Una nueva entrega con algunos nuevos discos en la escena independiente: Riel, Puerto Austral, El Hipnotizador Romántico, Julio y Agosto y Vera y las Bóvedas.

Por Juan Martín Nacinovich

Riel – Paseo Psicodélico (2018)

Luego de Monterrey (2017), un single que decantó tras algunos días libres durante su última gira por México, los Riel vuelven a la carga con un EP que se rige bajo una normativa noise ensoñadora, la misma que vienen edificando desde hace siete años. Una vez más, Germán y Mora aunaron fuerzas con Estanislao López, un productor en ascenso del circuito independiente, y lanzaron Paseo Psicodélico. El EP es un registro compuesto por cuatro tracks que fluye a fuerza de melodías y distorsiones donde conviven diversas tonalidades: pueden pasar de una intensidad claustrofóbica (“Paseo Psicodélico”) a un viaje onírico e hipnótico (“Géminis”) en segundos. Entienden a la perfección cuándo desacelerar y saltar entre una melodía y otra; cuándo la canción se presta a la distorsión, todo con un dejo de espontaneidad y armonía envidiables. Allí, todo indica, radica su fórmula: aparecen las canciones, las graban en su propio estudio y salen a tocarlas hasta el cansancio. Y la rueda nunca deja de girar. En “Espacio interior”, track que nace de una improvisación, Mora afila su pluma y, mediante una suerte de voz en off, resume el presente del dúo: “Ni todos los males del mundo podían con nosotros en ese momento/ vos y yo no éramos uno, éramos dos. Dos eligiendo el mismo camino / Tu camino era ahora también mi camino, en un viaje hacia el espacio interior”.

Puerto Austral – 51°31’47″S 58°07’44″W (2018)

Con el lanzamiento de 51°31’47″S 58°07’44″W, su segundo EP, Duffau, Zambetti y los hermanos Fraga (Diego, bajo el seudónimo de humoycaramelos en YouTube, es un héroe sin capa de la era digital) le dieron entidad a su propia base geográfica, otrora imaginaria. Las coordenadas se posan sobre Puerto Soledad, Islas Malvinas, convirtiendo finalmente al puerto austral en un lugar físico y tangible. Ahora hay mayor exploración en las guitarras y menos contenido hardcore. Post rock con pinceladas del math descendiente de American Football y Enemies, sumando un compendio lírico a cuatro voces que, por momentos, se eleva desde el fondo de la canción. La impronta de la banda se comunica con la Patagonia Argentina a través de lagos, el aire fresco, una montaña nevada. Los 16 minutos del trabajo van en continuado: “Víbora de la cruz a.k.a. yarará (bothrops alternatus)” y “Lago escondido” terminan con las intro de los temas siguientes. Como plus agregado, de a ratos emerge una amalgama lo-fi externa que se capitaliza en sonidos ambiente, incidentales: pájaros, el rumor de una conversación, alguien llamando a su perro. Un interesante segundo paso para los Puerto Austral.

El Hipnotizador Romántico – Modulando el tiempo (2018)

En Jungla (2015), su última placa, El Hipnotizador Romántico partía rumbo a la expedición de cierta búsqueda interior, reflejada en “la caja musical de las historias que vivimos”, según sus propias palabras. Esa premisa parece no solo fomentarse en Modulando el tiempo, su nuevo lanzamiento en formato reducido, sino que también expande el linaje de García, De Caro, Maquieira y compañía, elucubrando nuevas rutas. Se parte desde el pop psicodélico, el leitmotiv piramidal del sexteto, para luego bifurcarse en un entramado neo-folk atmosférico (“Imperfectos”; “Pez Dorado”), cargado de arreglos ambiciosos. Alejados de la faceta más cercana al rock-pop con aires tropicalistas que dispusieron anteriormente, aparece lugar para la experimentación y, a través de samples y beats rítmicos ligados a la electrónica, se potencia el baile (“Modulando el tiempo“; “Galápagos”). Producidos por Manza Esain, quien lleva más de 130 trabajos como productor en la escena local, Modulando el tiempo no se destaca por tener hitazos como “Nada debería ser” o “Nuestras batallas” pero revela un sonido delicado y elegante.

Julio y Agosto – Capítulo 1: Los accidentes / Capítulo 2: El movimiento (2018)

Los dos últimos años fueron un desafío y una batalla para Julio y Agosto. Se enfrentaron a sus fantasmas de muchas formas, aprendiendo a sostenerse entre ellos y construyendo un refugio sonoro al cual llamaron La Ceremonia. Dicho álbum se dividió en tres capítulos: Los accidentes y El movimiento ya fueron materializados en la nube durante la primera parte del año; la tercera pieza, a estrenarse en septiembre, completa la cuota tripartita. Continuando con la línea eléctrica que sumaron desde su anterior disco La niebla y la autopista (2016) hasta la fecha, agregando guitarras eléctricas, sintetizadores y batería, los Julio y Agosto siguen haciendo canciones para fogón que narran el vaivén cotidiano, para bien y para mal.

El pulso lo pueden marcar los violines (“El movimiento”), alguna guitarra eléctrica (“Fantasmas”; “La siesta”, con Lucy Patané de invitada) o la mandolina (“Carteles viejos”), pero las canciones siempre avanzan con el rumbo definido. J&A mezclan con astucia urbanidad criolla y folklore con las raíces latinoamericanas, decantando en un atractivo combo. Algo así como Beirut, pero nuestros, nacionales y populares.

 

Vera y las Bóvedas – Vera y las Bóvedas (2018)

En “Galerías”, Paulo Vera dispara una serie de líneas herméticas en detrimento a una relación amorosa: “No puedo disimular lo que daría de mi/ lo que trato de encontrar/ que tal vez pienses en mí/ (…) Pero hay algo que disfruto en este temporal/ y cada una de las veces en que siento el final./ Si es lo que quieres de mí/ un salto en la oscuridad/ si sonreís y al pasar decís que piensas en mí”. La bajada de la banda se puede observar en esos versos, que terminan por cristalizarse en un pop idealista, melancólico y lumínico al mismo tiempo. Provenientes de San Miguel de Tucumán, el liderazgo del conjunto es bicéfalo: Paulo Vera (Las Jóvenes Lechuzas; ésta podría ser una continuación de aquella banda) y José Villafañe (Estación Experimental y Luciana Tagliapietra) se reparten las guitarras, bajos y teclados, mientras que Vera es la voz líder. Los tucumanos despliegan un abanico de guitarras melodiosas, penetrantes, con un dejo plausible de nostalgia que los emparenta con algunas agrupaciones como Chimo (Rosario), Tito (Mendoza) y Los Besos (Buenos Aires), entre otros nuevos exponentes que vagabundean alrededor del pop y sus arterias. Con este primer registro homónimo, en tan solo unos pocos meses de ruedo, Vera y las Bóvedas consolida su sonido gracias a tracks como “Bailando Vaporwave“ y “La alimentación general“. //∆z