Lejos de ser polémico, el Plan de Fomento al Desarrollo del Cine Nacional del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) es una referencia en el mundo. Similar al que tiene la industria en Francia, se tiene como objetivo en Italia y España.

Por Agustín Argento

Éste artículo no intenta desentrañar las internas que rodearon al despido de Alejandro Cacetta como presidente del INCAA. Para ello, existen un sinfín de textos tanto en los medios masivos como en los especializados. Tampoco abona a la teoría de que el macrismo quiere eliminar el Plan de Fomento. Al menos hasta el momento, tanto el Ministro de Cultura, Pablo Avelluto, como el jefe de Gabinete, Marcos Peña, han hecho público que el apoyo estatal al cine no se discute.

En principio, y como dijo el productor, periodista y guionista ganador del Oscar Axel Kuschevatzky, el cine argentino no se financia con los impuestos. La mujer de los perros  no fue pagada con la plata de los jubilados; La larga noche de Francisco Sanctis no recibió fondos de la Asignación Universal por Hijo y El secreto de sus ojos no fue producida con el dinero destinado a cloacas. Por el contrario, en un hecho que sólo sucede aquí y en Francia, las películas nacionales son financiadas por la propia industria. Existen cintas denominadas tanques, como El clan, que tienen una fuerte apuesta de fondos privados; pero también otras, más pequeñas, que se lograron con ese “fondo para el fomento”, que se explicita en la Ley de Cine y que se consigue mediante un impuesto a la televisión y a la venta de DVDs y entradas. Es decir, que quien consume productos cinematográficos financia el cine, quien no lo hace, no. Como sucede en Inglaterra con la BBC: todo aquel que tenga un televisor en su casa, paga el impuesto que financia a la cadena británica; quien no lo tiene, no.

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Para ser más claros, el sistema es el siguiente: un productor debe presentar una carpeta en la Gerencia de Fomento del Instituto con una sinopsis, guión, presupuesto, plan de rodaje, tratamiento estético, elenco, etc. Una vez que el personal constata que esta carpeta contiene todo lo que formalmente se pide, pasa a un comité evaluador. Lo importante es que este comité no está integrado por empleados del INCAA, sino que es formado por miembros de las diferentes asociaciones (directores, productores, etc.) de la industria, más un miembro del sindicato. Es decir, es imposible que la elección de la película a recibir el fomento sea a dedo porque los miembros del jurado responden a diferentes grupos y, además, no son permanentes: varían cada cuatro meses. Pasando en limpio: luego de un concurso de selección, la película aprobada (hay varias que no pasan los filtros) reciben el dinero que, gracias a la Ley de Cine, genera la propia industria. Vale aclarar que no siempre este financiamiento es del cien por cien; un comité de presupuesto decide el porcentaje del subsidio a otorgar.

La única industria del mundo que no recibe apoyo estatal directo es la de la India, conocida como Bollywood. Hollywood, la más importante de Occidente, tiene exenciones impositivas para la exportación de sus latas, lo cual se acerca más a “la plata de los jubilados”, que el desarrollo local (funciona igual que la eliminación de retenciones al trigo en Argentina, por ejemplo), y es pensada, en términos económicos, más como un commoditie que como un bien cultural. En Italia y España, dos países con larga tradición cinematográfica, no existe un criterio para el apoyo estatal. Allí dependen de la buena voluntad de los funcionarios de turno y de las arcas públicas; y estamos hablando de la tierra de Luis Buñuel y de Federico Fellini, respectivamente.

“Miramos con envidia cómo se hace cine en Argentina”, le dijo a este cronista Inés París, directora española con una extensa e importante trayectoria en la televisión de su país y con un puñado de largometrajes en su haber, como La noche que mi madre mató a mi padre, que se estrena este jueves en suelo argentino, con el protagónico de Diego Peretti. El italiano Roberto Andó, realizador de la premiada Viva la libertad y asistente de dirección de gigantes como Francis Ford Coppolla, Fellini y Francesco Rossi, le dijo a ArteZeta en junio del año pasado que “es imposible hacer cine en el mundo sin que los Estados lo apoyen”. El destacado actor romano Steffano Accorsi sostuvo en la semana de Cine Italiano de 2016 que el gremio de su país “se encuentra en lucha para que exista una ley de cine como la argentina y la francesa”. Otra que sostuvo esta teoría con ArteZeta fue la directora alemana Angela Schanelec. En Alemania, las películas se financian en al menos un 50 por ciento con dinero de los canales públicos de cada estado federado (similar a las provincias argentinas), luego de una selección minuciosa, algo que también sucede con el INCAA.

Pero el cine argentino no sólo se termina en el Gaumont. Ejemplo de ello es la colombiana El abrazo de la serpiente, nominada al Oscar el año pasado, y que cuenta con coproducción argentina. Como se dijo en los Premios Platino al Cine Iberoamericano, Argentina es el principal coproductor de habla hispana, superando con el doble de trabajos a España y México. Esto también se logra con financiamiento de la propia industria y no “con la plata de los jubilados”.

Ciudadano-Ilustre-Oscar

En el debe de la Ley de Cine está la exposición de películas y en el entender por qué las cintas argentinas son aplaudidas en Cannes, Berlín y San Sebastián, pero obviadas por las salas locales. Ejemplo de ello es El ciudadano ilustre, la cual iba a ser olvidada por el público, según números de Ultracine, hasta que Oscar Martínez recibió el premio a mejor actor en Venecia y consiguió un repunte histórico en las boleterías locales. “Los tanos estaban fascinados con esta película. El bailecito ridículo de Dady Brieva estaba en todas las pantallas del festival”, comentó un enviado a Venecia de un medio nacional, dejando en claro que nadie es profeta en su tierra, aunque tampoco debería ser vilipendiado.//∆z