Algún tiempo atrás, en la terraza de su casa del barrio de Flores, el bajista de Pez Fósforo García recibía a Artezeta en una tarde inusualmente templada de invierno. Esta es la primera parte de un diálogo distendido que recorre la historia grande y chica del trío –completado por Ariel Minimal y Franco Salvador- que este sábado y domingo festejan 20 años de vida en una doble fecha repartida entre el Konex y Niceto, junto a todos sus antiguos integrantes rearmando las diferentes formaciones.

Por Gabriel Feldman y Sebastián Rodríguez Mora
Foto por Florencia Videgain

Sin mucho más preámbulo, lo primero que el audio registra es la respuesta a una pregunta inesperada.


Fósforo: No, yo sólo fui a Feliz Domingo cuando mi colegio participó.

ArteZeta: Y perdieron…

F: Sí, perdimos la llave. Justo era un amigo mío, Hernán, quedaban dos llaves por agarrar, entendés, agarró la incorrecta y no fuimos una mierda a Bariloche. Estuvimos ahí de ir, pero yo fui solamente a la noche cuando ya habían ganado la prenda, todo. La verdad que soy una larva, ese día se estrenaba una prenda que se llamaba “Videoclip en vivo”, que era agarrar un tema y hacer una actuación sobre el tema, un videoclip en vivo. Fue el estreno y después se hizo un montón de años. Una bizarreada total, ni en pedo me enganchaba yo a los diecisiete años en eso.

En esa época tenía una guitarra acústica berreta, de esas acústicas de plástico con el culo redondo y era malísimo tocando, entendés. O sea, servía para situación de fogón, había unos temas que me ponía a sacar, pero en mi puta vida fui a aprender a tocar guitarra ni nada prácticamente. Antes que eso yo tocaba el piano. Mi vieja era profesora, a los seis años le compraron uno y la mandaron a estudiar. A los quince se recibió de profesora de música y nunca más tocó, pero el piano quedó, entonces yo me crié con un piano en mi casa. Siempre hubo piano hasta que dejé de vivir con mi vieja, entonces de pendejo sacaba de oído los temas de las propagandas, viste. Tenía cuatro, cinco años, más o menos. Me mandaron a aprender a los diez años pero fui un par de meses y nos mudamos de Caballito a Mataderos y el profesor era como por Boedo y ya nos quedaba lejos y no teníamos un mango, así que olvidate. Y mi vieja nunca se puso a darme clases de piano, tengo cuatro hermanos menores, así que mi familia era un bardo. Después el bajo empecé a tocar al otro año de terminar el secundario, en el ’87.

AZ: ¿Pero ya tenías amigos en común con Franco y con Ariel?

F: Tenía un amigo en común con Ariel. Bueno, con Franco. En realidad Franco era pendejo, era mucho más chico. Franco era un nene. De hecho sé que cuando Ariel tocaba en una banda que se llamaba Cosa de Negros, la primera banda después tocar en Descontrol, estaba con Fernandito Minimal, el hermano de Franco, y se lo acuerda a Franco mirando los ensayos, un nene.

AZ: ¿Y ahí ya arrancaste a tocar el bajo con una banda?

F: ¿Lo tienen a Peto Menahem? Con Peto laburábamos en una farmacia de los viejos del pibe este que eligió mal la llave en Feliz Domingo, ellos se conocían porque estudiaban teatro juntos, y los dos terminamos laburando en esa farmacia ahí en el ’87 y dijimos ahí “bueno, vamos a armar una banda”.  Y como él ya tocaba algo mejor que yo la guitarra… (Recrea el diálogo) “y  fijate el bajo; el bajo qué sé yo, el bajo ni conozco; no, mirá, yo tengo un par de amigos que tocan…”. Así que fui, agarré un bajo, la flashié y ahí empecé.

AZ: Hay un salto importante porque es en Pez del ’98 cuando vos arrancás como bajista, pero vos ya hacés los coros en Cabeza, el primer disco.

F: Sí, claro, con Ariel éramos amigos… En el secundario apenas nos cruzamos. Yo después me enteré que él me fue a despedir cuando yo me fui a Bariloche, estaba ahí despidiendo a nuestro amigo en común. Pero no, ni lo conocía. Sabía de Descontrol porque mi amigo los iba a ver y qué sé yo, pero no tenía ningún contacto con él. Yo a Ariel lo conozco en realidad en el ‘92, porque estaba tocando también con un violero que había tocado en Descontrol y después, junto con éste pibe entró en la batería Poli (Barbieri), que es el primer batero de Pez y vía Poli es que lo conozco a Ariel.

