Black Country, New Road es una de las apariciones más explosivas del rock londinense. For the first time es su álbum debut. ArteZeta conversó con los jóvenes músicos sobre el vértigo de este despegue repentino y la conformación de su sonido.
Por Lorenzo Cao
El rock vertiginoso de los primeros temas de Black Country, New Road llamó la atención del periodismo al punto de ser llamados “la mejor banda del mundo entero”. En poco tiempo formó una base sólida de fanáticos, tocó en escenarios internacionales y fueron envueltos por el consecuente título de banda con un futuro highly anticipated. Debutan con For The First Time, un poderoso compendio de canciones extensas, versátiles e inteligentes que consagran a este futuro inmediato.
El nombre de la banda parece encerrar algún sentido. Pero esta trabazón de consonantes —de acá en adelante BC, NR— surge de la herramienta de Wikipedia “página aleatoria”. BC, NR son May Kershaw (teclados), Isaac Wood (guitarra y voz), Tyler Haden (bajo), Charlie Wayne (batería), Lewis Evans (saxo), Georgia Ellery (violín) y Luke Mark (guitarra).
El septeto —primero como sexteto, luego añade a Luke Mark— se establece en el 2018 y el reconocimiento les llega a la par, o quizás antes, de sus primeras grabaciones. Para comprender esto hay que remontarse un año atrás, tiempo en que los londinenses rondaban los dieciocho y diecinueve años y tocaban en Nervous Conditions. Antes de que el proyecto se disolviese a causa de una denuncia por acoso sexual al cantante, sacaron Untitled, un disco urgente en el que ya se escucha la ecléctica base art-rock, los arranques post-punk o de músicas tradicionales como el klezmer y esos riffs inquietantes que recuerdan a Slint, más la sensación del asomo del noise a cada instante.
“La urgencia jugó un rol muy importante en nuestros inicios”, dicen. “Hoy en día estamos intentando incorporar menos esa urgencia”.
Volver al principio no solo nos acerca al hype alrededor de esta inusual rock-big-band-generación Z, o a los orígenes de su sonido, sino fundamentalmente a presenciar la evolución de este último, devenido en madurez prematura.
La banda elige la discreción y un tono objetivo respecto del hype y la atención a su alrededor: “La anticipación es menor de lo que parece. Cuando mirás dentro del microcosmos del fandom parece enorme pero realmente es muy poca gente”.
Tras Nervous Conditions, vino el despegue. A inicios del 2019 salió el compilado anual del sello Speedy Wunderground. Dentro de la selección hecha por Dan Carey —productor de Franz Ferdinand y, más recientemente, de los consagrados Fontaines D.C.— se escuchan, entre otros, las enérgicas guitarras de Squid, el math-rock barroco de black midi y, claro, a BC, NR. “Nos dieron una buena plataforma para empezar nuestra carrera de estudio”, opinan sobre el compilado y el sello.
Podría decirse que fue la cuarta entrega anual de Speedy Wunderground, destinada a convertirse en parte de una mitología, la que maquetó esta nueva escena londinense.
La pos-rockera “Athen´s France” los presentó, llena de una magnética y fluctuante tensión-relajación entre las guitarras distorsionadas y la claridad del violín de Ellery y del saxo de Evans. Otra novedad estuvo en conocer la lírica narrativa y el registro profundo y desgarrador en la voz de Isaac Wood:
“Ella odia toda playlist / que jura haber hecho cuando tenía quince. / Ella no puede creer que esté tan asustado / de las sábanas y lo que hay entre ellas” cantaba en la primera versión del tema, hoy reescrito “solo para mantener las cosas al día y consistentes”, dice el propio Wood.
Pero antes de que el 2019 terminara, dejaron algo más: “Sunglasses”. El inicio del hit sigue con optimismo el camino del debut. Debajo de la distorsión, Kershaw dispone un colchón suave de sintetizadores, sobre el que Hayden dibuja una línea firme de bajo, más las guitarras que, junto a la batería de Wayne, van in crescendo hasta una colisión grupal de noise. Se destruye el optimismo. El tema se fragmenta y rearma para dar espacio al violín, al riff del saxo y a la estrofa insignia: “Soy más que adecuado/ dejá a Kanye fuera de esto / dejá tu sertralina en el armario / y quemá lo que quede de las cartas que guardaste”.
Luego, claro, pandemia. Lo que se perfilaba como un año para exponer el nuevo material y alcanzar nuevas latitudes, fue silencio, ampliación de la mitología. “Definitivamente ha sido una molestia en términos de dejar el trabajo hecho”, comentan sobre esta situación. BC, NR había entrado a grabar For The First Time un tiempo antes de que Boris Johnson declarara el aislamiento en el Reino Unido. A poco de terminarlo, el pandemonio intentó poner piedras en el camino de los británicos. Pero le resultó imposible.
