72 Seasons de Metallica: El exorcismo de James Hetfield
Por Carlos Noro

En su nuevo disco de estudio, la banda más convocante del heavy metal en la actualidad enfatiza más sus debilidades que sus virtudes.

 

Desde que Metallica lanzó su Black Album en 1991, la banda y el mainstream supieron que nada sería igual. A partir de ese momento, el grupo comenzó a pensar más allá de los términos puramente musicales, principalmente porque las ventas, las giras y repercusión de ese disco fueron tan altas que no hubo vuelta atrás: de ser una banda pionera del thrash metal (una música rabiosa y rápida que le debe tanto a al punk y a Motörhead como al heavy metal tradicional) a bajar un cambio, mantener su pesadez y hacer una música para estadios con una sonoridad impecable a cargo del productor Bob Rock (alguien responsable del resurgimiento de bandas como Mötley Crüe, entre otras).

Desde ese entonces, Metallica decidió en cada obra modificar algo de su sonido y composición con el objetivo de provocar al público y fans. Dentro de ese recorrido, se cortaron el pelo (lo que generó una gran polémica), editaron dos discos oscuros, heavys y cancioneros (Load y Reload en 1996 y 1997, respectivamente), pasaron por una crisis existencial y de adicciones de su cantante y guitarrista James Hetfield (hecho que tuvo como resultado St. Anger, lanzado en 2003 y quizá el peor disco de la banda a partir de su sonido hiper comprimido y la ausencia de solos de guitarra) y retomaron la senda del thrash con Death Magnetic (2008), una obra que da inicio a la etapa de canciones largas con tinte progresivo (y, también, a un sonido polémico a pesar de la producción de Rick Rubin, uno de los productores más importantes de rock y heavy metal de la historia). Finalmente, recayeron en el extenso Hardwired… to Self-Destruct (2016), un álbum acompañado por una intensa campaña visual (cada uno de los doce temas del disco incluyó un video), pero que tiene altibajos y momentos musicalmente desparejos.

Desde el punto de vista conceptual, 72 Seasons (2023) explora una idea traída a la banda por James Hetfield: las 72 estaciones son el resultado de la sumatoria de todas las estaciones del año (otoño, invierno, primavera y verano) que cualquier ser humano debe recorrer para llegar a los dieciocho años. En ese recorrido, donde se comienzan a vislumbrar los aspectos identitarios de una persona, también pueden encontrarse situaciones tremendas desde el punto de vista afectivo y emocional, que generan una marca que tal vez acompañe de manera consciente o inconsciente durante la adultez. De esos momentos y de esas marcas se estructura líricamente “72 Seasons”, con un Hetfield que, a veces de manera simbólica y a veces explícita, intenta problematizar temas como la depresión, el dolor y el aislamiento, siempre con la idea de dejar un mensaje oscuro, pero a la vez positivo.

El vínculo con la propia historia de Hetfield parece obvio, pero es interesante mencionarlo. Fruto de una familia ultra cristiana con algunos delirios místicos, la música fue uno de sus escapes para ese contexto agobiante, pero no logró exorcizar sus demonios del todo. Una reciente rehabilitación por consumo de alcohol y una dolorosa separación de su compañera de varios años parecen ser el trasfondo perfecto para que, a través de la música, Hetfield pueda sublimar sus momentos más oscuros.

Sin dudas, mucha de esta oscuridad conceptual fue la que alimentó visualmente a la presentación que la banda realizó el pasado jueves 13 de abril de manera casi simultánea en cines de todo el mundo. Con un esquema bien simple, los cuatro integrantes de la banda (el mencionado Hetfield, el baterista Lars Ulrich, el guitarrista Kirk Hammet y el bajista Robert Trujillo) introdujeron cada canción en formato dúo y explicaron algo relacionado al contenido lírico, al ambiente musical o al feeling de las mismas; el objetivo fue escuchar los 77 minutos del disco de manera continuada, pero con un resultado visual por momentos pobre (sobre todo, teniendo en cuenta el antecedente de la calidad y variedad de videos que tuvo la banda para Hardwire…). La expectativa era que, al menos, el grupo presentara una diversidad de recursos fílmicos que ilustraran cada una de las canciones, pero lamentablemente la idea pasó por otro lado, algo palpable en los videos de “Lux Aeterna”, “72 Seasons”, “Screaming Suicide” o “If Darkness Has a Son”, en donde se mostró a la banda simplemente ejecutando la canción con algún tipo de fondo abstracto que sirvió para graficar colores y climas de los temas.

