Un crimen y cuatro versiones del mismo hecho. Akira Kurosawa salta a la fama con un film que definió un nuevo estilo de hacer cine.
Por Mauricio Pérez Gascué
¿Cuántas veces les pasó de contar la misma anécdota y recordar los hechos de manera distinta, al punto de contar dos historias diferentes? Narración y punto de vista es la clave de semejante dilema; de eso se trata esta película, una de las tantas obras maestras del realizador japonés Akira Kurosawa. Rodada en escenario de post guerra, la obra brinda un ambiente oscuro y pesimista, propicio para explayarse sobre la muerte y la fatídica naturaleza humana.
Imagínense en Japón, siglo XII. Un crimen pasional provoca que, ante un juez, declaren todos los informantes pertinentes, incluso la víctima del homicidio. Cada uno contará su versión de los hechos, sutilmente diferentes entre sí, dejando el veredicto final en manos del espectador.
Es imposible hablar de una película de Akira sin detallar su estilo primero y su mirada sobre el mundo después (o viceversa ya que, en su caso, contenido y forma están íntimamente relacionados). Es por eso que cada película que hizo lo representa íntegramente, como realizador y como persona. Revolucionaria, la estructura narrativa de la película se sostiene a fuerza de flashbacks y una manipulación de la información sujeta a la perspectiva de cada personaje, que narra su parte de la historia. Aunque nos demande más atención, este recurso no está utilizado para confundir al espectador, sino que obliga a participar activamente en la reconstrucción de la historia. Los ingredientes parecen ser: Un manejo de la cámara detallista, con movimientos tan complejos como armónicos. El uso de una fotografía expresiva. Estructuras narrativas flexibles, adecuadas a las historias que aborda. Narraciones que desarrollan temas depresivos, con una delicadeza y profundidad que permiten al espectador encontrar belleza y, en esa belleza, una mirada optimista sobre esas realidades tan duras.
Uno de los protagonistas es el gran Toshiro Mifune, un actor japonés reconocido en el resto del mundo y gran colaborador de Kurosawa, quien, una vez más, se evidencia como el mejor exponente del cine nipón, no sólo por lo que logró dentro de la isla, sino también por la manera en que influenció al cine occidental.