El español autor de Teleshakespeare, la interesante compilación de reflexiones sobre series editada por InterZona, en un diálogo sobre las aristas donde la literatura, el cine, internet y mirar la tele se superponen hasta no diferenciarse.

Por Martín Barraco, Sebastián Rodríguez Mora y Joel Vargas

Al interior de esta era dorada de la post-televisión, Jorge Carrión -o Jordi, como él prefiera- ha ido dejando una especie de hilo de Ariadna para no perderse. Las paredes del laberinto cretense contemporáneo están formadas por pantallas que emiten el producto ficcional de una industria que, como la energía para la física, nunca pierde y siempre se transforma. Para tirar de ese hilo hace falta entender de qué está hecho, cuál es su máxima tensión. Y por sobre todo averiguar si efectivamente lleva a una salida, la cual los espectadores no parecemos muy dispuestos a encontrar. Sobre todo esto y un poco más el tarragonés responde, plantea, recomienda y recuerda en esta entrevista.

AZ: La industria de las series está viviendo un punto de máxima expansión, con una superpoblación de ofertas en varios formatos, a partir de la constatación por parte de las cadenas de que el espectador promedio está siendo capaz de encarar de a varias al mismo tiempo. A la vez, parece ocurrir una crisis de la oferta, con gran cantidad de temporadas canceladas o suspendidas. ¿Puede hablarse de un tiempo de cambio en esa industria, que suele destacarse por su capacidad de adaptación? 

Jorge Carrión: En efecto, la industria se caracteriza por su capacidad de adaptarse a cualquier contexto. En la última temporada de Orange is the New Black, por ejemplo, se vuelve a insistir en cómo las presas inventan iniciativas comerciales (en este caso, la venta on-line de ropa interior femenina usada), que las autoridades no pueden controlar ni reprimir. En todos los niveles, por tanto, el ingenio se alía con las condiciones del contexto para buscar negocio. En el caso de las series, digo en Teleshakespeare, que en Argentina publicó InterZona, que son el penúltimo intento de USA para seguir siendo culturalmente influyente. El intento se les ha ido de las manos. Es tal la cantidad de producción que es raro que una serie sobreviva a su episodio piloto. Se cancelan miles y se estrenan cientos de series cada año.

AZ: Respecto a la pregunta anterior, es claro que la industria de la serie intenta luchar contra el tráfico ilegal y gratuito, pero pareciera esto ir en contra de los nuevos principios que internet define y maneja una parte importante de espectadores. Ellos quieren todo gratis. En simultáneo, se da lo que hablábamos en la pregunta anterior, las series parecen no parar de salir. ¿Dónde está entonces la ganancia? 

JC: La piratería es un fenómeno global, pero en Estados Unidos es importantísima la subscripción, que hace viables proyectos de gran calidad como HBO o Netflix, sin necesidad de publicidad. La publicidad es otra fuente de financiación. Y el product placement (cuyo gran ejemplo es Ray Donovan, con su sucesión de coches de lujo, cajas de cereales, tecnología, etc.). En Inglaterra a España, son las cadenas públicas las que apuestan fuerte (en TVE a la carta, la página web, se pueden ver todas las series propias gratis). Es decir, hay muchas aristas en el poliedro. Internet es sobre todo difusión y discusión crítica. Tráfico de opiniones. Circulación de gustos. E inteligencia colectiva, a menudo en forma de “wikis” sobre las series o de subtitulación por parte de comunidades de fans. Pero todos esos extremos colindan, en efecto, con la piratería, que es parte de la maquinaria.

AZ: ¿Cuál creés que es el futuro de las series y qué rol ocuparán los servicios on demand?

JC: Es mejor hablar del presente: te equivocas un poco menos. Y, en efecto, la segunda pantalla y el servicio a la carta es cada vez más importante. Quizá el fenómeno más destacable de estos años sean las temporadas de Netflix, que están disponibles enteras el mismo día del estreno. Una mutación en las formas del consumo y de la recepción crítica.

teleshakespeare

AZ: Ahora, respecto al caso de una de las series que más impactaron durante 2014, True Detective, con el gran trabajo de guión de Nic Pizzolato. Sin embargo, la segunda temporada en curso decepciona por la llegada de una temática y realización más convencionales. ¿Es posible sostener un público con guiones más densos, de interpretación, o ese tipo de series –incluyo a Mad Men y por supuesto a The Wire– ya no son ofertas posibles? 

JC: Sí lo son, pero con trabajo en equipo o con mucho tiempo para que el guionista pueda escribir la temporada entera. No ha sido el caso de TD 2, de ahí su fracaso.

