supuesto, una vez más el protagonista implícito es un artista (el notable pintor argentino Jorge Demirjian fallecido en 2018) pero hay una diferencia: esta vez, quien narra es su hijo, Rodrigo quien, entre otras cosas se interroga acerca de qué hacer con su legado material: más de dos mil pinturas en lienzos y bastidores de diversos tamaños que le ha dejado su padre.
Recién llegado de Madrid y luego de quince años sin volver a la Argentina, Rodrigo aterriza y se encuentra con esa inconmensurable cantidad de pinturas y con el duelo por la muerte de su padre a medio camino. Mediante el registro de escenas cotidianas en donde charla con amigos y familiares acerca de qué hacer, evocación de recuerdos y charlas telefónicas con su padre que aparecen en diversos momentos (la apuesta narrativa más interesante del filme), el documental se convierte no sólo en una aproximación al universo Demirjian sino, más importante aún, en una crónica sobre la muerte del padre y el quehacer ante las diferencias que, muchas veces, unen más de lo que separan. Pablo Díaz Marenghi.
La vida a oscuras, de Enrique Bellande
Se denomina Síndrome del vinagre a un proceso por el cual una película empieza a descomponerse lentamente a lo largo del tiempo y no hay manera de revertir su deterioro. Solo se puede detener o, en todo caso, demorar el proceso. Este y otros de los mil problemas que pueden llegar a tener las películas en fílmico son retratados en este documental que se centra en el oficio de coleccionista y divulgador del gran Fernando Martin Peña.
Todas las noches, antes de dormir, Peña huele cada una de las latas del sector que le toque ese día de las miles de películas que tiene su colección. Las limpia, las une, las coloca en el proyector y. finalmente, las ve. El documental es un corolario de momentos en los que Peña, como héroe que es, rescata de diversos lugares —incluso de la basura— fílmicos a punto de ser tirados o extintos por el paso del tiempo.
Necesitábamos un documental sobre la labor inmensa de Fernando Martin Peña. No solo para quienes lo conocen hace años y son devotos con su trayectoria, sino también para las futuras generaciones que vayan a conocer a este mártir del fímico, nuestro Henri Langlois argentino y peronista. Ignacio Barragán.
Nightclubbing: The Birth of Punk Rock, de Danny García.
El BAFICI siempre ofrece rockumentales que luego son muy difíciles de encontrar y valen la pena ir a verlos aunque sea en un horario complicado. Esta edición contó con un documental sobre el nacimiento del Punk en Nueva York. Nightclubbing… muestra cómo, además del reconocido CGBG, la ciudad tuvo durante el estallido punk en norteamérica otro reducto que mezcló a artistas y fanáticos durante fines de la década del 60 y comienzos de los 80: el Max´s Kansas City.
El documental de Danny García cuenta con varios temas muy atractivos. Por un lado, la cronología del local. Con el primero de sus dueños, el lugar contaba con una especie de restaurante adelante y atrás con un pequeño lugar para que toquen bandas emergentes. Así fue como llegó a tocar The Velvet Underground y, poco a poco, el Max´s se copó de personalidades famosas: desde actores independientes hasta toda la troup de Andy Warhol.
Luego del cambio de dueño —algo muy bien desarrollado en el film— llega el estallido punk y la rivalidad con el CBGB: las bandas que eran propias del Max´s y las que estaban fijas en la cartelera del histórico local de Bowery. Pero, también, el documental tiene entrevistas muy valorables que van marcando el ritmo de la narración: muchas de las personas más emblemáticas del género prestan testimonio y recuerdan aquellos años de juventud y locura. Desde Alice Cooper, Sylvain Sylvain (New York Dolls) y Billy Idol a Jayne County (Wayne County And The Backstreet Boys) y Ruby Lynn Reyner (Ruby and the Rednecks).
Con imágenes de archivo, fotografías de época y hits de fondo, las entrevistas se desarrollan con fluidez y dejan a todos los fanáticos de aquellos tiempos con la satisfacción necesaria para salir de la sala e ir directo a buscar material de muchas de las bandas que dejaron registro en vivo en el Max´s. Gonzalo Penas.
No va más, de Rafael Filippelli
Un hombre deambula por su departamento. Se sienta, habla del pasado, responde teléfonos. Camina, vuelve a circular y sale al balcón. La cámara muestra una pequeña escultura de Malévich, un vaso vacío y un sillón. El hombre, casi pelado, viejo, buen mozo, sigue caminando. Se sienta, mira su reloj. Es hora del aperitivo.
Agarra un vaso, le pone kilos de azúcar, lo disuelve con bitter Angostura, le pone algo mas. Por último le agrega un buen saque de Jim Beam. Sigue cocinando su risotto.
No va más, la última película de Rafael Filippelli (1938-2023) es una oda a sí mismo de una manera irrestricta. Es casi un adiós pero, a la vez, no. Una especie de hasta luego, hasta pronto.
Si se lo tuviese que simplificar en cuestiones conceptuales se podría resumir como un documental con pretensiones de ensayo. Hoy en día y luego de su reciente muerte, esta obra crea o recrea otro sentido. Más que autobiografía es, quizá, un pedido de disculpas. Una especie de justificación de su existencia.
La última obra de Filippelli es de una intimidad desbordante. Es curioso que esta obra haya sido su despedida: una película de ritos y costumbres. Ignacio Barragán. //∆z.