Yo entré en Pez en el ’96, fue al toque de que grabaron Quemado. Se pelearon con Iris (Auteri), que fue la bajista que grabó ese disco y al toque me llamaron: “¿che, podés tocar?”. Yo tocaba en una banda que se llamaba Mongo y justo un día que se les suspendió una fecha en el momento, medio que explotó por el aire esa formación.

AZ: Mongo es buenísimo, es un poco Capusotto.

F: ¡Mongo es re Capusotto! Estaba bueno eh, era un rock medio alternativo, raro, el violero era así como muy fan de Rush y ese tipo de cosas que a mí me parecían un plomazo en ese momento. Ahora me mata de amor Rush, pero en ese momento me acuerdo que me parecía una momia total… Cuando entré a Mongo cuando tenía veinticuatro, veinticinco, ponele. Y a Pez, tenía veintisiete años cuando entré, que fue en el ’96. Después, bueno, grabé de ahí en adelante.

AZ: La otra vez estábamos leyendo una nota que les hicieron en un diario uruguayo en el 2005, al toque de Cromañón, que les preguntaban en qué estaban y cómo había quedado la escena después de eso. Y está bueno para pensar como está ahora la cosa, contrasta mucho. Creo que es Ariel: “Nosotros vivimos esa situación romántica y terrible de tocar en lugares horribles a las cinco de la mañana, y todo eso es un caldo de cultivo del que salen cosas buenas. Al menos nosotros salimos de ese tipo de escena, en la que no todo era perfecto. Había lugares de encuentro, donde cruzarse con gente, y ahora todo eso se ha perdido. Es muy difícil, hoy en día. Por más que cuatro pibes se junten y se la pasen ensayando, no creo que terminen conociéndose entre ellos.” Ustedes, en cierto modo, empezaron a traccionar lo que está pasando ahora con la escena, que es un quilombo y está muy viva. Pasa todos los fines de la semana con la revista que no sabemos adónde ir porque hay un montón de cosas.

F: En el momento post Cromañón cerraron todos esos lugares. Ahí supongo que Ariel decía que de alguna forma se cortaba ese tipo de situaciones. Por suerte ya hace bastante que no es así, hay un montón de lugares para tocar, hay más de los que había en nuestra época, de hecho. O sea, lugares para bandas chicas, si te ponés a pensar, o lo que nosotros podíamos a aspirar a ese momento como banda, hay un montón de lugares.

AZ: En una época era más lo que grababan que lo que tocaban en vivo.

F: Pasaban dos cosas: no nos era fácil armar fechas y Ariel estaba con los Cadillacs, lo cual ya llevaba un determinado ritmo. Se podía ir un mes de gira afuera y no podíamos tocar. Tampoco teníamos tantas chances de poder armar fechas, alternadamente tuvimos managers, pero mucho tiempo fuimos nosotros nuestros propios managers haciendo las cosas a los ponchazos, y la verdad es que no sabemos hacer mucho más que la música que hacemos. Digamos, todo el resto que tengamos que hacer es algo que detestamos, y si hacés algo que no te gusta te sale como el orto, por lo general.

AZ: Pero fijate lo que se genera alrededor de ustedes, alrededor de esa paja que te puede dar el hecho de no tener que estar a cargo de todo… El caso del CCCP (Club de Coleccionistas Compulsivos de Pez), por ejemplo.

F: Igual eso corría en paralelo, digamos. Era gente copada en pasarse ese material. Como no nosotros no íbamos a estar dándoselo porque nos quemaba la cabeza: tomen muchachos, háganlo. Fue una cosa linda de ese momento en particular.

La verdad que nosotros siempre fuimos haciendo en la medida que pudimos hacer las cosas. Teníamos claro que Ariel tocaba en los Cadillacs, además en un momento pensábamos que hacíamos música para periodistas, entendés, que sacábamos un disco y salían en todas las revistas unas críticas de la puta madre y qué sé yo. En el momento nos cagábamos de risa. Aparte, no lo podés tomar muy en serio. Nunca lo tomamos muy en serio. En general nos suele gustar cuando vemos las pocas críticas que nos hacen mierda, son las que realmente nos gustan, por lo menos nos divierten.

