Nuestra cobertura del siempre atractivo Festival de Cine Alemán incluye un thriller político hijo de la Escuela de Berlín y una comedia prometedora pero fallida.

Por Martín Escribano

 

Las mentiras de los vencedores (Die Lügen der Sieger / Christoph Hochhäusler, 2014)

“La historia se construye en base a las mentiras de los vencedores”. El título del cuarto largometraje de Christoph Hochhäusler es una referencia directa a la frase de Lawrence Ferlinghetti, conocido como el último poeta de la generación beat. Y Fabian Groys, periodista ludópata que trabaja para una revista política de prestigio lo comprobará al investigar más de la cuenta. Así, cuando un acontecimiento aparentemente aislado (un hombre que se suicida tirándose a la fosa del león en un zoológico) ponga en peligro la aprobación de una ley de medioambiente, los mecanismos de poder se pondrán en marcha para evaluar qué y cuánto debe decirse sobre lo ocurrido. La película de Hochhäusler se enmarca en el mundo del ciberespionaje a la Snowden y demuestra que los guionistas de la historia son los poderes (políticos, mediáticos) de turno que hacen y deshacen a placer. Lo interesante no es la censura de tal o cual contenido sino su distorsión. Y si se trata de distorsiones, es el director, también, quien manipula al espectador dosificando qué debe saberse y cuándo.

Superegos (Über – Ich un Du / Benjamin Heisenberg, 2014)

Si Hochhäusler se lleva bien con el thriller, Benjamin Heisenberg no da pie con bola en un género tan delicado como la comedia. Superegos es la historia de una “extraña pareja” conformada por un ladrón de poca monta y un psicólogo de renombre que se encuentran por azar. La premisa (el joven y el anciano que se descubren accidentalmente) es similar a la de la excelente Starlet, que pasó por la quinceava edición del BAFICI, pero el resultado es muy poco convincente. Se ha quedado lejos, además, de Der Räuber, su largo de 2010, que también pasó por el BAFICI y que contaba con un actor de nivel como Andreas Lust. Las actuaciones de Georg Friedrich y André Wilms no son malas pero se desdibujan gracias a innecesarias piruetas de guión que derivan en pueriles ejercicios de asociacionismo y rituales psicológicos que incluyen entierros (¡!) con fines terapéuticos. Si a esto le sumamos pequeños momentos de humor físico y un insulso gato llamado Lacan, el planteo inicial que hacía del ladrón más un paciente que un criminal, termina siendo una idea tan atractiva como desaprovechada.//z


Pueden consultar la programación completa del festival en: www.cinealeman.com.ar/festival15/festival.html