Sean Baker le da una vuelta de tuerca al género navideño con la irresistible Tangerine.
Por Martín Escribano
Todos tenemos celulares, todos podemos filmar. No todos podemos ser tan buenos directores como Sean Baker. El responsable de Starlet decidió filmar su última película con un celular y a pulmón, en la calle y con varios actores no profesionales. El resultado es asombroso. Tangerine es una película trans no porque su protagonista sea travesti sino porque no se ajusta a los cánones de Hollywood pero tampoco a las fórmulas del típico cine independiente norteamericano.
La realidad psíquica de Sin Dee (Kitana Kiki Rodriguez), retocada cual filtro de Instagram, se viene abajo cuando su side-kick Alexandra (Mya Taylor) le cuenta que Chester (James Ransone, aka Chester Sobotka de The Wire), el cafisho que supuestamente era su novio le metió los cuernos con una mujer “de verdad” (de esas que vienen con vagina y no con pene). El golpe es demasiado para Sin Dee Rella (hasta su nombre es inocente), que se acaba de comer un mes en la cárcel. Hecha una tromba, va en busca de quien le rompió el corazón y de la otra involucrada en la infidelidad: una prostituta escuálida llamada Dinah. Un dato no menor: es 24 de diciembre.
A través del iPhone 5s, la ciudad de Los Angeles parece incendiarse. Se impone un amarillo saturado, omnipresente, que dota a la imagen de un carácter infernal reforzado tanto por sus criaturas (travas, prostitutas obesas, proxenetas, adolescentes borrachos, viejos putañeros) como por la locación elegida: es la parte de la ciudad menos vistosa, donde ocurre lo que no debe verse.
Si bien es una historia de ficción, Baker logra que la calle hable por sí sola. Además de la jerga (whitey, raw fish, bitch, negro), los travellings nos ponen ahí junto a Sin Dee, con el paso veloz marcado por la necesidad de venganza y codo a codo con la menos dramática Alexandra, que lo único que quiere es que la vean cantar en un bar. Su show es, quizás, la mejor escena de la película y uno de los pocos momentos en los que la cámara se detiene. Prueba lo que dijo cuando ganó el Independent Spirit Award a la Mejor actriz de reparto: “hay mucho talento trans ahí afuera, será mejor que lo tengan en cuenta para sus próximas películas”.
Si el film de Baker no es perfecto es porque la historia que ocurre puertas adentro, en la casa del taxista armenio, no puede competir con la de las chicas. Curiosamente, en la mesa navideña se sientan actores profesionales como Luiza Nersisyan, Alla Tumunyan y Arsen Gregorian, famosos en su país de origen. El contraste entre la navidad de los que tienen familia y los que no viene muy a cuento pero nunca termina de integrarse del todo en la narración.
Aun así, Tangerine es una película decididamente vital. El lazo que une a sus protagonistas va más allá de cualquier hallazgo estético. Si el género navideño es un clásico contado una y mil veces, Sean Baker le ha sabido dar una vuelta de tuerca sin traicionar la máxima del amor al prójimo, aunque el prójimo tenga nombre de princesa, use peluca, maquillaje, minifalda y le cuelgue un pito entre las piernas.
https://www.youtube.com/watch?v=4RrQhH0yzLU