Otro descubrimiento de literatura noir a cargo de La Bestia Equilátera. El ritmo frenético de un fugitivo que se abre paso a los tiros.
Por Alejo Vivacqua
En la primera escena vemos al protagonista en la habitación de un hotel. Al lado suyo una puta fuma y le pregunta cuánto hacía que no estaba con una mujer. Larry Camonille piensa, en una de los pocas veces que lo va a hacer a lo largo de la historia: cuatro años, diez meses y once horas; el tiempo que estuvo en la cárcel, de la que acaba de escapar. Lo que vamos a leer en las ciento setenta y tres páginas siguientes es la huída desesperada de un tipo que, con un pulmón menos y muchas ganas de tomarse revancha, quiere llegar a México para evitar que lo atrapen. En el medio, dos mujeres – una viuda alcohólica y una lolita de trece años- van a encargarse de ponerle tensión al relato, algo que nunca pierde gracias a la simpleza con la que el autor elige, a través de un narrador omnisciente, contar los hechos que enmarcan a Uno es un número solitario en la mejor tradición de la novela negra.
La trama recorre los bajos fondos de Chicago, pasando por los clubes de jazz y los prostíbulos a los que Camonille asalta para seguir viaje. Y es un pueblo perdido el escenario que le sirve a Bruce Elliot para ambientar esta historia en la que nadie dice ser quién es, con matrimonios destruidos por el alcohol y la policía siempre pisando los talones. Larry, ese solitario al que se refiere el título, sabe que le queda poco tiempo mientras se va enterando cómo sus compañeros de fuga van cayendo uno por uno.
Como en el caso de Mi ángel tiene alas negras, de Elliott Chaze, la editorial La Bestia Equilátera revive una novela negra olvidada en el tiempo, esta de vez de la mano de Bruce Elliot, un neoyorquino que además de escribir un par de un par de novelas y cuentos desconocidos se dedicó a la magia hasta que en 1973 murió atropellado por un auto. Los amantes del género tienen un motivo válido para alegrarse, porque lo que queda confirmado es lo que sobre Uno es un número solitario dijo el escritor Ed Gorman: “No tengo idea cómo una novela tan buena pudo haber pasado inadvertida durante más de sesenta años”. //∆z