Hablamos con el autor cordobés sobre sus libros, la sencillez como “uno de sus principios” y los límites de la llamada autoficción.
Por Agustina del Vigo
Fotos por Jesica Giacobbe
A las 18 del sábado, la avenida Corrientes está vacía. La Orquídea, el bar notable más famoso de Almagro, se llena de gente que toma café frente a la Iglesia Universal, que se alza blanca e inconmensurable como un cachalote fuera del mar.
Gaiteri aparece a los pocos minutos: viene relajado, aunque hoy es la presentación de su último libro de cuentos, Nadie Extrañaba la Luz (Alto Pogo, 2018), una seguidilla de historias sobre los dramas cotidianos que todos padecemos pero que rara vez podemos poner en palabras. No al menos como lo hace él, el escritor de las historias mínimas, de los “detalles que importan”, como dice. Esas puntas de hilo de las que hay que tirar para desenmarañar los mundos interiores. En este caso, es el mundo de los habitantes de Córdoba, provincia en la que vive hace años y a la que le cuesta abandonar para meterse en la batahola porteña. Entre Certificado de Convivencia (Recovecos, 2008), su otro gran libro de cuentos, y Nadie extrañaba la luz, perdura un método que el autor fue construyendo en estos años. Que hoy corta, desde otros escenarios, el cotidiano devenir de las cosas, pero con el mismo filo de siempre.
AZ: ¿Qué estás leyendo en este momento?
Sergio Gaiteri: Tengo un libro de un amigo tucumano… tengo varios amigos que escriben. Pero leo mucho a los yanquis, bueno, creo que se nota en lo que escribo. Autores de los ’50 en adelante.
AZ: ¿Y qué te atrae de ellos?
SG: Me gustan Richard Yates, Richard Ford, Raymond Carver. Me emparentan tanto con Carver. Me encanta, pero siento también que hay un tipo de facilismo de la crítica en hacer esa relación directa con Carver y el realismo.
AZ: ¿Te considerás un escritor realista?
SG: Sí. Pero al principio lo rechazaba. Una vez un crítico me dijo que era un escritor minimalista. Pero sería una posibilidad del realismo…y, además, ¿qué es el minimalismo? Yo tengo claro el minimalismo en la música, por ejemplo, John Cage, pero en literatura no sé. Es cierto que trabajo con una cierta discreción del lenguaje, pero me parece que el minimalismo tiene que ver con la repetición serial, en las artes plásticas por ejemplo. En literatura me parece imposible.AZ: Tus cuentos hacen pensar en la frase “historias mínimas”.
SG: Pero, ¿qué sería lo máximo?
AZ: Con lo mínimo, se puede mostrar todo. Sos un gran escritor de los detalles.
SG: Hay cierto principio metonímico, algo ahí que configura una totalidad que está oculta. Escribo detalles que sirvan a la historia.
AZ: La palabra “minimalista” hace pensar más bien en la arquitectura. Escribir de un modo conciso y claro, como lo hacés vos, es algo bueno.
SG: Sí. Pero vos me preguntaste sobre el realismo, y sobre lo que estaba leyendo. Releí mucho, de los autores actuales, a Emmanuel Carrère. Lo vinculo con una tendencia argentina muy fuerte hacia la autoficción. Y a mí me gusta la ficción.
AZ: Sin embargo tus textos parecen evidenciar una realidad que los demás no quieren ver. No hace falta ir a la ficción para encontrar cosas fantásticas.
SG: Más vale que uno siempre escribe sobre uno mismo, pero no hace una traducción directa. Me parece que eso es lo interesante que se pierde con la autoficción, donde el autor se vincula con el narrador. Me gusta la idea de la ficción, de poder ponerse en otro lugar. Por ejemplo, mis personajes normalmente no son intelectuales. Yo creo que sí lo son. Tengo la suerte de que el Estado me ha dado la posibilidad de estudiar. Lo que quiero decir, y esto sí me parece un principio carveriano, es que el pintor no es el más inteligente. Hay una tendencia, para mí, en la literatura argentina de querer demostrar en cada frase cuán inteligentes somos, cuánto leíste, cuánto sabes del tema que estás tratando, cómo organizas sintácticamente una oración, y eso tengo que evitarlo.
AZ: Tu forma de escribir es directa y va a fondo. Es algo que llama la atención de tu literatura.
SG: Sí, sería como una especie de dirección clara. Además tengo varios principios. Creo que la sencillez es un principio. Me parece que si no, no se puede escribir. No es fácil escribir.
AZ: Según Sergio Gaiteri, ¿qué se requiere para ser escritor?
SG: Mis críticos dirían que talento no (risas).
AZ: A veces la anticrítica resulta ser la mejor crítica…
SG: Sí, sí. A ver, siempre pensé que iba a hacer algo vinculado al arte.
AZ: Y las letras aparecieron…
SG: Sí, casi por mi personalidad… tan introvertido, tan tímido. Publiqué mi primer libro a los treinta y cinco años, o sea que ya había tenido tiempo de pensar qué era lo que quería hacer. Ese primer libro, Los días del padre, no dista mucho del último. Van cambiando los espacios, el pesimismo… (risas).AZ: ¿Tu pesimismo se va agrandando?
SG: Sí, sí. Mi misantropía se va ampliando… pero, más o menos, la forma en la que yo suponía que tenía que contar las cosas la empecé a definir bien de grande
AZ: ¿Hubo momentos, previos a estos textos, de contacto con la escritura? Por ejemplo, ¿alguna vez llevaste un diario?
