My Bloody Valentine regresa con MBV, un disco que enamora a propios y extraños y que hace olvidar esos veintidós largos años de silencio.

Por Damián Jarpa

Así como Funhouse (1970) de The Stooges es un disco imposible de superar en el universo punk, Loveless (1991) de My Bloody Valentine es una obra notable del shoegaze –subgénero nacido en Gran Bretaña que se caracterizaba por músicos que desplegaban un arsenal de pedales de efecto en el escenario, por lo que miraban todo el tiempo al suelo-, que sirvió en primer término para reinventar el sonido de la guitarra gracias al líder de MBV, Kevin Shields, y su peculiar manera de emplear el trémolo. Lamentablemente, de aquella fructífera camada de bandas de la escena shoegaze (Lush, Slowdive, Cocteau Twins), ninguna de ellas está activa en la actualidad.

Teniendo en cuenta lo que sucedió en el medio, una crisis compositiva por parte de Shields, fundador de la banda, que derivó en un agravamiento en su obsesión por la búsqueda del sonido perfecto. En fin, sabiendo un poco esto, pedirles que lleguen nuevamente a ese nivel de excelencia es casi una locura. Detalles que hasta parecen hacer normal que se hayan demorado un poco más de veinte años en entregar un sucesor a Loveless. Y qué decir de las bandas que surgieron durante todo este tiempo siguiendo su legado, desde Deerhunter, pasando por Beach House hasta llegar a Julianna Barwick. Todos siguen en buena medida los pasos de My Bloody Valentine ya sea desde lo estético o musical.

MBV comienza coherentemente donde terminó Loveless, con un blend de melodías encantadoras, repletas de vigor y decoradas con capas de astuta desprolijidad.  “She Found now” empieza tímidamente y el volumen progresivamente se eleva a medida que pasan los primeros segundos de la canción, con la tímida voz de Kevin Shields y la grandeza expansiva de sus guitarras. La susurrante y sugerente voz de Belinda Butcher continúa intacta en “Only Tomorrow”, donde su calidad vocal reluce de manera brillante, junto con un riff que es en sí, un superávit de indomable distorsión en plan The Jesus And Mary Chain. “Who Sees you” se adecua al ADN musical de My Bloody Valentine: un riff repetitivo y la voz pausada e inentendible de Shields. Afortunadamente la carga emocional  sigue vigente y estos temas son definitivamente conmovedores.

Sin embargo, a partir de “In Another Way” el disco muta, se va transformando en un viaje de infinitas capas de efectos de guitarra y el uso de sintetizadores se acrecienta. Esto conduce a una preponderancia de beats electrónicos, de música “jungle” y de “drum and bass”, sub-géneros que vivieron su auge a mitad de los noventa. Esto no hace más que afirmar el hecho de que Kevin Shields grabó parte de este disco a mitad de los años 90’s, con sonidos que recuerdan a Aphex Twin.

Será por eso que “Wonder 2” la última canción del disco, posiblemente la más jugada y desconcertante, empieza con un beat proveniente del drum and bass y a medida que pasan los minutos, la misma sufre una transformación gracias al espeso feedback cortesía de Kevin Shields, lo que conllevan a un abrupto e inesperado final de álbum. Tal vez ese es el efecto que se busca, esa sensación vacía y vulnerable de lo que pueda a ocurrir después, ese golpe certero al inconsciente. Definitivamente los MBV lo han hecho de nuevo, y uno no puede evitar desear que no se demoren otros veintidós años en lanzar un disco.//z

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