El disco ¡16! de Pez se embarra y patina en sus buenas intenciones. Rock Nacional protesta en su tapa pero revisita el repliegue al interior de la poética setentosa. ¿A las armas o al retiro espiritual?
Por Gabriel Feldman
Foto de Daniela Pó
1- La historia se hace presente para darle título al nuevo disco de la banda liderada por Ariel Minimal. Tal vez haya un gesto afectivo en la elección, un reconocimiento a una escuela sentimental que los formó: tapas de discos, estíquers del sello Convivencia Sagrada y pósters de la Pelo. A esto se le sumaría, como otro gesto nostálgico, la elección de la tipografía de aquella revista para la actualización del logotipo de la banda.
2- La primera impresión del disco, lo primero que se presenta –física y digitalmente– es la portada. Una viñeta combativa, “historieta militante”, como la definió su autor, Gerardo Canelo. Una manifestación. Bombos, carteles, brazos en alto, la desfiguración de los rostros que se suman a una multitud. Cuatro pancartas en las que se puede leer: BASTA, FUERZA, PAZ AMOR LIBERTAD RESPETO y una última con un corazón dibujado, el símbolo universal del amor. Enfrente, la fuerza de uno de los aparatos represivos del Estado. Dos policías bien equipados, cascos y armaduras, uno con una sonrisa sádica, predispuesto para reprimir. Los detalles quedan para dos viñetas subsiguientes: el primer plano de los rostros de los movilizados (¿auto-convocados?), un hombre y una mujer, con el gesto apretado; al lado, la policía con los bastones en alto. Lloverán piedras. Más allá de la representación ya podemos sospechar cómo termina, el amor no es más fuerte (faltan senegaleses).
3- Pez es una banda que ha sabido moverse transversalmente por los géneros. A nivel textura, los distintos cambios de formación han enfatizado sus búsquedas sonoras (punk, folk, jazz, candombe, progresivo, dub, etc.) A nivel texto, si bien se encuentran algunos recortes punk contra la autoridad representada en la policía o la familia, a grandes rasgos podemos pensar que en Pez se continúa el discurso del rock de los setenta, más preocupado por los excesos de integración. Y en ese gran tópico las distintas diatribas contra las promesas del progreso: encontrar magia/alquimia en un mundo desencantado; la narración del humano encaminándose a su autodestrucción; la ciudad como lugar opresivo; la tiranía del tiempo mecánico del reloj; la música como refugio.
4- Si en la portada podemos ver el comienzo de un invierno, el disco por su parte suena primaveral/veraniego. Steely Dan de Buenos Aires, con percusiones y todo. Canciones prolijas, luminosas. Alguna más rocanrolera, alguna más introspectiva, otra guiñándole al progresivo, otra al candombe, mucho swing. Si en sus primeros discos podían jactarse de poner etiquetas como “no muy producido por Pez” o grabar sobre cintas usadas, con los años la preocupación por el sonido se hizo evidente. Que “Tan deprisa ya” recuerde a “Loco un poco” de Turf termina siendo una ironía involuntaria sobre algunos de los matices del disco: rock nacional.
5- Media hora de música. Diez canciones que promedian los cuatro minutos. Lo combativo que se pre-configuraba se desarma en un lamento hecho canto. Sobre el sonido amable, ameno, distendido, la voz de Ariel Gustavo Sanzo, dolida. No quedan rastros de la furia. Tampoco resulta sorprendente que, luego de “que” y “de”, la palabra más usada a través de todo el disco sea “no”.
Todo para vos, para mí no quiero nada más
Ya sabían los antiguos que no todo es lo mismo
porque todo lo que quiero no es todo lo que puedo
y es como un huracán, no lo podés frenar.
No puedo volver el tiempo atrás, eso no existe
Sé que desearías no volverme a ver
pero acá estoy y me quedo todo el día de hoy
si mañana ya no queda nada entonces ahí me iré.
