Wild Wild Country es un documental poco recomendado para quienes sufran de vértigos de cualquier tipo. Enfocado en un grupo de seguidores del gurú Bhagwan/Osho y su llegada a un inhóspito pueblo en el medio de Estados Unidos, la mini-serie producida por Netflix demuestra que es posible mostrar lo que parece imposible valiéndose de material perdido y un par de entrevistas.

Por Iván Piroso Soler

Es difícil tener más de veinte años y no recordar algún ejemplar de un libro de Osho en una biblioteca familiar, en algún estante de los padres de una amiga o en una librería del Centro. Es más difícil luego enterarse que detrás de esos libros se esconde una historia de intolerancia étnica, tiros cruzados, gente patrullando un pueblo con metralletas y el primer ataque bacteriológico en la historia de los Estados Unidos. De esto se trata Wild Wild Country, el documental sobre los rajnishpuram dirigido por los hermanos Maclain y Chapman Way y producido por los hermanos Duplass en conjunto con Netflix.

En 1981, antes de ser reconocido por el mundo occidental como el gurú espiritual Osho, Bhagwan Shree Rajneesh se vio obligado a huir de su India natal. Repudiado por una fervorosa sociedad hindú que llevaba adelante importantes transformaciones en el país, Bhagwan no encontraba lugar para conformar un culto que tenía como cosmovisión una superación personal fundada en el individualismo, el amor y el sexo libre y el hedonismo. Tanto es así que, luego de sufrir un atentado en una de sus multitudinarias reuniones, mandó a su secretaria personal Sheela a encontrar un lugar para desarrollar su culto. Estados Unidos sufriría, entonces, una de las convulsiones demográficas más disparatadas de su historia.

Todo comienza con la llegada de hombres y mujeres en atuendos rojos, rosas, anaranjados. Antilope, hasta ese entonces, era un pueblo de poco más de 50 habitantes. Comandados por Sheela, los rajneeshes (autodenominados así por su líder, Bhagwan  Rajneesh) le infringen al pueblo un sacudón etnográfico, doblando la población en pocos meses. Los habitantes se ven amenazados: los recién llegados son diferentes y hay que combatirlos.

El documental que está haciendo temblar Netflix cuenta con el relato en primera persona de varios de los protagonistas de aquellos convulsionados principios de los ’80. Además de abogados, artistas y políticos que protagonizaron los hechos que llevaron a un enfrentamiento inédito en el pequeño condado de Wasco, Oregon, Wild Wild Country cuenta con el testimonio de Sheela, la secretaria personal de Bhagwan y la líder política del movimiento Rajneesh. Es en sus palabras que el relato avanza en direcciones que obligan al espectador a estar atento a cada volantazo, haciendo de un documental histórico un encadenamiento de hechos por demás inverosímiles. A partir de las reacciones de los habitantes del desierto que cubre el corazón de Oregon, los nuevos pobladores redoblan la apuesta. Con metros de cinta VHS surgidas del corazón de la propia organización y el material periodístico generado por entrevistas y piezas de animación, Wild Wild Country teje un ida y vuelta entre los ‘80 y el presente que le da fuerza a un relato vertiginoso.

De manera solapada, el documental da cuenta de un clima de época. La guerra fría ya tomaba temperatura ambiente y el imaginario social conservador estaba al pie del cañón. Reagan recién llegaba al poder y las nuevas costumbres no escapaban a los viejos vicios de la paranoia anti-comunista. Si bien el movimiento de los rajneeshes no destellaba aires progresistas, chocaba contra la pared conservadora de la zona medio-oeste de los Estados Unidos.

Wild Wild Country intenta no tomar partido. De todas formas, la figura de Sheela crea un centro gravitatorio poderoso desde el que vemos el curso que toman los sucesos del condado Wasco a partir de sus decisiones políticas.

Con el uso intrépido del formato analógico del material de archivo y la imponente fotografía de las entrevistas en la actualidad, el documental tuvo una recepción unánimemente positiva. Si bien generó algunas críticas por parte de organizaciones ligadas al fallecido Osho, incluso estas fueron matizadas ya que hay tendencias hacia el interior del culto. //∆z