Gatica fue uno de los boxeadores más populares de la historia argentina. Su historia pasó a formar parte del imaginario social y Leonardo Favio supo retratarlo con su inconfundible sensibilidad popular y estilo único. Hoy, a treinta años del estreno de Gatica, el Mono (1993), lo recordamos en esta nota.
Por Gerónimo Kener
Son varios los deportistas que se destacaron durante los años del peronismo y sólo uno fue elegido por uno de los directores más importantes de la historia del cine argentino para convertirlo en película. El 13 de mayo de 1993, Leonardo Favio estrenó Gatica, el Mono, su primera película luego de 17 años de silencio. Decidió volver con un proyecto dedicado a la gente, su público, una historia que los iba a conmover.
“Esta película ha provocado dos fenómenos de los que me siento orgulloso. Primero, mientras se hable de Gatica se va a hablar de Leonardo Favio. De Gatica boxeador. Y estoy seguro que de Gatica se hablará mucho tiempo. Cada vez que se toque el cine y el deporte se va a hablar de Leonardo Favio”, afirmaba el director a la revista de cine El Amante.
Cuando se estrenó Gatica, el boxeo argentino había desplegado varias figuras como Nicolino Locche, Ringo Bonavena o Carlos Monzón. Todos ellos campeones mundiales (o casi) con historias de ascenso y caída, violencia y fama, pero solo el Mono resumía las preocupaciones de Favio. Guapo, ventajero, amado, odiado y peronista, sobre todo peronista. Un hombre común y corriente. Un chico del interior que fue celebrado por sus golpes dentro del ring y que tenía el deseo de ser respetado.
Sobrio a las piñas
En Crónica de un niño solo (1965), su primera película, Piolín es un niño atravesado por la pobreza, entrañable y demonio por igual. Todo transcurre en esa etapa de su vida y la tragedia lo hunde plano a plano. Gatica también se detiene en la niñez. Ver bajar al niño del tren es un cuento, es enamorarse de la historia de un pibe a pesar de que Favio nunca quiera ocultar sus mañas. A diferencia de Piolín, la tragedia se la guarda para el Mono adulto, lo deja disfrutar para después darle el golpe final. Los planos que cierran, repasan los momentos más emocionantes que el director transmitió, Gatica festejando y tirando besos en el ring, el abrazo entre el monito y el rusito, secuencias que quedan en la memoria colectiva.
Jueves 13 de mayo de 1993. La película llegó a los cines. El mismo día apareció en salas Indecent Proposal de Adrian Lyne, que fue explotada con morbo por su argumento y también The Unbelievable Truth de Hal Hartley que daba sus primeros pasos. ¿Qué se decía del regreso de Favio?
“Gatica es una gran obra que tiene una poética con la marca propia de Favio. Se pueden observar en ella baches narrativos, señalar tramos que quizá podrían ser obviados, detectar influencias fellinescas o de otro tipo en el tratamiento visual de las peleas de box”, escribió Oscar Landi para Clarín.
“Para Favio, que siempre prefirió la sinceridad al refinamiento, intelectualizar personajes como Moreira o Gatica es impensable; sería despojarlos de autenticidad, quitarles el alma” afirmó Luciano Monteagudo en Página 12.
“Yo vuelvo a ser un chico viendo Gatica, con menos inocencia, pero con la misma avidez. Se me importa un pepino que para mí el peronismo no pueda ser el sueño faviano. Pero entró en su film como en un sitio que reconozco, como en un sueño que también es mío” expresó Alejandro Ricagno para El Amante.
La crítica parecía tener un consenso sobre el regreso del grandioso director. Para algunos era el primer encuentro en un cine con Favio. Estrenar después de 17 años no era poca cosa y más teniendo en cuenta los sucesos argentinos. Para otros, era un reencuentro y con buen sabor.
