El productor estrella Mark Ronson se disfraza de científico loco en Uptown Special y nos regala uno de los discos del año.

Por Gabriela Clara Pignataro

Es sabido que el sonido atraviesa el espacio a una velocidad en que la materia recién está bostezando, que perdura en el tiempo reverberando en horas postmortem; que la música es el ritmo matemático del universo. ¿Pero que hay acerca de la música como un fantasma de lo nuevo capaz de retorcer una época hasta obtener su jugo primal, su esencia brillante para materializarla en otros cuerpos todavía jóvenes y vibrantes?

Siglos y siglos de cruzadas infructuosas tras la incógnita dorada del Santo Grial para acabar aquí en 2015, en un estudio en Tenesse, Brooklyn, Londres u Ontario donde la piedra filosofal se vuelve plástica y ecualizable en la sala de mezclas de Mark RonsonEl DJ, músico y productor opera cual Mary Shelley sobre el cuerpo desarmado de la música a través de varias décadas: los 70’s, 80’s y los 2000’s se imantan sin repelerse ni amalgamarse en la misma masa sonora. Están presentes y conviven las identidades musicales, un esperanto epocal bien modulado. Con una gran precisión de cirujano plástico musical exquisito, Uptown Special es un Frankenstein de cara morena, suave y sedosa coronada con un afro que se mueve con las palmeras de Los Ángeles. Una bestia adorable con ritmo, sustancia y cadencia negra al caminar; vestido de soul, dance y una pisada al tranco del rock psicodélico. Una bestia hipnótica e irresistible.

Muchas veces nos preguntamos por qué los gobiernos caen, por qué los regímenes se pulverizan y las fronteras geográficas cambian en tanto la música sobrevive a todo. Una de las claves está en esta capacidad de reunir partes y crear desde el pasado futuro y presente, dar a luz discos que no están clavados en ningún cronótopo existente mas que el propio, regido por una dinámica interior paralela al mundo. Una ciudadela suspendida con sus propios reyes, caballeros y cortesanas con cuerpo de beat, de hot fuzz y lengua áspera de black mamba. El disco de Ronson nos empuja en un gusano de tiempo a décadas que no nos abandonan todavía y que son la tierra fresca en la crece esta era de sintetizadores, rock electrónico y OK Computers donde se reúne nuestro multiculturalismo desbordado.

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Como en un bautismo de fuego Stevie Wonder nos da la bendición en la intro y abre el rito donde Michael Jackson vuelve mediumnizado en la voz de Bruno Mars deslizándose por las calles del barrio del funk y trajes de elegante gangsta en la mediática “Uptown Funk”. A la vuelta de la esquina un cigarrillo todavía encendido que podría haber caído de la boca de James Brown ahuma temas como “Feel Right”, y las voces femeninas se funden atmósferas bailables y souleras en temas como “I can’t lose”.

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En la vereda del presente, a la sombra de la psicodelia renovada, es Kevin Parker de Tame Impala quien despega de la pista con los tracks más experimentales y ondulantes. Entre líneas de bajo contudentes se deslizan con suavidad riffs y estribillos de melodías suaves y edulcoradas.

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El portal lo cierra Stevie nuevamente, como guardián impertérrito del R&B y abandonamos la ciudad con la sensación de haber sido Tom Hanks en Quisiera ser grande que luego de haber visitado el futuro el presente ya pasó y aún así, nos sorprende.

Uptown Special es una bomba musical, un Santo Grial donde no todo lo que brilla es oro sino la perfecta combinación de las partes que al encajar, abren las puertas de una ciudad invisible musical que Italo Calvino nunca visitó, pero hubiera amado y anclado su viaje durante varios funks.//z