Cinco obras de ficción y no ficción que estuvimos leyendo.
Teoría del Derrape, de Pablo Perantuono (Emecé)
La muerte del padre ha sido, a lo largo de la historia de la literatura, un tópico recurrente. Una invitación a la reflexión sobre la propia vida y la relación entre ambas partes involucradas. El hijo que llora, extraña, odia, reclama, siente y escribe, tal vez, la página más importante de sus memorias. Ha generado novelas brillantes como Patrimonio, de Philip Roth, La invención de la soledad, de Paul Auster o exponente locales como El origen de la tristeza de Pablo Ramos o El salto de papá, de Martín Sivak. En Teoría del Derrape, primera novela del periodista Pablo Perantuono, esto está presente junto con la sombra de un hermano exitoso y un protagonista con una vida gris. El narrador es meditabundo, omnisciente y existencialista. Deja permear en sus elucubraciones la poética de lo urbano y, a la vez, su melancolía. La historia lo sigue comenzando en los años noventas, épocas de universidades privadas, una cierta aura mersa y los llamados “piojos resucitados” en el ambiente. Tiene 30 años. Juega al fútbol con amigos. Escucha la Metro. Habla de minas. Quiere escapar de su vida y su matrimonio. Es un hombre cualquiera. Va a ser padre mientras el suyo se muere y está desequilibrado. Hay una tensa calma a lo largo de la novela que amenaza con desmoronarse todo el tiempo, cómo un castillo de naipes que se muestra frágil ante el menor soplido. Es gorila y su mujer es progre. Discuten, entre otros tantos temas, a partir de eso. La novela es una de las pocas muestras que se atreven a incluir la coyuntura política en la literatura (quizás, a veces, esto se vuelve excesivo), por ejemplo en una escena en un casamiento donde el protagonista termina enojándose violentamente cuando su pareja hace una defensa apasionada de CFK y sus políticas públicas. También aparece la seducción a través de Facebook y Tinder. Las tecnologías facilitando y, a la vez, destruyendo vínculos afectivos.
Es una primera novela que se sostiene. El autor pega el salto hacia la ficción luego de una amplia carrera en el periodismo y el resultado es satisfactorio. El lector puede divertirse imaginando cuanto de aquel joven pelilargo, de camisa leñadora, algo tímido, que volvía de la facultad en tren escuchando casetes de bandas de rock hay en Pablo Perantuono. Uno puede arriesgar que bastante. Pablo Díaz Marenghi
Hasta encontrar una salida , de Hugo Salas (Cía. Naviera Ilimitada Editores)
La tercera novela de Hugo Salas inaugura el catálogo de Compañía Naviera. En ella, las historias de Karina, Nacho y Jeff se entrecruzan en torno al sexo como un bien de consumo. Karina es una profesora universitaria ―ex performer y poeta― que está atrapada en un matrimonio frustrado, con dos hijos que parecieran ser un lastre más que una alegría, y una vida cómoda y frívola que la aburren por completo. Luego de un movilizador episodio manejando hacia un desvío de una ruta que la lleva a atravesar un asentamiento, tiene sexo con su salvador, el joven Nacho ―o Alejo, no sabemos su nombre real―, que a su vez es amante o novio de Jeff, actor porno norteamericano que recaló en Argentina huyendo del flagelo del sida.
La novela se estructura en tres partes o capítulos, cada una protagonizada por uno de los personajes anteriormente mencionados: Karina, Jeff y Nacho/Alejo. Mientras más se entrecruzan las historias y se estrechan los lazos entre ellos, más se acrecientan sus soledades. El sexo como salida fácil en sus diversos niveles ―las parejas swinger, las relaciones ocasionales, la incursión en la industria cinematográfica del porno― no logra tranquilizar a los personajes. Porque en la sociedad actual el sentirse deseado o verse completado por la relación con el otro no tiene que ver con la tradicional ―¿y caduca?― idea romántica del amor, sino con la absoluta inmediatez de saciar los apetitos lo antes posible y con una especie de contrato, de intercambio comercial tácito, aceptado por todos (es ineludible el epígrafe de Karl Marx que abre la tercera parte).
La principal potencia de la novela reside en el retrato del desencanto y de la impotencia de esos personajes, que darían cualquier cosa por encontrar una salida y buscan sin descanso, siempre fallando. Salas escribe ―y describe― las actuales políticas del deseo, que se quebrarán, quizás, cuando acontezca la caída del sistema capitalista. Juan Alberto Crasci
1988, el fin de una ilusión, de Martín Zariello (Sudamericana)
Con breves semblanzas, y sin haber vivido la época en plenitud (nació en 1984), el autor analiza en ensayos breves a popes del “rock nacional” (Charly, Fito, Calamaro, Luca, Indio) y a figuras públicas relevantes (Monzón, Olmedo, Alfonsín, Menem). Reflexiona, por ejemplo, sobre la lectura que hace el Flaco Spinetta sobre textos académicos, como los de Michel Foucault, volcados en su obra Tester de violencia. Disgrega el estilo que supieron cultivar Los Fabulosos Cadillacs. Problematiza la figura de Monzón a través del feminismo (algo que volvió a estar en boga de la opinión pública recientemente debido a la serie biográfica anunciada para 2019 y producida por Underground). Su análisis se eleva cuando gira en torno al rock, sin dudas el terreno donde el autor se siente más cómodo, y disminuye su eficacia enunciativa a la hora de dimensionar fenómenos en torno a la política o a la televisión. No aporta demasiada novedad en torno a análisis ya leídos. Es interesante la caracterización del rock argentino de aquel entonces como una “música de posguerra” y utiliza a Calamaro, y a su canción “Dientes apretados”, para contar cómo era posible pintar en una letra un fresco de época: “Veira quedaba en Libertad, yo estaba mal por mil motivos”.