AZ: Me interesa mucho el concepto de ficción cuántica y su diferencia con el concepto de transmedia. En Teleshaekspeare das como ejemplo de ficción cuántica a Fringe. ¿Se podría ver a la ficción cuántica como una especie de evolución del transmedia? ¿Qué ejemplo encontrás en la actualidad de ficción cuántica? ¿Por qué?

JC: Es un concepto ambiguo, para intentar diferenciar la transmedia comercial (una campaña de Coca-Cola) de la artística (lo que hace Mark Danielewski con sus libros). Pero el único criterio de diferenciación serio sería el de la intención del creador o creadores, y es muy relativo. Me interesa cómo Mad Men o cómo Sense8 han trabajado su dimensión on-line y off-line. Me interesa la influencia de las series en la realidad. Y me interesaba, en ese momento, sobre todo, entender a Mario Alvares y George Carrington, los creadores de la serie Los Muertos y protagonistas de mis novelas Los muertos, Los huérfanos y Los turistas: escribí Teleshakespeare para entender mi propia fascinación con las series y para entender en qué contexto ellos estaban viviendo en mi ficción.

AZ: ¿Cómo evaluás el desembarco de las franquicias de superhéroes del cine a la pantalla chica?

JC: La industria es voraz e insaciable: superhéroes, Sherlock Holmes, Hannibal Lecter, zombis. Hay que alimentar a la bestia. La nueva tendencia en series es el remix de imaginarios fantásticos: True Blood, Lost, Once Upon a Time, Penny Dreadful… Es tal el volumen de producción que ya están sucediendo los remakes de las propias series de los 90.

AZ: Ocurre algo similar con otras películas adaptadas a series como 12 Monos, Bates Motel y Hannibal, entre otras. ¿Supone esto el fin de la era dorada de la televisión? ¿O es sólo otra etapa?

JC: Nos falta perspectiva crítica para saberlo. Pero nuevas series como Fargo o The Knick, pequeñas joyas como Rectify o grandes producciones como Masters of Sex o Game of Thrones nos invitan a pensar que todavía no se ha acabado el fenómeno.

AZ: Recientemente en el diario El País escribiste una nota sobre cómo las series están cambiando la realidad. En tu argumentación intuís que “lo audiovisual está influyendo en la realidad más que lo exclusivamente textual”. ¿Creés que los modos de narrar en las series y de construir personajes van influir en la manera de escribir? ¿O ya lo están haciendo?

JC: Lo hacen desde hace décadas. Yo creo que a partir del impresionismo y del cubismo ya no es posible escribir sin tener en la recámara del cerebro la pintura. El cine introdujo en el escritor, ya en los años 20, en la época de Breton o Benjamin, el montaje. Y como dice David Foster Wallace, todos los nacidos después de los años 50 somos personas que hemos percibido el mundo a través de la pantalla. Somos carne de zapping y de cliqueo y ahora de Photoshop.

AZ: ¿Cómo repercutió estudiar el fenómeno de las series en tu obra de ficción?

JC: Tendrán que decirlo los lectores. En mi trilogía he tratado de pensar una obra maestra posible en formato televisivo: una serie perfecta no sólo en su guión, realización, actuación, música, transmedia (o ficción cuántica); sino también en su ética: los directores, técnicos y actores se negaron a hacer ninguna otra serie después, se trasladaron como comunidad utópica a una isla desierta. Pero en ella la televisión, el cine o internet son igual de importantes, o quizá menos, que la propia literatura. Lo que plantea una pregunta interesante: ¿Cuál es el límite de la literatura? ¿En qué momento ya no lo es? Mis novelas integran narrativa, ensayo, crónica, chat. Son artefactos. Espero que no OVNIS.

AZ: ¿Qué series estás viendo? ¿Cuáles recomendarías y por qué?

JC: Mr Robot tal vez es la más interesante de las dramáticas de USA: el problema hacker tratado en serio y con ambición formal y conceptual. Masters of Sex me parece la heredera natural de Mad Men. Hannibal, por último, es la serie más artística y más incómoda de las actuales. Podría recomendar esas tres.

AZ: En qué proyecto estás trabajando ya sea en un nuevo libro crítica y ensayos o en una nueva obra de ficción.

JC: Aunque tengo muy avanzado Telefreud. La cultura contemporánea en el subconsciente de la pantalla, ahora mismo diría que mi próximo libro será Barcelona. Libro de los pasajes, un libro de viajes por mi ciudad, un ensayo sobre su historia. Los dos proyectos compiten por mi atención y mi tiempo. A ver cuál de los dos finalmente se impone.//z