Random House publica una selección de relatos inéditos de la autora platense, fallecida en noviembre pasado, a los 92 años.
Por Juan Alberto Crasci
Aurora Venturini escribió más de 40 obras de narrativa, poesía y ensayo a lo largo de su vida, aunque logró el reconocimiento del mundo de las letras recién en el año 2007, al ganar el premio de narrativa de Página 12 por su novela Las Primas, a sus 85 años. Cuentos secretos (Random House) es el último libro publicado de esta prolífica escritora, fallecida a fines de 2015 a los 92 años de edad.
El libro está conformado por cuatro secciones de cuentos de extensiones dispares, basados, como ella misma decía, en algunos de los acontecimientos de su vida. Su trabajo como psicóloga en la Dirección de Minoridad sirvió como inspiración para sus excéntricos personajes. Los relatos están plagados de humor negro, grotesco y realismo extremo, aunque ninguna etiqueta le haría justicia a lo narrado por Venturini.
Entornos familiares enfermos y disfuncionales; personajes toscos, monstruosos, violentos; historias de soledad y sufrimiento se suceden página tras página con el particular enfoque de la escritora, que con un lenguaje rico y preciso –incorpora cultismos, anacronismos y jerga popular en las mismas frases– va moldeando un estilo único, por momentos difícil de seguir por la densidad casi barroca de las frases, pero siempre disfrutable por la brillantez de la prosa, desbordante de sonoridad, matices y cambios de registros a lo largo de los párrafos.
Venturini se hace fuerte en donde muchos verían la destrucción posible de un estilo. La sordidez de las historias, la heterogeneidad del registro, las interrupciones de la narradora para opinar sobre sus personajes y sobre las situaciones narradas forman un mosaico vertiginoso que da muestras de la potencia de una voz única dentro de la literatura argentina, dispuesta a romper todas las convenciones lingüísticas y estilísticas de la narrativa. La autora se divierte dentro de la oscuridad de los mundos que nos presenta. Peca Limbo, Tino Tímoli, Juan Chanch Overo, Caruso Pertuso, Otilia Otranto y Bartolomé O. Alárbol, son los nombres de algunos de los personajes que desfilan por las páginas del libro. Una sonoridad grotesca y un tanto ridícula presagia lo que comenzaremos a leer en los cuentos. Historias desbordantes de violencia, aunque realistas, muestran el costado más denso y perverso del ser humano. Frases como “Rolaba la temible testa a diestra y siniestra (…)” o “El avechucho llenaba el buche con pasta al tuco (…)” sirven como muestra del registro y de la sonoridad conseguida por Venturini.
Como suele suceder, el lugar del descanso para los escritores es la niñez. Si bien para Venturini la infancia es igualmente extraña e inquietante –sus niñas se alejan de sus familias, se sienten atraídas por minorías marginales o se relacionan en mayor medida con animales–, sigue siendo el lugar de cobijo para poca humanidad que queda en la vida. Ya lo dijo Rilke: “La verdadera patria del hombre es la infancia”.
Dato de color: no falta un homenaje a Jorge Luis Borges –quien le entregara un premio en la década del ‘40– en el cuento “Los tigres de Borges”.//∆z