El cuarteto Indie Pop de Longchamps, reconocido como banda revelación 2010, se presenta este viernes en Niceto Club en el marco del festival Sonido Argie, junto a 107 Faunos, Los Reyes del Falsete y Nairobi.

Por Matías Roveta

”Yo quiero que Viva Elástico se escuche en Recoleta y en Burzaco”, dice Ale Schuster, cantante de la banda oriunda del conurbano Sur bonaerense, que, con su encantador pop-rock barrial, irrumpió en la escena indie para conmoverlo todo. La frase en sí misma ayuda a describir parte del fantástico universo Elástico: con sus impecables letras, Schuster, quien parece perfilarse como gran cantautor argentino, describe la realidad social del pibe de barrio, pero también recorre el inconsciente de todos, subyacente en letras de canciones donde cualquiera puede verse reflejado.

A la banda la completan Mateo Zabala en guitarras, Santiago Pacek en bajo y Juan Del Vall en batería. Editaron su gran disco debut a fines de 2009, con título homónimo y, si bien se los rotula en el seno del fructífero circuito indie local, se corta sola por varios motivos: la pretensión de sonoridad hi-fi los aleja del sonido sucio que caracteriza a muchas bandas indie, que hacen del lo-fi su bandera, planteando otras ambiciones. También el querer editar discos con buenas producciones define de lleno la propuesta y el alcance de la banda, donde ser populares y escribir canciones universales parece ser la cuestión. Finalmente, el abarcar e integrar en su música distintas realidades sonoras y sociales, para en cierto modo dar rienda suelta a la creatividad artística, y para que, como profundiza en la idea su cantante, los escuche “desde un ama de casa hasta un abogado”.

En ese sentido, para edificar el sonido del disco, trabajaron junto a Matías Naso (guitarrista de Placer), quien, junto a Schuster, co-produjo el álbum. El resultado es un sonido pulcro y directo, que en la mezcla final sitúa la voz del cantante (en la mejor tradición Virus) arriba de la frecuencia de los instrumentos, con efecto de cámara, para darle mayor primacía a las letras. Favorecida por ese detalle no menor, lo que en realidad sucede es que la voz de Ale Schuster reluce por sí sola. Visceral y muy intensa, mezcla de melancolía y añoranza, esa voz abre un gran abanico de influencias: desde Brett Anderson y Jarvis Cocker, pasando por Robert Smith, hasta llegar a Palo Pandolfo en tiempos de Don Cornelio. Pero a esos marcos de referencia Schuster les da identidad propia, y eso es por el sentimiento y la frescura con que canta, generando que su relato sea creíble, emocionante. Una voz sentida que, sumada a la adherencia de los estribillos y a la magia pop de las melodías (en canciones como “El Festejo” o “Imágenes de amor”), instalan un mix con un efecto difícil de resistir.

También se destacan los finísimos arreglos de guitarra de Mateo Zabala, quien, con la herencia del rock británico de los ´90, derrocha buen gusto a lo largo de toda la obra, con punteos precisos como en “Vuelven”, o entramados de acordes más rebuscados, como en “Las Motos”, uno de los puntos más altos del disco.

Otra cosa que le agrega color a la obra es el pulso techno-rock de algunos tracks como “Volvió a casa” o “Complejo adolescente”. Allí, las programaciones electrónicas y el extensivo uso de samplers en las bases, aportan una gran variedad de matices al disco. Estos arreglos, que se complementan muy bien con el trabajo rítmico del bajista Santiago Pacek, fueron resultado de una búsqueda estética, pero también de una solución al paso, cuando el proyecto del disco recién arrancaba y tuvieron que reemplazar la ausencia de baterista con otras alternativas (Felipe Muslera se sumó cuando las grabaciones habían empezado hacía tiempo). Lo cierto es que, deliberado o no, el resultado es alentador y marca, en buena medida, lo bien producido que está el disco.

Lo que verdaderamente sensibiliza en este álbum es ese clima de nostalgia y melancolía que lo recorre, que tiene su gran momento en el estribillo de “Me Voy”: “quiero ser feliz bajo el sol, solo importan los momentos, quiero sumergirme en el mar, para no sentir el tiempo”. Esta visión de chico de barrio habla por todos, y ante la incertidumbre y las urgencias de su generación, con sus histerias y complejos, parece haber encontrado la solución definitiva con encantador romanticismo: con todo lo que hay podría construir un barco que te lleve en silencio o tocar la guitarra y cantar y cantar”, dice la letra de “Las Motos”. La frase vale más que mil palabras.

Más info en Triple RRR Discos.