Viktor Frankl, reconocido psiquiatra austríaco, fundó la logoterapia basándose en estudios que realizó estando encerrado en campos de concentración. Su teoría habla de la necesidad de hallar un sentido a la vida.
Por Julieta Redondo
Para Viktor Frankl, la vida no pasa por la búsqueda del placer o del poder, sino por la de un sentido con el cual seguir viviendo. El psiquiatra y neurólogo austríaco, fundador de la logoterapia, planteó su teoría durante y después de su encierro en distintos campos de concentración, analizando -desde un punto de vista profesional- el comportamiento de sus compañeros y su propia experiencia.
En El hombre en busca de sentido, el autor oriundo de Viena explica su idea mediante hechos concretos de la vida de los hombres en aislamiento. Su punto radica en que, aquellos sostenidos en algo o alguien para mantenerse con vida, ya sea una persona amada en el exterior o un proyecto por concretar, resistían las condiciones más infrahumanas de la estadía en los campos. Por el contrario, las personas que carecían de esa fuente de anhelo y resiliencia, morían en la chatura de una existencia que se les planteaba vacía.
Así es como Frankl sobrevivió la pesadilla nazi. Ansiaba reencontrarse con su mujer y escribir su obra, recuperar los textos que le fueron arrebatados de -como lo llamó- su “hijo espiritual”, a su llegada a Auschwitz. Es esta una comparación acertada del sentimiento hacia su trabajo, y demuestra la fuerza del deseo de superar semejante situación.
Las historias en que basa sus estudios horrorizan y conmueven. A medida que se avanza en la lectura, la sorpresa y la indignación van en aumento. Como cuando el psiquiatra cuenta cómo en una ocasión un hombre se quejó de hambre, y los soldados lo obligaron a comerse una rata, pero viva. La crueldad sin límite y la deshumanización absoluta tiñen de gris las páginas de este relato.
La logoterapia (del término griego, logos = sentido) se considera la tercera escuela vienesa de Psicología, antecedida por las de Freud y Adler, que se fundamentaban en la voluntad de deseo y la voluntad de poder, respectivamente. Según las propias palabras de Frankl: “Uno de los postulados básicos de la logoterapia estriba en que el interés principal del hombre no es encontrar el placer, o evitar el dolor, sino encontrar un sentido a la vida, razón por la cual el hombre está dispuesto incluso a sufrir a condición de que ese sufrimiento tenga sentido”.
El vienés, nacido en 1905, se graduó en medicina y se especializó luego en psiquiatría y neurología. A sólo un año de casarse, fue llevado, junto a su esposa y padres, al primer campo de concentración, donde continuaría cimentando la teoría que le mereció un lugar de docencia privilegiado en universidades como Harvard y Stanford, de los Estados Unidos. Murió a los 92 años en su ciudad natal, con 18 obras y un importantísimo legado en su haber.