SG: Creo que tengo poco insight, poca introspección, así que no. Pienso que un escritor, más que mirarse, es alguien que mira. Por eso el realismo… me parece que en la realidad hay muchas cosas, que después hay que elaborar, claro. La estructura narrativa permite reacomodar ciertos aspectos.
AZ: ¿Cómo es tu proceso de escritura, de creación?
SG: Siempre estoy pensando en qué escribir y cómo, siempre. Creo que eso no me hace bien mentalmente (risas). Creo que todos los síndromes físicos que tengo son producto de esa obsesión. Yo pienso que no lo es, pero sí. Siempre estoy pensando historias. Siempre tuve ese cierto pavor a que un día se me acaben las historias. Tengo acumulados una serie de cuadernos.
AZ: ¿Ah, sí? Vamos a tener Sergio para rato entonces.
SG: Sí, y creo que hay una forma de estar en el mundo, propia de un narrador. Supongo que es medio enfermizo, pero uno está escuchando, mirando. Debe ser enfermante para los que te rodean. Lo interesante de la ficción es poder construir algo parecido a la realidad pero que no lo es, que te permite ponerte en otro lado. Por ejemplo, escribir desde el punto de vista de un perro como hace Paul Auster. Yo normalmente no me pongo en lugares demasiado distantes, pero más o menos.
AZ: Pero experimentás con diferentes voces, y no es para nada fácil encontrar diferentes tonos.
SG: Sí, es eso lo que me interesa de la ficción. El yo (la primera persona) creo que liquida esa fantasía tan productiva. Creo que es la tendencia.
AZ: En cuanto a los temas, ¿fuiste encontrando tus temas o surgieron naturalmente al momento de escribir?
SG: Creo que tengo un solo tema: la relación entre dos personas. Un hombre, una mujer; un hombre, otro hombre.
AZ: Los vínculos puede ser un tema, pero también un medio para abordar otros.
SG: Bueno, sí, me parece que un buen relato no debe estar resumido en un tema. En nuestra vida no tenemos un tema, el mundo capitalista ha avanzado hacia una multiplicidad de conflictos convergentes. Y cuando pienso en las historias, pienso en eso, en que no haya un conflicto que determine toda la situación, sino que confluyan varias problemáticas.
AZ: Tu literatura es lo menos “cerrado” del mundo: todas las tensiones que hay y no se resuelven son interesantes.
SG: Sí, a veces pienso que es como una cámara, que pasa e ilumina un fragmento de la vida de un par de personas, y que después van a tener que seguir conviviendo consigo mismos.AZ: Hoy, si alguien viene y te dice: Sergio, quiero ser escritor/a, ¿qué le aconsejarías?
SG: Lo primero que tiene que hacer es encontrar qué contar y cómo contar.
AZ: ¿Te parece más importante uno que el otro?
SG: No, no, incluso hablar de forma y contenido ya me parece del siglo xix. A mí me parece que hay una forma de contar ciertas cosas. Si yo quiero ser certero, no puedo andar con rodeos.
AZ: ¿En qué género te sentís más cómodo, la novela o el cuento?
SG: El cuento. La novela es otra cosa, la convivencia con esos personajes por tanto tiempo. Un cuento lo podés resolver en dos o tres meses, y después te olvidás, definitivamente te olvidás. Pero, además, de la manera en que escribo yo, línea por línea… tengo como una cosa medio obsesiva con el control de la frase. La novela escapa a mi control.
AZ: Bueno, pero es un desafío que te estás planteando.
SG: Sí, por supuesto. Yo sé que tengo mi zona de confort en estos relatos (risas), pero también creo que hay mucho que contar, y todavía no desarrollé todas las posibilidades. Aparte, yo mismo voy cambiando.AZ: Entre Certificado de convivencia y Nadie extrañaba la luz, ¿pensás que cambió algo?
SG: Van cambiando los espacios, según los lugares donde he vivido. Este libro es un combinado: hay paisaje urbano y de sierra. Pero no tengo una obsesión por el cambio. Diría más, si uno tiene un método de trabajo, lo que va cambiando es la realidad en sus detalles. Tengo la impresión de que si uno cambia el método, no capta nada. Ahora que estoy mucho más grande, escribo correctamente pero con menos energía. Noto cómo en los libros anteriores hay más energía, es más, quizás hay errores sintácticos, o de sonoridad y armonía, pero era lo que escribía en ese momento, me parece que también hay una convivencia con eso.
AZ: ¿Sos de editarte mucho a vos mismo?
SG: Sí, sí. Para que funcione el mecanismo narrativo tiene que haber un control. Nada está puesto al azar. Para mí el cuento no son solo frases ni una situación, sino el conjunto. Para que ese engranaje se active y funcione, tiene que estar bien construido. Supongamos que eso es lo que dice el minimalismo: no tiene que sobrar nada. Pero ese es mi desafío. El lector no tiene por qué andar descubriendo ese mecanismo, algo que me parece también propio de la literatura. Que no se muestren las bambalinas de la escritura. Me parece que a veces es algo que da la impresión de sencillo, y que el lector se queda con esa impresión de que es así, pero para mí no lo es.
AZ: ¿Algo más que le quieras decir a los lectores de ArteZeta?
SG: No, no… ya no sé ni qué fue lo que dije. Tendremos que editarlo (risas). //∆z