Fue un año con muchos estrenos de documentales que diseccionan bandas, artistas y momentos claves de la historia del rock. Algunas voces autorizadas dialogaron con ArteZeta para intentar desentrañar qué es lo que ocurre con este fenómeno actual.
Por Pablo Díaz Marenghi
Puede resultar triste, algunos se negarán a asumirlo pero hay una realidad ineludible alrededor del género musical conocido como rock: la desmesurada hegemonía que supo consolidar desde mediados del siglo XX en adelante comenzó a sufrir ciertos vaivenes. Géneros como el hip hop, el trap, el reggaeton y la cumbia ganaron terreno dentro de la juventud, grupo etario que solía ser rockero por excelencia. Esto llevó a que los críticos más pesimistas y los detractores más obtusos hablaran de una suerte de “muerte del rock”, sobre todo en los albores del siglo XXI. Al mismo tiempo, en el medio de estos cimbronazos, no dejan de estrenarse piezas documentales, algunas de alta factura —en cuanto a material de archivo, tratamiento visual, dirección o testimonios recopilados— cuyo tema de análisis es alguna banda, evento o músico de rock. Algunas llegaron a las salas de cine pero las mayoría circularon por plataformas de streaming o por las catacumbas de internet.
En 2021 se estrenaron, entre otros, 1971: The Year That Music Change Everything (Apple TV), serie documental de ocho episodios dirigida por el prestigioso Asif Kapadia que explora el contexto social y político alrededor de ciertos eventos fundacionales en torno al rock, el racismo y la política; McCartney 3,2,1 (Hulu), un diálogo entre el beatle y el célebre productor musical Rick Rubin en donde analizan ayudados por una consola y cintas de grabación originales toda la vida y obra del autor de “Yesterday” y una tonelada de hits; Summer of Soul (Hulu) reconstruye un gran festival de música negra que ocurrió al mismo tiempo que Woodstock pero se vio opacado por este, exponiendo lógicas racistas en torno a la música; The Pedal Movie, de Michael Lux y Daniel Orkin cuenta la historia de los pedales de guitarra y cómo estos cambiaron la historia de la música desde sus orígenes hasta la actualidad, con testimonios de primera mano; Woodstock 99, Peace, Love and Rage (HBO) y Oasis Knebworth 1996 se centran en estos icónicos recitales, su huella y legado.
En el último tercio de 2021 circuló por la web el impactante documental de Todd Haynes sobre The Velvet Underground y en los albores de este año se estrenó el magnífico documental del director de la trilogía del Señor de los Anillos, Peter Jackson, sobre Get Back de The Beatles, el proyecto de lo que sería su último disco y que luego derivaría en Let it be y la separación definitiva de la banda.
¿Qué sucede, entonces, con el rock que parecería cobrar fuerza en el consumo audiovisual? El crítico musical inglés Simon Reynolds escribió en su libro Retromanía, la adicción del pop a su propio pasado (Caja Negra): “¿Puede ser que el peligro más grande para el futuro de nuestra cultura musical sea…su pasado?¿La nostalgia obstaculiza la posibilidad de avanzar de nuestra cultura? (…) ¿Nos estaremos dirigiendo a una suerte de catástrofe cultural-ecológica, en la que los recursos de la historia pop se habrán agotado?”. Algunas voces autorizadas dialogaron con ArteZeta para intentar desentrañar qué es lo que ocurre con este fenómeno actual.
El crítico musical y editor de Revista Viva Pablo Schanton escribió en dicho medio en abril de 2020: “La moda de las biopics y las memorias bibliográficas responde a un consumo voraz de esos ‘restos desechables’ de santos pop”. Sobre estas ideas amplió, en diálogo con ArteZeta vía What’s App: “No hay otra cosa que la retromanía. Se va hacia el pasado porque es lo único que hay”. Sostiene que la idea de futuro ya “está agotada”. También se pronuncia acerca de los cambios en los formatos, modos de escucha y circulación musical: “No solamente ha cambiado la producción de la música popular en el mundo sino también que cambió el consumo”. Inscribe al documental dentro de la “activación de un museo”. Se explaya: “Las nuevas generaciones, las digitales, que tienen un celular en la mano y ven YouTube desde que nacen, tienen otro tipo de consumo. El consumo retro que se hace del rock es a partir de las nuevas tecnologías. Como aquellos consumidores de rock de los 70 que en los 80 empezaron a ver videos en la televisión de bandas nuevas y empezaron a sorprenderse con un nuevo formato. Recién en los 90 pudieron comprar los discos de los 70 que no habían podido tener en su momento incluso, a partir del compact disc, que fue la gran revolución de consumo que tuvo el rock de nuevo”.