Si no podés ver que esto ya no viaja como ayer
Y no busques afuera lo que adentro está
y entregate al misterio y la respiración
si nos espera algún lugar debo soltar todo
o ya no quedar anclado nunca más
disparado a ese lugar donde no pensaba ir
pero la velocidad despierta algo dormido en mí
no tengas miedo si es sólo lo nuevo
cubrimos la distancia y para no quedar atrás
hundimos nuestras manos en la miel
se nos antojo amarga y quisimos ir por más
pero ya no había donde volver.
que no haya más dolores, que vuelvan las cerezas otra vez
yo estuve desde el vamos, no me vengan a hablar
me dicen que te vas, no lo puedo creer
6- Un verso de la canción “Y las antenas comunican la paranoia como hormigas” dice: “¿Pueden las canciones abrigar? / ¿Pueden las canciones disparar?” La música como refugio, como lugar de sanación, ya lo dijimos, es una parte vital del ideario de Minimal como compositor/letrista. “Refugio” o “Melodías sanadoras” sirven como ejemplos. Pero también la pregunta es por otra función: la música como arma, para defenderse o atacar. Y ahora, frente a situaciones adversas, de cara al viento que está por venir, la música es presentada como antídoto: ¡más música!, “el último antídoto que hay, cura de la humanidad”. Seguir alimentando el presupuesto romántico sobre las capacidades redentoras de la creatividad.
7- Si tan sólo hace algunos años, en formato trío virulento Minimal gritaba en “Os Garcas”: “tienen preparado un plan, que consiste en matar, matar, matar, matar…” y “hay que desarticular un macabro plan”. No mucho se explicitaba –se denunciaba-, pero había un sentido de la acción. Al disco siguiente se avizoraba otro “sablazo” de “la diestra siempre a un paso” (“Retornan los restos”). Para llegar a este punto donde, si bien se hace mención a una “salida entre todos”, reina el repliegue hacia uno, para entregarse “al misterio y a la respiración”. Sanación. Soñar con tiempos mejores. Pongan música, más música, no desconfíes de la música.
8- La música puede ser un refugio. ¿Qué refugio? ¿Cómo es ese refugio? Puede ser el cuarto de la infancia, un búnker, un centro recreativo, un centro de asistencia, escombros, aeropuertos, ascensores, una trinchera, etc. En el año 2010, con el apoyo de Azione Artigianale –“sello” de Pez–, Honduras El Libregrupo editaba su cuarto disco, Célula Dormida. La Célula Dormida de Honduras El Libregrupo era la formación alternativa con la que se solían presentar en los lugares que podían. Además de los hits “Al niño Mauricio le molestan los pobres” y “No hay fiesta después del recital” que pueden dar una idea del contenido textual y estético, Célula Dormida se caracteriza por conjugar texturas imaginativas y experimentación sonora junto a un texto que nacía del enojo y la austeridad. “Familias enteras se alimentan de familias enteras / Estás juntando hienas con orquídeas. Por favor ya no tengas más hijos”, cantan. “Ser músico es cenar en campos de concentración” recitan en otra. Una más: “Detrás de nuestras espaldas hay una ciudad / que se alimenta de silencio / Trabajo para que no tenga alimento / y nunca tome conciencia del baile”. El trabajo emparentado a la música no es un dato menor. Y sobre el final, en la canción titulada “Esto es el invierno”: “las melodías que dicen todo nos abrigará / y ese abrigo sabrá responder a nuestro invierno / Esta es música escondida para oídos escondidos”. Honduras se preparaba para lo peor, lo vio y lo supo transmitir en una apuesta artística que no abunda dentro del rock nacional/argentino. Desde su madriguera, con paso lento pero sin detenerse. La autodenominada “banda más agreta”, pero con las ideas claras.
9- Ya son dieciséis discos de estudio los que tiene Pez en sus más de veinte años de vida. Si en el Manto Eléctrico (2014) lo etéreo y lo místico eran los pilares sobre los que se podía pensar la producción (sonido clean de stratocaster, la temática y diseño), su sucesor, este nuevo álbum con los pies en el barro ¿movilizados? queda a medio camino. Rock Nacional es un disco con buenas intenciones. Pero, qué nos queda después del refugio, de la añoranza por tiempos mejores y la pancarta con un corazón. ¿Entregarse al misterio y la respiración? ¿Un retiro espiritual? ¿La vieja escuela del amor? ¿Puede el amor ser un arma eficaz? ¿Amor a qué? ¿Love is all you need?//∆z