En las seis canciones del disco, que aun así promedia los cuarenta minutos, la urgencia se combina con el talento, con la elasticidad para moverse entre géneros. “Instrumental”, track que abre For The First Time, es un claro ejemplo de eso. El violín y la melodía con dejos celtas del teclado se conjugan en el éxtasis del free-jazz que aparece hacia el final. “Opus” suma los riffs oscuros de guitarra al klezmer: una alquimia perfecta en la que resuena “todos están subiendo / creo estar llegando un poco tarde a la fiesta”. Para no quedar fuera, irrumpe “Track X”, una hermosa balada pop que cambia por completo el tono, la dirección. Pero Wood se encarga de aclarar en “Science Fair”, un auténtico laboratorio de sonido, que no buscan tal cosa: “Qué tiempo para estar vivo / Oh, yo sé dónde estoy yendo / It´s Black Country out there!”.
“Referencias, referencias, referencias / pero, ¿en qué estás hoy?”, casi ladra, también en ese tema, como si se hablara a sí mismo. La referencialidad es una constante en las letras de BC, NR. Y especialmente a la cultura pop. Kanye West, una cita textual de Phoebe Bridgers. “Nos gusta que las letras tengan un cierto grado de referencias universales”, dicen sobre esos versos que, como imágenes tangibles, se incrustan en las canciones y en la cabeza de quien escucha.
La forma en que estas historias toman cuerpo lleva a pensar en una técnica de composición como el cut-up. Wood sigue esta línea y comenta: “Escribo varias cosas que aparecen en mi cabeza durante la semana y después, más o menos al mes, las uno en pedazos más largos de texto”.
Hay un trato similar con la imagen fuera del plano sónico y lírico, un territorio en el que BC, NR tiene influencia cero. Llama la atención que sus redes sociales, en un tiempo donde la imagen que el artista publicita de sí suele preceder a su música, estén pobladas de imágenes de dominio público. Ocurre lo mismo con los videos musicales: sucesiones de fotos o potentes planos que funcionan junto a la música e independientemente de ella: los visuales y la lírica van ensamblándose en una imagen que se encuentra por completo cuando termina la canción.
El director artístico de la banda, Bart Price, explica las intenciones de su trabajo como un intento por “subvertir las expectativas de cómo una banda de rock puede, o debe, parecer”, y agrega que busca “crear una estética tan simpática, ecléctica y auto-referencial como la misma internet”. Menciona también un gusto particular por la estética de los pueblos chicos estadounidenses: “Tiene algo de espacio mitológico.” Dice encontrar en las imágenes de archivo esta estética, “el poder que me permite hacerlas hablar por sí solas”.
BC, NR logra un sonido ecléctico y atrapante, con múltiples géneros superpuestos y, por demás, lleno de identidad. “La superposición,” refutan, “si es que está ahí, más que nada viene de la combinación de la música de siete personas distintas.” Y continúan: “Robamos todo lo que nos hace ser quienes somos. Nuestra música básicamente se define como rock”.
En la prédica de la música contemporánea, las canciones de BC, NR funcionan como una unidad en sí (single), no se alinean junto a un concepto más grande que ellas mismas: y eso ya es mucho. Pero a contramano de lo que sugeriría una concepción pop de la canción, no se encuentra ni una mueca de fórmula en For The First Time: canciones extensas, canciones cambiantes, canciones impredecibles, canciones aceleradas que de alguna manera solo pueden pensar en lo que está pasando, en el presente.
Hace un tiempo, el crítico Mark Fisher escribió un ensayo, “Sin Energía”, en el que postulaba la idea de que la cultura está atravesada por una “abrupta sensación de desaceleración”. Que las formas de distribución y consumo han “descalibrado la máquina cultural” y “llevan a comportarnos como espectadores”. Por eso, según Fisher, nos vemos incapacitados de imaginar o producir nuestro presente.
“Siempre ha habido alguien diciendo que la cultura está en decadencia”, opina Wood, “y siempre alguien ha declarado que estamos en el horizonte de un impacto cultural. Y normalmente ambos tienen razón de alguna manera”. Sin embargo acaba por decir: “Durante varios años ha sido una tendencia que los pibes van a hacer rock y la gente va a terminar escuchándolos”.
Luego de decir esto, queda una pregunta sin responder:
—¿Hacia dónde quiere ir Black Country, New Road?
—¡Lo más rápido que se pueda al final de la canción!//∆z