Esta “reactivación de un museo” de la que habla Schanton, ¿Implica un revisionismo? Schanton sostiene que “no aportan nada más que una ratificación, imágenes que no habías visto antes. Es como rearmar una experiencia no vivida, tener más testimonios de una experiencia, ver cómo era Frank Zappa en Nueva York en tal año, cómo fue el recital de tal, pero que no aportan nada a una historia que pueda ser revolucionaria o como yo la entiendo desde la crítica de rock que es lo que a mí me formó”. La periodista Romina Zanellato, autora de Brilla la luz para ellas, Brilla la luz para ellas: Una historia de las mujeres en el rock argentino 1960-2020 (Marea Editorial, 2020), reflexiona, en diálogo con ArteZeta vía mail, que “Creo que el revisionismo del rock a través de los documentales da cuenta de que el rock tiene un pasado, que ya no es algo enteramente contemporáneo —¿viejo? ¿pasado de moda? todo eso capaz— y por el otro demuestra que sigue siendo de interés para nuevas generaciones que no lo conocieron en su mejor momento -y que es una influencia- y para nosotres que lo miramos con nostalgia”.
El reconocido periodista especializado en rock Alfredo Rosso aporta un matiz distintivo. No cree que esta proliferación de documentales rockeros tenga que ver con un cierto furor nostálgico. Opina que le parece “absurdo considerar que un rockumental sobre, digamos, los Beatles o Queen son nostalgiosos (sic) porque estamos hablando de fenómenos musicales que ocurrieron en los últimos 50/60 años y de bandas que tienen un atractivo presente para las generaciones de hoy tanto como para las que fueron contemporáneas a sus carreras. Estamos hablando de artistas que siguen influyendo de un modo directo y enorme a la cultura de hoy. Pienso que el elemento de nostalgia es un elemento más pero no es lo que moviliza esos rockumentales”.
Paz Azkárate es periodista, redactora de la revista Rolling Stone. Ella relaciona este cierto crecimiento de la producción de rockumentales con varios factores: “Por un lado, creo que algo tiene que ver el auge de las plataformas de streaming. Además, casi todo es susceptible de volverse documental y encontrar su audiencia, sobre todo si tiene presupuesto para hacer una buena producción. La contracara de eso es que también la TV dejó esa vacante de contenidos, como que en el salto a las plataformas quedó medio vacío ese hueco para ofrecer contenidos sobre la vida real”. También resalta que “el rock como género musical ya no domina el mercado. No es que haya muerto, como se dice a veces, pero es evidente que no es el género sobre el que gira esa industria que invierte para que se grabe un disco o se organice un festival, más allá de algunas figuras muy específicas que siguen siendo convocantes a nivel masivo”. Resalta, también, que el rock clásico puede considerarse un nuevo nicho de mercado: “Esto juega con la nostalgia y la idealización de una época. También es un género en el que algunos referentes tuvieron vidas muy jugosas narrativamente hablando. Entre la nostalgia, el drama, los excesos y el condimento que le pueda agregar alguna tragedia, tenés una película atractiva para el que extraña pero también para el que no la conoció. Eso es un público muy grande, es casi cualquier persona mayor de 12 o 13 años”.
Sobre las producciones recientes, tanto Schanton como Zanellato destacan Summer of Soul. Ella lo destaca ya que “hay un contexto histórico, político y por ende musical que es riquísimo para valorar en nuestro presente de Black lives matters. Eso es lo que busco en ese tipo de documentales, ver un registro inhallable de otra manera y entender su época de producción”. Sobre el presente de los rockumentales, agrega: “Los hay más biografistas —que pueden ser mejores o peores, más ficcionados o menos—, revisionistas —con una mirada desde un hoy se pone luz sobre algo que pasó sin ser notado— y los hay más técnicos, más musicales”. Rosso confiesa ser “un devorador de rockumentales en sus diferentes formas”. Y sobre su actualidad considera que “aportan un elemento muy importante para la mejor comprensión del músico y de su obra. Cuando están realizados con rigor y empatía, creo que son muy útiles para dar a conocer no sólo la obra de determinado músico o banda sino también el contexto social e histórico en que ese artista se desempeñó. Azkárate prefiere no arriesgar un diagnóstico absoluto sobre el presente de los documentales rockeros pero reflexiona al respecto: “Creo que es un presente abundante y en esa abundancia hay cosas muy heterogéneas. Encontrás biopics que tienen la misma calidad narrativa que la que puede tener un canal de YouTube que hace un adolescente con su computadora y cosas preciosas que disfrutás más allá de su valor documental. También hay producciones en las que se nota que hay mucha plata pero que se financiaron con fines muy específicos y le ves los hilos por todos lados. Esos para mí son los peores”.
Schanton puntualiza en torno al presente del rock: “Está fatalmente unido a la retromanía. Pero no como lo pensaba Simon Reynolds en su libro, esa idea de que el rock no puede ver su futuro ni tampoco su presente porque está demasiado anclado en un pasado que blablabla. Hoy día, al rock no le queda otra”.//∆z