“Uh, sí, mira, somos una banda buenísima, vienen siete personas”. Pero más allá de eso, veíamos en la misma revista una crítica de un disco que conocíamos, y decía (dibuja una revista en el aire y señala artículos) nosotros somos buenísimos y esto es berreta. Es esa cosa que a veces nos cuesta entender desde el punto de vista de la crítica musical, la cual es una profesión que detestamos básicamente por eso, por conocer el paño de lo que hacés. Después de muchos años vimos tantas críticas y tantas cosas que cuando te toca de cerca, cuando es una crítica de lo que hacés… A nosotros durante mucho tiempo nos pareció que salía uno a decir esto más o menos así y el resto salía a decir más o menos lo mismo sin moverse mucho de ahí, o se armaba como un teléfono descompuesto el cual se alejaba tanto de la realidad que te das cuenta que ese tipo no escucho ni en pedo el disco. Con respecto a la crítica de rock en sí, yo leí en revistas críticas, no sé, del show de Las Pelotas en Cosquín, cuando ese periodista, que lo conozco y sé quién era, estuvo todo el show de Las Pelotas chamuyándose a una minita en un bar sin siquiera verlo, sonando de fondo.

Eso, nunca le dimos demasiada bola a la situación crítica de lo que hacíamos… Siempre supimos que no teníamos estructura para publicidad, sabíamos cuanto salía el minuto en Rock & Pop y toda una cosa que en general en medios se manejaba, no nos interesó jamás entrar en ese tipo de canales, nos parecía choto, entonces sabíamos que la única forma de difundir lo que hacíamos era tocar. Tocar, tocar, tocar y que cada show sea lo mejor posible…

AZ: O sea, editar y tocar en vivo, ¿o más que nada el vivo?

F: No, las dos cosas. Todo. Con el disco en realidad tenés algo que se lo hacés llegar a alguien, pero cómo haces para que a alguien te compre ese disco, entendés, te tiene que escuchar tocar en vivo. Siempre pensamos en que nuestra difusión es el vivo, mucho más que el disco.

AZ: Y en cuanto a la difusión pudo haberles jugado en contra “haber variado tanto”, tener diferentes búsquedas, porque Pez de un año al otro, más después del 2000, es una metamorfosis constante, cuesta estabilizar “una imagen de banda”, si querés.

F: Nos chupa un huevo. Pensamos alguna vez en qué hacíamos: “la escena sónica”, “la escena psicodélica”, la escena…

AZ: Bueno, es que cada vez hay menos etiquetas.

F: No, no, por suerte es así. Que sea así es una suerte para nosotros. Nunca nos sentimos ni metidos en ninguna escena o cosa así. Y sí, sería más fácil, no sé, en un momento nos cagábamos de risa y decíamos bueno, hacemos stoner-rock, si nosotros total tenemos un montón de temas que son así. Pero hacer sólo eso, nos queremos matar de pensarlo en esos términos. Y sí, sería más fácil, pero somos lo que somos, ¿no? Digamos, el ser lo que somos en ningún momento nos causó, si bien pensamos y sabíamos que no nos convenía en cuanto a lo redituable. Pero si queremos algo redituable nos ponemos a hacer cumbia o vamos a tocar a los casamientos. Nunca fue la idea de la búsqueda ir por ese lado. Si algo nos gusta a nosotros de Pez es eso, saber que siempre hicimos lo que tuvimos ganas en ese momento. Nunca pensamos algo en función de los que nos van a escuchar. O sea, para nosotros la música que hacemos es nuestra, después la ponemos ahí a disposición y cada cual flashea, piensa que es progresivo, piensa que es lo que sea, y realmente nos chupa un huevo. La música que hacemos es nuestra, nos sentimos bien tocándola: ensayándola, tocándola en vivo, cuando terminás un disco y te cierra. Entonces, nuestro principal disfrute pasa por ahí y lo que hacemos no estamos obligados a hacerlo. El sostener veinte años una banda no es una obligación porque sí, como luchando por el rock ni nada, es lo que nos gusta hacer. Ninguno se imagina haciendo otra cosa.

Básicamente tratamos de hacer cosas que no nos den vergüenza, cosas de las que podamos estar orgullosos de lo que estamos haciendo y ahí está el disfrute. Después entendés que cuando hay gente que se engancha con eso encima lo que vos hacés resuena de alguna forma en la gente y le hace bien, está buenísimo.

Manu, el pequeño niño García de la casa interrumpe para mostrar unas figuritas de Monsters Inc. y suena el teléfono inalámbrico. Fósforo baja a abrirle a una vecina y de paso se hace una especie de entretiempo. Mañana la seguimos.

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