El séptimo arte desde el ringside
El Nuevo Hollywood tiene a Francis Ford Coppola y el rodaje caótico de Apocalypse Now. Argentina tuvo a Favio y el rodaje de Gatica. El primer montaje de la película fue de cuatro horas. No existe mejor repaso de lo que fue la filmación que lo recapitulado en la Revista Film (número 6) mediante los testimonios de Darío Tedesco(montajista), Aldo Romero(asistente de dirección) y Rodolfo Mortola(director de arte). Filmar en Retiro, San Telmo, Barracas, la toma de la caída del peronismo con un cuadro de Perón y Evita quemándose que costó 10 mil dólares, la doble visera de Independiente que ya no existe, un bar que cerró y volvió a abrir con otros dueños. Ya pasaron 30 años del estreno y ya no queda casi nada de lo que hay en esa historia, solo piezas fragmentadas que solo pueden completarse y añorar mediante los ojos de Favio.
En tiempos donde las biopics son moneda corriente y fuente de seguridad para la industria audiovisual, no deja de sorprender que muchas discusiones que se dan sobre la veracidad de los hechos en las historias, ya sucedían en 1993. Días después del estreno, Alfredo Prada uno de los máximos rivales en la carrera de el Mono acusó a la película de denigrar a los boxeadores. En defensa de la película, Edgardo Nieva, el Gatica de Favio le dijo a Clarín que lo mostraron como era y compartía a raja tabla la visión del director. No sería sorpresa que si el estreno se hubiera dado en estos años, las discusiones serían más acaloradas, tal vez no se podría ni siquiera filmar.
Gatica, el Mono, comparte la tradición infalible entre el boxeo y el cine. El deporte del ring y los golpes es el ideal para esa estructura perfecta de llegar a la cima y bajar estrepitosamente como en Raging Bull de Martin Scorsese, aquel clásico con el que guarda similitudes. Favio decía en televisión que utilizó al boxeador como lápiz para trazar un dibujo del pueblo, principalmente de Buenos Aires en esos años entre el 45 y 55 a los que él recuerda con calidez. Uno puede ver la película y disfrutar las escenas de piñas al igual que entristecerse con el devenir del personaje.
Un odio que conviene no olvidar
¿Qué queda de Gatica y Favio en la actualidad? Las ganas de seguir disfrutando y pensando su cine. Pablo Alabarces, sociólogo y Titular de Cátedra del Seminario de Cultura Popular y Masiva de la Facultad de Sociales en la Universidad de Buenos Aires propone a sus alumnos ver la filmografía de Favio bajo la idea de observar a sus protagonistas por sus contradicciones, excesos e imperfecciones que no se los puede soltar hasta que la pantalla se oscurezca. “No hay otra figura deportiva en el peronismo con la densidad de Gatica. La elección no es sólo fortuna sino inevitable. Por supuesto que es ficción y no un documental. Lo diferencial está en lo que le hace decir Favio. Como toda su filmografía, sus personajes despiertan amor pero no los muestra como ejemplos morales, angelicales, no quieren ser eso”, sostiene Alabarces en diálogo con ArteZeta.
El legado de Favio sigue más vigente que nunca: en marzo de este año se presentó una estatua del músico y cineasta. La periodista Florencia Halfon lanzó hace días un libro dedicado a su obra (Favio vigente, Futurock ediciones). En 2022, fue homenajeado en ciclos en el cine Gaumont y en el Festival Internacional de Mar del Plata. El mismo año, las revistas de cine Taipei, La Vida Útil y La Tierra Quema organizaron una nueva encuesta de cine argentino mediante la votación de cineastas, cinéfilos, músicos, historiadores, periodistas y más. Gatica, el Mono se ubicó en el puesto 20 con 61 votos.
Cuando alguien pregunta qué película ver sobre el deporte argentino, Gatica… es la respuesta. Aún hoy, sigue siendo la representación del boxeo, tango y felicidad pero también de la violencia, tristeza y soledad. De cierta forma, a través de la recreación de un momento particular de la historia del país, el público se ve reflejado. Hoy, a treinta años de su estreno, se siguen observando las dos caras de una misma moneda. //∆z.