 Esa idea de formas abstractas luego se trasladó al resto de las canciones, que quedaron bastante opacadas desde el punto de vista cinematográfico. En cine es lógico esperar un espectáculo que utilice como recurso lo visual para transmitir ideas, pero Insólitamente Metallica (una banda que ya viene proyectando recitales en vivo y producciones propias desde hace tiempo) se quedó a medio camino a la hora de aprovechar estas posibilidades. Tal vez, la idea de darle preponderancia a la música pueda ser un argumento que sirva para atenuar estas falencias.

Desde lo musical, 72 Seasons es un disco que dialoga sonora y musicalmente con lo que Metallica viene haciendo estos últimos años, entre mediados de los noventa y el pasado más reciente. Haber mantenido como a productor a Greg Fidelman (el mismo de Hardwire… y ex colaborador de Rick Rubin) es lo que da la pauta de que hoy Metallica está conforme con los resultados que viene alcanzando. Si a eso se le suma el hecho de que la participación de James Hetfield y Lars Ulrich a nivel producción también viene siendo muy evidente (así figura en los créditos), resulta bastante simple intuir que también en este punto la mayoría de las decisiones son tomadas por los dos referentes del grupo.

A lo largo de las doce canciones, 72 Seasons muestra una búsqueda clara desde lo musical. A excepción de “Lux Aeterna” (la canción que sirvió para presentar el disco al mundo y que paradójicamente tiene la menor duración en minutos de la placa), cada uno de los tracks apunta a larga duración con variaciones rítmicas intercaladas. Entre las referencias a la propia historia (hay algo de la oscuridad de Load y del groove del Black Album) y el homenaje a las propias influencias (la mencionada “Lux Aeterna” parece sacada de cualquier disco de la New Wave Of British Heavy Metal de principios de los ochentas y el cierre “Inamorata” tiene algunas guitarras que remiten al Black Sabbath más clásico), se nota la intención de la banda de lograr un disco basado en los riffs y en el groove, que sea disfrutable tanto a nivel escucha como en vivo y en directo.

Más allá de que en algunos momentos logren enfocar la composición y cierren buenas canciones (el comienzo con “72 Seasons”, “Shadows Follow” y “Screaming Suicide” son buenos ejemplos de la capacidad de la banda para elaborar momentos inspirados dentro de los temas), la principal falencia del disco pasa por el lado de la ejecución de los integrantes. Mientras que James Hetfield (a punto de cumplir 60 años) realiza una excelente labor a lo largo del álbum y Robert Trujillo por fin tiene protagonismo en la mezcla, Lars Ulrich y Kirk Hammet están lejos de su mejor nivel. El primero opta por realizar arreglos demasiado simples de batería, lo que termina por darle una chatura rítmica al disco por momentos insalvable. El segundo, parece estar empecinado en improvisar a la hora de los solos, algo que conspira con la dinámica de las canciones: no son pocos los momentos (“Chasing Light” y “Crown of Barbed Wire”, por citar algunos) en donde se desconecta del feeling de los temas y termina literalmente haciendo algo completamente distinto a lo que viene sonando, y además sin tener en cuenta que las composiciones parecen necesitar de algún tipo de progresión para tener la cohesión necesaria para funcionar de manera aceptable.

Más allá de que 72 Seasons tenga grandes aciertos desde el punto de vista rítmico (es la indiscutible virtud de James Hetfield como guitarrista y también su desempeño como cantante), la sensación general es que a la mayoría de las canciones le sobran minutos. Y, también, que con otro tratamiento hubieran concluido en versiones mucho más enfocadas y concretas para una banda que supo encontrar esa solidez variando su propuesta musical en la primera etapa de su carrera (desde Kill ‘Em All al Black Album), con la ayuda de distintos productores que supieron exprimir lo mejor de cada músico en el momento preciso.

A punto de que todos los integrantes lleguen a los sesenta años, Metallica parece estar presa de una dinámica interna que hoy da por resultado discos como 72 Seasons, una obra que está lejos de las mejores épocas. Podría esgrimirse que sería injusto decir que 72 Seasons es un mal disco, justamente teniendo en cuenta la actualidad de la música pesada y la edad de los músicos. Pero tampoco deja de ser cierto que se puede y debe esperar mucho más de una banda como Metallica. En el futuro quedará claro si tienen posibilidades de redimirse, caso contrario seguirán viviendo de su legado.