Sin “La Bomba”, “Fin de Semana salvaje”, “El Dragón”, y muchos otros clásicos faltantes, Los Brujos consolidaron este primer fin de semana de noviembre su regreso a los escenarios, dejando con sus shows un sabor agridulce, donde se confirmó su pasado inmejorable y un futuro lleno de dudas.
Por Claudio Kobelt
Fotos de Florencia Videgain
El reciente regreso con gloria de Peligrosos Gorriones a los escenarios lo dejó claro: el periodo musical alternativo de la década de los noventa en nuestro país ganó finalmente su espacio en la historia grande del rock nacional, y dejó de lado su etiqueta de “Solo para fanáticos, melómanos y nostálgicos”. El mito sobre aquellos tiempos, el boca en boca, Internet, las ganas de los que vivieron aquellos días de recrearlos, la curiosidad de los que llegaron después por acercarse a aquel espíritu, y la revalorización de aquel legado musical, pusieron el ojo en algo innegable: hoy el público para esos grupos es mucho mayor que en aquella época -por los factores antes expuestos- y los jóvenes de veintipico/treintipico/cuarentipico también tenían su derecho al mercado de la nostalgia. Esto comenzó a legitimar en la industria musical (discográficas, espacios, artistas y medios) aquella etapa sónica, algo que parecía quedar destinado al culto y la memoria emotiva.
Entre los grupos más y mejor recordados de aquellos años, había uno cuya sola mención generaba euforia y cuya reunión parecía imposible. Uno cuyo pedido de vuelta fue casi un grito de guerra, un hashtag sin pausa ni tiempo que se repitió durante todos estos años sin perder su fuerza y convicción. “Que vuelvan Los Brujos” aullaron emotivas cientos de paredes, blogs y gargantas durante largos lustros, hasta que, luego de una presentación a sala llena en el Festival Ciudad Emergente, el regreso se haría tangible en una fecha doble en el Teatro Vorterix. Sábado y domingo con Los Brujos, un fin de semana salvaje, que de salvaje finalmente tuvo poco.
El telón se abrió dejando al descubierto cinco seres vestidos de estricto blanco y negro, formados en fila con sus instrumentos uno al lado del otro, con mascaras con el rostro del cosmonauta ruso Yuri Gagarin, ejecutando un machaque denso y pesado donde se lució el gran aporte de Rudie Martinez como el encargado de los teclados. Luego de una larga introducción instrumental se sumaron los dos cantantes, ahora llamados Zpq (Alaci) y Elle Iluminatti (Rúa) quienes se apoderaron del escenario con una presencia innegable. Una joven ataviada como una geisha se acercó al micrófono al final del primer tema para decir una de las líneas más incomprensibles y más celebradas en el rock local: “Los Brujos wa uchú kara kite iru no de mon dai nai“, iniciando así la celebrada “Psicosis Total”, a la que le pegaron “Canción del Cronopio”, comenzando de esa manera el primer baile masivo e incontrolable de la noche. Los cuerpos volaban, las voces quebraban, el pogo hervía, estallaba, como una olla a presión que estuvo veinte años a fuego lento y que esa noche reavivaba las llamas y volvía a quemar. Zpq y Elle se sacudían poseídos, chocándose sin sentido, como marionetas sin hilos ni equilibrio, solo movilizados por la electricidad del mal.
Desde ese momento, el show consistió en el grupo alternando sus temas clásicos con sus nuevas canciones, y es ahí donde este regreso empieza a fallar. Sus temas inéditos no son nada emocionantes, no poseen la locura ni la transgresión de sus viejas canciones. Son temas que bien podrían haber sido hechos por cualquier otro grupo. No poseen la fuerza primal, la incorrección sonora, el desparpajo de sus clásicas composiciones. Son solo canciones que parecen continuar en algún punto algunos detalles del sonido Brujo sin lograr reiterar, regenerar o transmitir de manera concisa ni cercana aquella legendaria efervescencia.
Otro punto imposible de no mencionar es el fino cuidado estético que el grupo presenta, variando casi en todos los temas algún detalle en su vestimenta, lo que a algunos parecía maravillarle pero que terminó restando frescura y continuidad al show en sí. Con un gran trabajo en puesta en escena que parece coreografiar en exceso cada instante, como siguiendo el guión de una fríamente calculada obra musical.
Clásicos perfectos como “Yo caí por tu amor”, “Mi papi no te quiere”, “Aguaviva”, una magnifica y oscura versión de “Vudú”, “Flipper”, “Sasquatch” -de los momentos más altos de la noche-, una enfermiza versión de “Kanishka” y el final perfecto con “Piso Liso” pusieron a todo el teatro a agradecer a los gritos y saltar más alto que nunca. Los nuevos “Beat Hit”, “Gabo”, “Buen Humor” e “Histeria total”, entre muchos otros, inician un baile tímido y cómodos aplausos. Si bien se acercan a aquel sonido beatcore, a esa psicodelia rítmica y ácida típica de Los Brujos, las nuevas canciones solo parecen rozar aquella esencia, como si se tratara de otro grupo influenciado por las reiteradas escuchas a Los Brujos, solo que en este caso son ellos mismos.
En una reciente entrevista publicada en el suplemento espectáculos del diario Página 12, Gabriel Guerrisi, guitarrista del grupo, afirma: “Desde el 2000 para acá, lo único que ves es refrito y bandas que clonan lo que pasa afuera. Nosotros vamos a morir con las botas puestas”. Con un claro desconocimiento del fructífero momento de la escena independiente en nuestro país, Guerrisi presenta a Los Brujos como uno de los pocos exponentes válidos en el nuevo rock local, algo totalmente alejado de la realidad. El guitarrista termina asegurando que “faltan emergentes y gente que se juegue por el arte”.
El show del domingo en Vorterix pone a Los Brujos en esta misma categoría de lo afirmado por Guerrisi, donde su grupo pareció todo el tiempo correr el riesgo de convertirse en una banda tributo a ellos mismos, en actores de una obra de teatro basada en lo que alguien contó sobre ellos, y donde su concepto de “Art Rock” (como también menciona en la entrevista) se termina comiendo aquello que los distinguía en sus comienzos: ese humor omnipresente, esa fiesta siniestra, los cuerpos libres, el descontrol mental, la creatividad sin restricciones. Durante años pedimos, rogamos, soñamos con la vuelta de Los Brujos. Ok, ya volvieron. ¿Y ahora qué?//∆z