Con una mezcla de análisis sociológico con la frescura propia de la escritura 2.0 (su blog Il Corvino es muy popular en la web) aporta una mirada más sobre un tiempo álgido y se despacha con frases potentes como: “Una estrella de rock es básicamente alguien condenado a que le pidan que vuelva a ser el que ya no es”. Pablo Díaz Marenghi
Madona con abrigo de piel, Sabahattin Ali (Salamandra)
Ediciones Salamandra pone en circulación esta tercera novela del turco Sabahattin Ali, escrita en el año 1943 y redescubierta en los ’90 en todo el mundo, en la que, a través de un relato enmarcado, se desarrolla una historia de amor vivida con intensidad y destinada a fracasar en el Berlín de los años veinte.
Raif Efendi es un traductor de alemán que tanto en su vida profesional como en su vida familiar es constantemente menospreciado. Se trata entonces de otro personaje gris, de los que abundan en la literatura rusa o de Europa del este. Vive en Ankara con su numerosa familia y su delicado estado de salud lo aleja de sus obligaciones. Solo le presta atención un compañero de trabajo ―intuye o conoce su brillantez― que toma las riendas de la narración y le promete al agonizante Raif Efendi destruir las pertenencias que quedaban guardadas en un cajón del escritorio del trabajo. El narrador desobedece la orden y allí descubre un cuaderno con la desgarradora narración de Raif, de su viaje a Alemania veinte años atrás, del descubrimiento de un cuadro que cambió su vida al conocer y enamorarse perdidamente de la autora, María Puder.
El encuentro y desencuentro entre los María y Raif ―la pintora experimentada en busca de un hombre fuerte que la ame sin ataduras y el joven trabajador, apasionado lector de novelas rusas y alemanas, obnubilado por el mundo que se abre a sus pies― hacen de Raif el hombre opaco, débil y sin voluntad de sus últimos años de vida, pero a través de esa narración se puede entrever que otra forma de vida fue posible, aún con su trágico desenlace: la de una forma de libertad cifrada en el enriquecimiento dado por el choque social y cultural entre Alemania y Turquía, entre Berlín y Ankara.
Quizás por avizorar esas nuevas libertades en el período de entre guerras, el autor fue censurado en su país, encarcelado en diversas ocasiones, y asesinado ―presuntamente, por la policía estatal― cuando intentaba cruzar la frontera con Bulgaria en 1948. Juan Alberto Crasci
El chicuelo dice, de Wilmer Urrelo Zárate (El Cuervo Editorial)
¿Quién es Wilmer Urrelo Zárate? Si uno lo googlea, el ciberaleph de estos tiempos arroja la módica suma de 10.300 resultados al respecto (poco, si uno lo compara con, por ejemplo, Lionel Messi y sus 193 millones de resultados). Este escritor boliviano, nacido en 1975 en la ciudad de La Paz, es un secreto a voces de la literatura latinoamericana y, en particular, del género negro. Su novela Fantasmas Asesinos (2006) ganó el Premio Nacional de Novela de Bolivia. Hablar Con Los Perros (su obra maestra), publicada en 2011, ganó el prestigioso premio Anna Seghers y con razones suficientes: es una historia monumental que mezcla, en paralelo, diferentes tiempos históricos y personajes que se unen en una sola historia, la de una tecladista de una banda punk sordomuda que se dedica a la taxidermia.
Además de ficción, Urrelo suele escribir columnas y crónicas en diversos medios periodísticos. En este volumen, editado por El Cuervo, se recopilan sus columnas llamadas El chicuelo (una especie de alter ego suyo) publicadas entre 2007 y 2014 en el suplemento literario del matutino Página Siete (cualquier similitud con Página 12, ¿es coincidencia?). Aquí Urrelo utiliza estas piezas breves para darle rienda suelta a sus obsesiones variopintas. En un formato híbrido y ensayístico le escribe al perfume, a la anestesia, a sus memorias escolares, las vacaciones familiares, la cumbia, el neoliberalismo, el autor de El Exorcista William Blatty, Fernando Pessoa, Charlie Feiling, la tristeza, el llanto y a su padre. Se inventa voces y personajes para encarnar en ellos sus recuerdos de infancia. Y le dedica varias páginas a sus episodios en los hospitales que recuerdan a las crónicas desoladoras que escribió recientemente Enrique Symns (“Una siniestra hospitalidad” es el ejemplo paradigmático). Urrelo juega con el argot, a lo Arlt, y construye su propio lenguaje. Por momentos elabora poesía en prosa. Se despacha con frases como: “la tristeza siempre es más fuerte que su hermana bastarda, la felicidad. LA tristeza eterna como la maldad humana. Dura. Consolidada hace siglos. Está ahí y estará ahí. Como las piedras, como las altas montañas que ya no podré subir” Pablo Díaz Marenghi //∆z